Corrupción y crecimiento
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
Miramos la corrupción con las gafas de la moral. Y se nos aparece como uno de los lados más óscuros de la condición humana. La juzgamos con las vara de la ideología y a menudo vemos la paja en el ojo ajeno y obviamos la viga en el propio. Pero la corrupción es también, y quizás fundamentalmente, un asunto económico. Los académicos llevan décadas estudiando el impacto de la corrupción en el crecimiento económico. La doctrina señala principalmente tres ámbitos de incidencia: la distorsion de la competencia que presiona al alza los precios; el sobrecoste de las obras y servicios que encarece el gasto público y genera déficit público al aumentar la ineficiencia; y, como consecuencia de todo lo anterior, el alza de los impuestos y su encarecimiento en relación a los servicios que reciben los ciudadanos. El economista Xavier Sala-Martín, al que muchos acusan de 'neocon', ha llegado incluso a elaborar una fórmula matemática que permite computar el impacto porcentual en el PIB de las prácticas corruptas.
Evidentemente, las empresas no son las únicas ni las principales encargadas de erradicar la corrupción. Pero pueden ayudar, y mucho. No solo por razones morales ni por simpatías políticas. Limitar la corrupción es una manera de asegurar el correcto funcionamiento del mercado. ¿Cuántas empresas no habrán cerrado por negarse a participar en concursos amañados? Luchar contra la corrupción es una condición necesaria para hacer viable el estado del bienestar en la era de la globalización. ¿Cuántas empresas no se habrían deslocalizado si las tasas de corrupción local hubieran sido inferiores a las de los países con salarios más bajos? Acabar con la corrupción puede también mejorar la eficiencia fiscal. ¿Cuántos recortes se habrían podido evitar o cuántos impuestos hubieran dejado de subir sin la 'Gürtel', el 'Palau' o 'Pretoria' y tantos otros nidos de corrupción? En la era de la transparencia sería un puntazo que una empresa o una patronal diera un paso y denunciara un concurso corrompido. Se reconciliarían con la ciudadanía e impregnarían a los políticos de un miedo que ahora no tienen.
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