Despedidas amargas

Lista actualizada de los últimos cierres de buenos restaurantes de BCN: Casa Darío, Ipar Txoko, Fragments, Goxo, Mitja Galta, Sants es crema...

La lista de abandonos aumenta semana a semana. Aquí repasamos algunos de los más sonados

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La barra de Tamae, con la cocina abierta al fondo.

La barra de Tamae, con la cocina abierta al fondo. / Joan Mateu Parra

Ferran Imedio

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Las aperturas de restaurantes en Barcelona son un continuo goteo, a veces, chorro de novedades anunciadas a bombo y platillo. Pero el goteo de despedidas, de restaurantes que desaparecen por el desagüe sin que nadie o casi nadie se entere, también es incesante. Los últimos meses han sido un constante réquiem.

Últimos restaurantes cerrados en Barcelona

David Muñoz, en el restaurante Goxo, en Barcelona.

David Muñoz, en el restaurante Goxo, en Barcelona. / Ferran Nadeu

Goxo. El Goxo de Barcelona, el primer restaurante de David Muñoz fuera de Madrid, ha cerrado sus acristaladas puertas en el Hotel NH Collection Constanza después de dos años. Pero no es un adiós a la ciudad, en palabras del cocinero, sino un ‘hasta luego’. “No cerramos Goxo, lo trasladamos”, explica de forma tan breve como contundente. “Goxo seguirá en Barcelona, con ‘delivery’ y local fijo”, asegura.

Fragments. Una plaza de Les Corts rodeada de calles peatonales y cerca de L’Illa acogía este restaurante con terraza interior y platos con carácter. Explicaban sus responsables que querían ser "un bistró de calidad de Barcelona, un lugar de confianza". Y nuestro cronista gastronómico, Pau Arenós, aseguraba que se la merecían tras visitarlo.

Ipar Txoko. Miguel Real de Asúa tenía 57 años y había pasado casi la mitad de la vida en su restaurante, en el número 22 de la calle de Mozart, que ha sido una especie de embajada culinaria de Euskadi en el barrio de Gràcia. Un establecimiento marcado por el estilo personal de su propietario que ahora cerrará sus puertas por causa mayor. Miguel falleció repentinamente el pasado 26 de marzo de un infarto.

Mitja Galta. Este restaurante hacía una cocina de barrio deliciosa, con uno de los menús de mediodía más ricos y con mejor relación calidad-precio de la ciudad.

Casa Darío. Después de 56 años, la marisquería gallega que abrieron en el Eixample, cerca de la universidad, Darío Duro y Manolita Arias en 1968 se ha traspasado para convertirse en un restaurante japonés del grupo Nomo. Allí se podían degustar delicias como ostras de Arcade, cigalas de Marín, almejas de Boiro, berberechos de A Guarda o percebes de Cedeira.

Walló. Una 'paninoteca' o bocadillería diseñada por pizzeros, con 'focaccias' y bocatas que desbordan 'porchettas', atunes, 'burgers' y carnes crudas. Qué buenos eran los bocadillos de Walló...

Sants es crema. El 9 de marzo baja la persiana la icónica bocadillería que abrió en 2017 el chef Jordi Bernús después de trabajar en lugares tan reconocidos como El Bulli, la Enoteca Pinchiorri o el Ritz Cartlon de Jakarta. "Han sido unos años con muchas cosas buenas y otras no tanto. Nos llevaremos un máster en gestión y supervivencia, pero ahora mismo falta motivación para continuar con este proyecto. Hasta pronto", reza el mensaje publicado en las redes sociales, que concluye con un: "Sants es crema sempre!".

El Tros-Vall Llach. El músico Lluís Llach y los periodistas Antoni Bassas y Mariona Anglès abrieron este bar de vinos en 2017 en Barcelona. Allí servían vinos del Priorat y el Montsant a granel, a copas (de todas las referencias que había en la carta) o por botellas. Para comer, sencillez: embutidos, quesos y platos fríos y semifríos como ensaladas, brandada de bacalao, con productos de proximidad e inspirados en la cocina del Priorat. En 2021, tomaron las riendas del negocio Raimon Bassas, hijo de los periodistas, y el sumiller Mauri Gall, que han decidido que a partir de marzo será un espacio para eventos privados.

Colella. Hay vida más allá de la pasta, y este restaurante del Eixample huía de los estereotipos asociados a la cocina italiana con platos del sur tradicionales.

Frankurt Rita. Los fans de los frankfurts tenían apuntado en sus agendas este refugio del Poblenou que servía bocadillos con muy buen producto y divertidas combinaciones a precios populares: 12 bocatas en los que se podía escoger el tipo de salchicha (tradicional, artesana con la firma del prestigioso carnicero mallorquín Xesc Reina y vegetal con un toque ahumado) a precios que oscilaban entre 3,50 € (con kétchup y mostaza a placer) y 8,90 €.

Celler Jordana. Este local encajaba a la perfección con el concepto 'no iba a salir pero me lié' en versión gastronómica. Porque te dejabas caer por este bar de vinos del barrio de Sant Antoni para tomarte una copa, solo una, acaso bien acompañada de una tapa (solo una), y acababas probando el fantástico cava de la casa, aquel vino tinto de Alella que no tenías controlado pero que te flipa y un 'riojita' baratito y resultón, todo ello mientras los combinabas con el queso cremoso Finca Pascualete, el picantísimo tartar de alcachofa, el bikini trufado...

Pirineus 1975. Este restaurante, ubicado a escasos metros de un epicentro tan turístico y comercial como el Portal de l’Àngel, proponía tablas de quesos y embutidos para vermutear a cualquier hora y platos de toda la vida.

Cal Bonete. Levantaron la persiana per primera vez el 14 de noviembre de 1973 y el 17 de noviembre de 2023 la bajaron para siempre por la jubilación de su dueña, Carmen Monfort. Adiós a un local que se mantuvo exactamente igual durante los 50 años que estuvo en funcionamiento. Adiós a su menú de mediodía tan asequible y sabroso.

Pla de la Garsa. En el número 13 de una estrecha callejuela de Ciutat Vella estaba este histórico local cuyo reclamo eran las setas con bacalao. Un maridaje perfecto. La familia Solé, dueña del restaurante, decidió hace unos años traer de Els Hostalets de Balenyà unas excelentes setas y con ellas crearon «un plato innovador sustituyendo la butifarra negra por el bacalao», contaban sus dueños.

La tortilla de patatas del Bar Monterolas.

La tortilla de patatas del Bar Monterolas. / JOAN CORTADELLAS

Bar Monterolas. Peppe Palo había conseguido que en un pequeño bar con dos fuegos, una plancha y una freidora, se preparara una tortilla de patata, hecha al momento, que subía al podio de las mejores que hay. En este local, que combinabab la cocina mediterránea con la italiana, cuando no entraba se preguntaba: ¿qué pido: tortilla de patata o ñoquis? Lamentablemente, ya no habrá motivo para dudar.

Tamae. Tamae era, sobre todo, comida-para-llevar ('take away') y comida-sobre-ruedas ('delivery') pero era también una barra con ocho asientos y otros dos en la entrada. Tamae era Tamae Imachi y Albert Raurich (Dos Palillos) y Eugeni de Diego y Ana Alvarado (A Pluma), los cuatro con pátina bulliniana además de una amistad que incluye vacaciones compartidas.

Bistrot Bilou. El francés Eric Basset recuperaba los contundentes sabores de su niñez y platos más difíciles de encontrar que un 'heavy' sin melena. Su 'pâté en croûte' era me-mo-ra-ble.

Aalta botica. Esta tienda de 'delicatessen' recordaba a aquellas boticas antiguas que vendían productos con los que aliviar todo tipo de malestar; aquí, todos ellos se administran por vía oral. Te los podías llevar a casa o comértelos en la barra o las mesas.

Las albóndigas con patatas y pimientos del Bar Yeti.

Las albóndigas con patatas y pimientos del Bar Yeti. / Jordi Cotrina

Bar Yeti. El cocinero Carlos Herrero, del histórico Bonanova, quería un bar y convenció a sus hermanos para comprar uno fundado en los 60. Allí servían unas albóndigas más que buenas: "Son esferas de cerdo y ternera al 50%, 'panko', leche y un huevo por kilo de carne, tiernas, sabrosas", escribió sobre ellas Pau Arenós. Pero este local de la zona alta de Barcelona ha tenido que bajar la persiana. Una lástima.

Granja Vendrell. En 2019 cerró cuando el propietario, Demetri Vendrell, tercera generación del negocio centenario, se jubiló. En 2021, Anna Grau, retomó las riendas del local hasta la fecha para volver a convertirlo en una de las cafeterías más icónicas del barrio de la Eixample. El 19 de julio de 2023, con una publicación de Instagram, la titular del bar se despidió de la restauración, su legendaria nata montada y crema catalana para dedicarse a eventos privados. El negocio no había funcionado como tenía previsto y ha tenido que abandonar el local. Ahora la propiedad busca nuevos 'granjeros'.

Granja Bruselas. La falta de vida de barrio en la Dreta de d'Eixample, la nueva propiedad del edificio y el precio de las materias primas, son los prinicipales motivos del fin de la actividad de este templo de la merienda en Barcelona.

La merluza al vapor con puerros a la brasa del restaurante Craun.

La merluza al vapor con puerros a la brasa del restaurante Craun. / Ferran Nadeu

Craun. Una mezcla de mundos, estilos y cocinas: Diego Gámez pinchó en Caracas y Barcelona y durante unos cuantos meses estuvo seduciendo con un pescado perfecto y una col de aúpa. En su carta podías encontrar lo reconocible desde otro punto de vista.

Brusi. El bar, conocido por su cocina tradicional, echó el cierre el 17 de abril de 2023. Local añejo de dos pisos, con barra de zinc y una decoración que parecía extraída de un hogar de los años de la Transición, estaba en la calle de la Llibreteria, entre las plazas de l'Àngel y Sant Jaume, y era popular por sus callos, de los mejores de Barcelona.

Pinotxo. El emblemático restaurante de la Boqueria ha desaparecido. Deja un recuerdo maravilloso entre quienes allí comieron sus platillos de mercado y conocieron a Juanito Bayén, su carismático camarero, que falleció poco después de dejar el trabajo y meterse en una batalla legal con los familiares que también trabajaban allí. Un mal final para una dirección imprescindible, fueras o no turista.

Urgell Londres. Esquinero como señala el nombre, el Urgell Londres era propiedad de Santi Olivella, veterano de la restauración barcelonesa, que defendió a principios de siglo el Cata 1.81, plaza que ocupa hoy el restaurante Haddock, y donde hicieron famosos los macarrones con chocolate blanco y sobrasada. Un plato que había actualizado el chef Moussa el Yamlahi, nacido en Tánger, que nunca ha probado el cerdo. 

La Milpa. Nicolás de la Vega y Frank Beltri, de Slow & Low, lanzaron un restaurante mexicano (que no taquería) en Baixada de Sant Miquel, 6. Servían platos que nacían de recuerdos. Duró casi, casi, lo que se tarda en preparar un guacamole sin tomate (porque ellos lo preparaban así). El proyecto no funcionó como hubieran deseado y lo finiquitaron; temían, eso dijeron, que pusiera en peligro Slow & Low.

Pappa Sven. La chef y propietaria, Nina Olsson, bajó en noviembre la persiana del exitoso establecimiento que abrió en 2010 y, tras publicar el libro de recetas 'Cocina nórdica' (Planeta Gastro), regresó a su país natal para reencontrarse con su familia y amigos. Era el único restaurante sueco de Barcelona, y dejó a muchos huérfanos de su reno estofado y de su bufet 'smörgosburd' (arenques marinados, salmones ahumado, embutidos, ensaladas, la llamada tentación de Janssons -patatas gratinadas al horno con anchoas-).

El Malparía. Este restaurante era el resultado de la alianza de Ever Cubilla (Claris 118) y Javier Caballero (Bodega Gol), del tiradito y de los callos. No era cocina fusión, sino cocina asociación. Estaba en Blai,2, la calle gobernada por las taperías. En la carta, los mejillones, la ensaladilla con gamba y bonito, la tostadita de anchoa, manchego rallado y pimiento; la ostra natural y otra con salsa 'ponzu', la croqueta de pollo/jamón y la de choco... Hubo desacuerdos entre ambos socios y el restaurante solo estuvo un mes estuvo abierto.

Somodó. El restaurante de alta cocina asequible con "un poco japonés y de mediterráneo" estaba en manos de Shojiro Ochi, que falleció. Su el jefe de cocina, Toshi Suzuki , tomó el relevo, pero en diciembre de 2022 decidió cerrar el restaurante para iniciar un nuevo proyecto.

Sergi de Meià. Sergi de Meià había vuelto a los fuegos en un local diferente (Laforja, 83), compaginando su trabajo como cocinero con la presidencia de una fundación. El lema de la casa era 'cuina catalana desacomplexada' y estaba bien elegido: cocina catalana con personalidad que ejemplifica de maravilla la crema de espinacas y el pichón/tripa de bacalao/'fajol'. "Un camino corto pero intenso", resume el chef, que no era propietario del negocio, sino un inversor que decidió cerrarlo pese a que no funcionaba del todo mal.

Arigato. Sebastián Mazzola y Sussie Villarico solo querían una heladería que se viera bonita y les salió un restaurante con platos hondos y humeantes, y un bar donde comprender el sake. Fueron tres años en Roger de Llúria, 114 hasta que dijeron 'hasta aquí' y lo anunciaron en las redes.

Sta. Fe. Este restaurante junto a la iglesia de Sant Gregori Taumaturg (Santa Fe de Nou Mèxic, 18) tenía una fiel clientela gracias a los 'ssams', 'rolls' y otros platillos más clásicos, bien elaborados y de sabores potentes, como la ensaladilla rusa de langostino, el bikini trufado de mozzarella y jamón ibérico y el 'tartar' de tomate. Tras recibir una suculenta oferta de traspaso, los socios la han aceptado hace unas semanas. Llevaba poco más de un año abierto.

Mattone. La pizzería semiclandestina que había en el sótano acristalado de Bistró Mató  (Bisbe Català, 10) proponía platos sin complicaciones con buen producto italiano. Cerró en primavera de 2022 y ahora es la arrocería de Bistró Mató.

Non solo pizza. Este negocio de Enric Granados, 110), especializado en pastas artesanas y especialidades genovesas (la pizza no entraba en su oferta),y con vinos italianos interesantes y asequibles, ha sido traspasado a unos empresarios rusos.

Manairó. En este restaurante de Diputació, 424, el talentoso (y manitas, porque a veces se hacía sus propios utensilios de cocina) Jordi Herrera llegó a lucir una estrella Michelin... pero se fue apagando hasta que, hace unas semanas, cerró para siempre.

Dumbo Café. Lo que era Café San Telmo tenía una propuesta más 'healthy' en la que mandaban 'bowls', sándwiches y cafés de especialidad, además de huevos, 'burgers' y 'brunchs'. Con el fin de la pandemia, los clientes del barrio (está en Buenos Aires, 60, junto a la Diagonal) reclamaron una vuelta a los orígenes y el negocio cerró hace menos de un año para volver a ser Café San Telmo, una cafetería más clásica, con 'afterwork' para disfrutar de un gintónic.

La excepción: un cierre anunciado

Petit Pau. Con antelación y en redes sociales, Pau Gascó, el chef y propitetario de Petit Pau (Espanya Industrial, 22), anunció que bajaba la persiana de su restaurante, en el que habrá servido su cocina de autor durante más de nueve años. Lo hizo "con la cabeza bien alta y mucho orgullo por el trabajo bien hecho" en su barrio, Sants. Gracias a su excepcional anuncio, aún hay tiempo para saborear sus platos.

Adiós a clásicos de barrio

Can Lluís. Poco le faltó para llegar a ser centenario, ya que abrió en 1929 y cerró en 2021. Pero la pandemia fue fatal, tanto como la batalla judicial que mantuvo con el fondo inmobiliario que adquirió el edificio donde estaba, en el Raval (Cera, 49). Vázquez Montalbán se removería en su tumba al ver desaparecer el lugar donde tanto disfrutaba de sus buñuelos de bacalao.

Granja Montsant. En la esquina de las calles de Urgell con Consell de Cent, se despide de varias generaciones de clientes este viernes, antes de ver terminada la pacificación total de Consell de Cent con la 'superilla' municipal. No cierra por falta de clientes, sino por el agotamiento de la propietaria y la reciente muerte de su madre, que había sido "el alma del local".

Senyor Parellada. Lo que ahora es Carmina fue, durante muchas décadas, Senyor Parellada (Argenteria, 37). Depués de 38 años, echó el cierre víctima, otra más, de la maldita pandemia.

Cierres en la zona del paseo de Sant Joan

Sant Joan. Desde septiembre pasado, ya no se ven colas frente a Sant Joan, en el número 65 del paseo homónimo. Sus platos caseros ejercían de poderoso imán para unos comensales que no podían reservar mesa, y que no podían pedir menú de mediodía porque, simplemente, no lo había. Estuvo abierto 41 años.

Dirty Duck. Un año antes (en septiembre de 2021) y en la misma zona (estaba casi en la esquina de la calle de la Diputació con el paseo de Sant Joan), bajó la persiana. Era un restaurante con nombre bar de copas que hacía comida casera -bordaba los callos y las paellas- pero nunca preparó un plato con pato. Sus propietarios de jubilaban tras 41 años al pie del fogón.

La Llave, A un par de manzanas de allí, otra institución, La Llave, cerraba para siempre. También aquel mes y también tras estar 41 años dando servicio a vecinos y trabajadores de la zona, fieles a su cocina de mercado. Pero la fallida negociación por la renovación del alquiler y una pandemia económicamente devastadora pusieron fin al popular restaurante de la Dreta del Eixample.