Una pérdida sensible

Cierra Sant Joan, un clásico de la Dreta de l'Eixample

Los platos caseros del popular restaurante generaban colas cada día a la hora de comer, reflejo de la fiel clientela que han tenido desde que abrió hace 41 años

El equipo de el restaurante Sant Joan, con los fundadores, Joan Basart y Gloria Catalán, al frente y la hija de ambos (derecha), Glòria Basart, este viernes, último día en que han servido platos.

El equipo de el restaurante Sant Joan, con los fundadores, Joan Basart y Gloria Catalán, al frente y la hija de ambos (derecha), Glòria Basart, este viernes, último día en que han servido platos. / Joan Cortadellas

Ferran Imedio

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Este viernes será el último día de colas como las que cada día desde hace décadas se formaban, a la hora de comer, en la esquina del paseo de Sant Joan con la calle de Aragó. Cierra Sant Joan, otro icono gastronómico y popular de la Dreta del Eixample como lo fueron sus vecinos y añorados La Llave y Dirty Duck. Una "casa de comidas más que un restaurante", como le gusta puntualizar a su dueña, Glòria Basart, que echa el cierre tras 41 años dando de comer unos platos de cocina de mercado que tenían una legión de seguidores.

Pero como la madre de Basart, Gloria Catalán, que abrió el establecimiento tras pasar por el cercano Portolés, y su padre, Joan Basart, no se querían jubilar porque Sant Joan era su vida, la restauradora ha decidido dar un valiente paso a pesar de que el negocio va muy bien: cerrar el restaurante para que ellos, con 75 y 73 años, puedan descansar por fin y disfrutar un poco de la vida después de tantos años al pie del cañón. Su madre, por ejemplo, comenzó en el oficio a los 14 años. "Ellos no pensaban irse si yo no me marchaba. Así que paro como un acto de amor hacia ellos porque no los quiero ver morir alli".

Y también descansará Glòria, aún exhausta tras una durísima pandemia que en los últimos meses no le ha permitido, dice ella, "estar a altura de todo aquel que pasa por la puerta". Lleva desde los 18 años currando a tope de ocho a ocho de lunes a sábados. Le viene de familia (su abuelo abrió con un socio Els Pescadors y luego montó Portolés y, más tarde, Sant Joan con su hija, la madre de Glòria, en el número 65 del paseo).

'Peus de porc', callos con garbanzos, croquetas...

No estarán de acuerdo con ella los que han pasado por esa puerta y se han sentado en alguna de sus mesas a comer sus platos caseros "hechos con muchísimo cariño" y de abundantes proporciones. "Un plato aquí eran como dos o tres platillos en cualquier otro sitio", sonríe Basart. Se sentirán huérfanos de sus 'peus de porc', de sus callos con garbanzos, de sus sesos a la romana, de sus croquetas, de sus alcachofas "de temporada y jamás congeladas"... "Todo hecho en una olla, con gas y mucho mimo porque la cocina es una manera de transmitir sentimientos", proclama con orgullo.

Sant Joan no tenía web ni redes sociales. Una 'rara avis' en el mundillo gastronómico, tan dado en los últimos tiempos al postureo. "No es un sitio donde digas 'qué 'cool', qué 'fashion'; no es un sitio para colgar fotos en las redes sociales donde hay gente guapa", subraya Basart, feliz cada vez que escuchaba, y eso sucedía muy a menudo, que sus platos les recordaban a los que hacían sus abuelas o sus madres y que en ningún otro sitio los probaban.

Tampoco hace falta que lo diga porque las colas que se formaban cada día frente a Sant Joan, que no admitía reservas, hablaban de su trabajo, y eso que no servía menú de mediodía, aunque por unos 15-20 euros podías comer y saciar tu hambre perfectamente. Por eso, este viernes, que baja la persiana para siempre, quiere agradecer a la clientela su fidelidad: "Somos los que somos gracias a quienes han entrado por la puerta. Siempre les estaremos agradecidos porque nos han dado la vida".

Una vida que, para los que peregrinaban a comer a Sant Joan, ya no será tan sabrosa.

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