Los restaurantes de Pau Arenós
Mirch: 'burger' al estilo indio en el Raval
Después de consolidar Tandoor, Ivan Surinder prueba suerte con la cocina callejera 'indoor' (a la que da algunas pinceladas catalanas)
Pau Arenós
Coordinador del canal Cata Mayor
Periodista y escritor, con 17 libros publicados, entre ellos, novelas y cuentos, y media docena de premios, como el Nacional de Gastronomía. Ha estado al cargo de las revistas 'Dominical' y 'On Barcelona' y ha dirigido series de vídeorecetas y 'vídeopodcast'. Entre las últimas publicaciones, 'Nadar con atunes y otras aventuras gastronómicas que no siempre salen bien' y el recetario 'Cocina en casa'.
En la puerta acristalada de Mirch Indian Garito, Ivan Surinder ha hecho que impriman una caricatura de su padre gritándole. Nath Surinder Oberoi, que falleció con solo 50 años, fue el primer cocinero indio que abrió un restaurante en Barcelona. «En la India, es costumbre honrar a los muertos con su imagen y un collar de flores. Yo no quería eso». Quería algo jovial y rompedor, explica Ivan.
Ese dibujo cachondo ilustra qué pasaría si Nath estuviera vivo e Ivan le sirviera uno de los bocados de Mirch: el 'naan' (pan plano) con beicon y queso. ¡Ira, rayos, centellas! Que quede claro: es una marranada, y está bueno.
Mirch es el establecimiento que Ivan, de 28 años, habría hecho en el 2014 si se hubiera atrevido, pero hacía demasiado poco del fallecimiento del padre y firmó el respetuoso Tandoor, una mirada moderna (pero canónica) a la cocina del subcontinente. En el 'indian garito', equipado con un horno 'tandoor', Ivan se desmelena y se siente más libre que un personaje de Salman Rushdie. Lo ha abierto pensando en la demanda cada vez mayor de comida-para-llevar (el modo 'millennial' de alimentarse), aunque dispone de unas mesas largas para recibir a una veintena de clientes. Faltará espacio, Ivan.
Un dios Ganesha de color naranja garantiza la suerte. Paredes con azulejos rojos, amarillos y marrones y cobras y tigres para recodar que 'mirch' se refiere a la guindilla y significa picante o que pica. Para tranquilizar a picajosos, ardor bajo.
Chiringuito ravalero, tiene en la carta dos hamburguesas. Una es un imprescindible de las calles de Bombay: el 'vada pav', creado a mediados de los 60 por Ashok Vaidya, que abrió un puesto frente a una estación de tren para proporcionar tentempiés a los obreros. A diario, se venden millares de esos bocatas en toda la India. Las cadenas internacionales de 'burgers' son humilladas por la aportación local.
En las manos de Ivan es un disco de patata, hoja de curri, semilla de mostaza y cúrcuma dentro de un 'brioche' de mantequilla.
A partir del 'pav', se le ha ocurrido otro con pollo (contramuslo rebozado y salsa de 'butter chicken') también metido en un bollo. Buenísima esta 'burger' india en Ravalistán. Hay que pedirla porque podría ser una divisa de la Barcelona integradora.
Igual que ganó la confianza de su madre, Poonam Chitra, con la apertura de Tandoor, Ivan también espera recibir la bendición para Mirch: «Para ella, la cocina india es otra cosa, pero le digo que para que compren su cocina, tal vez haya que contar una nueva historia».
La citada hamburguesa de pollo, el 'naan' de beicon o las bravas, patata agria con un 'allioli' con ajos confitados, cúrcuma y cilantro y otra salsa con kétchup y menta, y un aceite de encurtidos. Una sugerencia catalanoindia.
Cocina callejera indoor (Kao Street, Gringa, Hawker 45, Masala 73, Bangkok Café, Parking Pita, Baby Jalebi...), tiene en la mini carta un hummus de lentejas 'channa' (excelente) con zanahorias y 'crackers' con alcaravea (y demasiadas hojas de cilantro encima).
Varios e imprescindibles curris.
Uno de cordero ('mutton rogan josh') con yogur y 'calçot': ahí has estado bien, Ivan; otro, de pollo ('chicken korma') con leche de coco, anacardos y pistachos. En ambos casos, carnes en su punto. Me acompaña otro 'naan', este, sin sobresaltos.
Redescubro el río subterráneo que une los moles y los curris y me pregunto el porqué de la conexión. Y pienso en el romesco.
Helado de Delacrem de chai que refresca las papilas, y galleta Parle-G («por nostalgia: mi abuela me las daba»).
Bebo el chardonnay Mas Escorpí en inadecuado vaso: este no es un sitio para los vinos (solo tienen dos), sino para las cervezas. El cocinero asegura que el cava casa bien «con la comida india». Pues, nada, abramos burbujas.
¿Estamos ante algo nuevo? Una cocina que habla indio y que habla catalán y que da prometedores pasos.
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