Adiós a otro veterano del Eixample
Cierra el restaurante Dirty Duck tras 41 años sirviendo cocina casera
Los dueños del restaurante de la calle de la Diputació, junto al paseo de Sant Joan, se jubilan

La sala de Dirty Duck, el pasado viernes al mediodía. /
No nos vamos a engañar. Dirty Duck no parecía el mejor nombre para un restaurante de comida casera que bordaba los callos y las paellas, pero a los dueños del negocio, Emilio Bardón y Raquel Miguel, no se les ocurrió ninguno mejor que este cuando abrieron, en diciembre de 1980. Suena a bar de copas, y el cartel de la entrada es algo ambiguo. Pero un hermano de Emilio, que al principio también fue copropietario, frecuentaba un local del mismo nombre en Inglaterra que le gustaba mucho y a su regreso les convenció para bautizar así el nuevo negocio, que el 30 de septiembre bajará la persiana definitivamente.
Queda aquí la anécdota. Para más inri, ¡jamás! han cocinado una receta con pato, y eso que su nombre en castellano sería Pato Sucio (y para aún más inri, Emilio hace alguna en casa).
El cierre de la vecina La Llave
En unos días, entre los vecinos y trabajadores que andaban cerca de la esquina de la calle de la Diputació con el paseo de Sant Joan quedará el recuerdo de sus platos. Porque baja la persiana definitivamente. Otro adiós en un barrio que lloraba, hace poquísimas semanas, el cierre de La Llave, institución culinaria de la zona.
Emilio y Raquel se jubilan. Su hija, Raquel, que les ayudaba y que propuso una carta más moderna (sin suerte, porque Emilio es muy tradicional para estos menesteres), no seguirá con el negocio. "Se lo quité cabeza porque tal como están las cosas es mejor que no lo haga, es mucho follón", comenta la 'jefa'.
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Así que lo traspasan y dejan a sus clientes sin las celebradísimas raciones mañaneras de tortilla y sin las lentejas estofadas, sin el bacalao 'a la llauna', sin los pies de cerdo y sin el cordero asado de los mediodías, y sin las cenas a base de tapas. En definitiva, sin su cocina de mercado hecha con cariño. Lo saben quienes hacían cola en invierno, años ha, para probar su 'carn d'olla'.
Han superado la pandemia a base de vender platos a domicilio y llenar su terraza, que casi hace esquina con el paseo de Sant Joan. Pero la edad (de jubilación) no perdona, y Dirty Duck cierra. Entre risas, Raquel Miguel lamenta que, aún hoy, algún despistado entra allí pensando que es un bar musical. "Suerte que el boca-oreja nos ha ido siempre muy bien". Pero no nos engañemos, ese nombre...
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