BARCELONEANDO

Sesión doble con gaseosa

El investigador Roberto Lahuerta rastrea la geografía fantasmal de los viejos cines de barrio

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OLGA MERINO / BARCELONA

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Fue una tarde de 1967 en el desaparecido cine Turó, de la calle Aneto. Roberto Lahuerta Melero (Zaragoza, 1956) entraba en un cine por primera vez en la vida, de la mano de sus padres y en la compañía de sus cuatro hermanos varones, junto a quienes se deleitó con 'La ciudad no es para mí', protagonizada por su paisano Paco Martínez Soria, recién llegado del pueblo maleta y gallina en mano, seguida de 'La carga de la policía montada', una de tiros ambientada en Canadá, casacas rojas contra pieles rojas. Un "selecto programa doble", se decía entonces.

Aquella debió de ser una velada histórica en el álbum familiar porque los progenitores jamás volvieron a pisar una sala, tal vez porque el concepto de ocio no existía entonces entre los currelas, mientras él sucumbía a un vicio incurable: el de cinéfilo empedernido. "¿Pero cuántas películas te quedan aún por ver?, me pregunta muchas veces mi mujer", dice Lahuerta riéndose mientras posa para las fotos en el emplazamiento por él escogido, en la Guineueta: la carcasa del viejo cine Paladium, donde se ubican ahora un supermercado y un aparcamiento.

La sala en cuestión se inauguró en mayo de 1967 en una de las cuestas sin asfaltar de una periferia entonces en plena construcción para dar cobijo a la nueva población inmigrante. "Muchas barriadas carecían de servicios básicos, de ambulatorio y colegios, pero el cine, en cambio, no faltaba; con paciencia, en un año podías ver las películas de estreno en el barrio". Fantasías en cinemascope para evadirse de las estrechuras de la realidad.

PIPAS Y ZOTAL

A falta de otro pan, para varias generaciones, para quienes fueron niños y adolescentes en los años 50, 60 y 70, el cine constituyó una suerte de educación sentimental, un catalizador de la imaginación en salas donde el respetable aplaudía si el guapo y la rubia se besaban o cuando los buenos llegaban al galope. Cines de barrio, con gallinero, cáscaras de pipas y olor a zotal, inmortalizados por el escritor Juan Marsé en una novelita y una canción musicada por Serrat, 'Los fantasmas del Roxy'. 

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"\"En algunas salas\u00a0","text":"\"En algunas salas\u00a0hab\u00eda un intermedio con n\u00fameros de revista y variet\u00e9s\", recuerda Lahuerta"}}Lahuerta fue también uno de aquellos niños inventores de 'aventis' tras la peli del sábado por la tarde en los que fueron sus cines de cabecera: el Rosal, en el barrio de Porta, y el Virrey, en la plaza homónima. Un investigador que tiene las películas inventariadas en el disco duro de la cabeza: ¿'Lo que el viento se llevó'? “La vi en el 73, en el Cine Diamante”.

De aquella pasión por los viejos proyectores han surgido ya varias obras, entre ellas 'Barcelona tuvo cines de barrio' (Temporae), un periplo concienzudo por la geografía fantasmal de 132 locales, en su mayoría extintos, distribuidos por los 73 barrios de la ciudad. Un libro con fotos y trufado de anécdotas, como la costumbre de colarse a través los lavabos del Cine Monumental, en la calle de Sant Pau, a la contigua Sala Diana.  

TRENKA Y MACUTO

"La gente acudía al cine con la gaseosa y la fiambrera de la cena, y en algunas salas, como el Barco y el Versalles, había a principios de los años 50 un intermedio con números de revista y varietés entre pase y pase", cuenta Lahuerta. Un par de canciones de artistas que entonces lo petaban -Juanito ValderramaManolo EscobarPepe Blanco y Carmen Morell- y, hale, a por otra película. "Era la diversión que había, y las salas se llenaban hasta los topes".

Roberto Lahuerta, que trabaja de noche, como radiólogo en el Hospital de Sant Joan de Déu, lleva años invirtiendo el tiempo libre en su peculiar cartografía del celuloide y está a punto, a punto -tanto como la semana que viene-, de sacar otra investigación, esta vez publicada por Quarentena Ediciones: 'Barcelona, sus cines de estreno, repertorio y arte y ensayo'. Locales como el Arkadín, el Aquitania, el Capsa... Nombres que bailan en la memoria con la trenka y el macuto de piel vuelta.