DOCUMENTOS INÉDITOS El tribunal militar destacó que Pujol y Pizón aportaron gratis «el trabajo y el papel»

Las octavillas de Pujol

El consejo de guerra que en 1960 condenó al 'expresident' le acusó de querer «desprestigiar» a Franco con unos panfletos Los militares destacaron el «tono subversivo» de los pasquines

En libertad 8 Pujol, con su primogénito, a la salida de la cárcel.

En libertad 8 Pujol, con su primogénito, a la salida de la cárcel.

NEUS TOMÀS
BARCELONA

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«Un pueblo vive también, y muy especialmente, del respeto que siente hacia sí mismo, de su orgullo, de su honor. Que nadie sonría con una sonrisa de conejo. Un país que no siente respeto por sí mismo está condenado». La frase es de Jordi Pujol y la pronunció hace tres años durante un acto conmemorativo de los llamados Fets del Palau, por los que el expresidente de la Generalitat, entonces un joven catalanista de 29 años, acabó en la cárcel de Zaragoza. EL PERIÓDICO ha tenido acceso a la sentencia que emitió el consejo de guerra sumarísimo que lo juzgó en junio de 1960.

En este documento, hasta ahora inédito, el consejo presidido por el general Ángel González de Mendoza y Dorvier considera probado que Pujol y el impresor, Francisco Pizón Male, fueron «los autores» de las octavillas -«hojas clandestinas, de tono y matiz subversivo», según el argot franquista- que se repartieron en el Palau de la Música el 19 de mayo de ese mismo año durante un homenaje al poeta catalán Joan Maragall.

Entre las octavillas que se lanzaron ese día (y que según la policía del régimen también se repartieron por Barcelona durante las semanas previas), la que más molestó al tribunal militar franquista, y así lo hicieron constar, es la titulada «Os presentamos al General Franco». Esta, como el resto, estaban escritas en catalán (detalle que evidentemente no pasa desapercibido) y, según la sentencia, tenía «la evidente finalidad de ofensa y desprestigio» del caudillo. En el citado pasquín podían leerse, entre otras, las siguientes referencias al dictador: «El General Franco, el hombre que pronto vendrá a Barcelona, ha escogido como instrumento de gobierno la corrupción»; «El hombre que pronto vendrá a Barcelona además de un opresor es un corrector» o «En Catalunya la persecución cultural constituye un hecho de auténtico vandalismo».

Aportación gratuita

Según los altos mandos militares que les juzgaron, Pujol y Pizón se encargaron de imprimir «unos dos mil ejemplares» de este panfleto aunque solo «se tiraron unos mil ejemplares» para «ser profusamente repartidos unos días antes de la llegada del Jefe de Estado». En la sentencia se subraya que ambos «aportaban gratuitamente su trabajo, el papel y demás material necesario». De nada sirvió que la defensa reclamase la libre absolución y ambos fueron condenados por un delito de rebelión militar. Pujol, a siete años ( de los que cumplió dos años y medio en la cárcel aragonesa y otro de confinamiento en Girona), y Pizón, a tres. La pena incluía «la suspensión de todo cargo público, profesión u oficio».El expediente penal posterior, también reproducido en esta página, incluye sus datos personales: Ya estaba casado con Marta Ferrusola, vivía en su piso de la ronda General Mitre y habían nacido sus dos primeros hijos (el primogénito, Jordi, tenía 2 años y la segunda, Marta, 6 meses). Asimismo, daba detalles como que es médico, sabe escribir y que no tenía hasta entonces antecedentes penales.

Desde mediados de 1961 hasta octubre del año siguiente, Pujol aprovechó su paso por la cárcel para escribir varios ensayos patrióticos que posteriormente fueron recopilados en un libro, Des dels turons a l'altra banda del riu (Pòrtic, 1978). De su estancia en prisión, se ha podido recuperar una carta que el expresidente de la Generalitat envía, el 19 de julio de 1961, al director de la cárcel en la que se ofrece para donar sangre.

Escrita de su puño y letra, Pujol le explica que se ha enterado de que existe una campaña para crear «una reserva de sangre en todo el territorio nacional» y que desea colaborar en ella. Y «suplica» que el director «tenga a bien tomar en considerar» su solicitud y «dar las oportunas órdenes» para que «sean efectuadas las pruebas necesarias» y se lleve a término la extracción de sangre. Prueba de que el recluso Pujol, además de no olvidarse de la política, ejerció también de médico.