Comer por menos de 15 €
Menú del día: Cal Bonete, supervivientes en la Colònia Castells
Ir a este restaurante de Les Corts es alimentar el manido "ir a comer a casa de" pero con fundamento
Cuando tomé rumbo hacia el lugar de encuentro de aquel jueves, no me lo creía mucho. Es decir, sí, pero no; no iba muy convencido de que fuera verdad. Iba de camino a la Colònia Castells, en Les Corts, lugar que antes frecuentaba mucho más. Esencialmente ese "antes" es el periodo previo a que se ejecutara la barbaridad de barrerla prácticamente entera y desapareciera trágicamente una buena parte del patrimonio urbano barcelonés, como la magnífica Bodega R. Ruiz de la calle del Montnegre o, ya más recientemente, el Bar Restaurant Les Gabarres, en Entença con Gelabert, cuyos menús se recuerdan con especial cariño.
Sucede que el local vecino al visitado en esta ocasión es otra joya barcelonesa no lo suficientemente reconocida (siempre en mi opinión): la Bodega Brugal. Ahí eché un breve pero estupendo rato de espera, embobado contemplando el lugar, mientras llegaban mis adorados y ya, por suerte, menos añorados Carlos y Carol; con quienes iba a compartir mesa (y manteles individuales de papel) ese día. Un jueves bastante decente cuanto menos.
Cal Bonete
Morales, 28. Barcelona
Tf: 93.430.01.81
Precio: 10 €
Entrar a Cal Bonete es alimentar el manido "ir a comer a casa de" pero con fundamento, porque en Cal Bonete no solo se reivindica el hogar en su rótulo, sino que también en la sala, porque Cal Bonete es casa. Y así se les refleja en la cara del resto de comensales, de los que pondría la mano en el fuego que siguen siendo asiduos, como ha sido siempre. Y recto para dentro a formar parte de ello. Como unas castañuelas.
Menú en el que atacamos al unísono al arroz de la jornada. Si tengo que sintetizarlo en algo relativamente rápido, os diré que Carlos, alicantino de pro, dijo -con media sonrisa- que "el arroz se deja comer" a la par que los otros dos hundíamos por tercera vez el tenedor en el plazo con gozo. Gran noticia. En mi descargo, diré que espero repetir algún día ese arroz con buena costilla y verde, que puede aparentar ser no muy complicado, pero lo que sí sabemos es que es certero.
En los segundos se rompió la unanimidad, porque la cosa estuvo entre los huevos fritos (ojito a la puntilla si eres puntillista porque interesa) con chorizo y patatas; o el bistec, también con patatas. Platos de las que cuesta despedirse, porque vienen ganas de repetir tal cual acabas y no es por hambre.
Para acabar, una excepción a la gira de postres tradicionales de casas de comidas. O sí. O quizá ya sí es que un ultraprocesado como la Comtessa forma parte de nuestro imaginario gastronómico. Y con orgullo, se entiende.
Porque los reductos galos de zonas azotadas por el rodillo son de querer siempre, a ver. Pero como encima te sientas en familia como lo haces aquí, pues no hay nada más señoría.
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