ACCIÓN CONTRA LOS FEMINICIDIOS EN FRANCIA

'Collages' para batir la violencia machista

Desde hace un año, el grupo feminista 'Collages contra los feminicidios' empapela cada noche las calles parisinas con eslóganes para visibilizar las agresiones sexuales y el maltrato

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Irene Casado Sánchez

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Ana mezcla una caja de polvos blanquecinos con agua, el mejunje tarda 10 minutos en convertirse en una viscosa cola blanca. A dos pasos del Palacio Nacional de los Inválidos, el patio interior de un viejo edificio parisino se convierte en el centro de mandos de cinco jóvenes activistas. "Si nos pillan con las manos en la masa, nos multarán con 68 euros; si nos pillan paseándonos con el barreño y los pinceles… no nos pueden hacer nada", explica Caroline a dos veinteañeras recién llegadas. Un barreño, dos cepillos gruesos y una carpeta repleta de folios blancos con grandes letras negras conforman su pertrecho. El objetivo: empapelar las calles con eslóganes destinados a denunciar y visibilizar la violencia de género en Francia.

"Este es mi favorito", explica Ana con una media sonrisa señalando una pila de folios, en el primero de todos aparece la frase "El amor no mata". Desde hace un año, esta joven estudiante de cinematografía organiza cada semana una sesión de collage a través de las redes sociales. "Al principio éramos un grupo más bien pequeño, en los últimos meses el número de activistas se ha multiplicado y también el número de collages por toda la ciudad", afirma orgullosa. Bajo el nombre Collages contra los feminicidios, cientos de mujeres se reúnen en pequeños grupos cada noche para reparar los eslóganes que han sido arrancados de los muros parisinos o para pegar otros nuevos.

En los últimos 12 meses, todos los barrios de París, sin excepción, han amanecido, un día u otro, con una frase directa y clara en sus paredes. "Una violación cada siete minutos en Francia", "Puta no es mi nombre", "¿Hace falta que muera para que me escuches?", "No estás sola, yo te creo", son solo algunos de sus mensajes, convertidos ahora en parte de la ciudad. "A mucha gente no le gusta lo que hacemos, saben que hay un problema, que la violencia contra las mujeres es una realidad, pero prefieren mirar hacia otro lado […] Con nuestros collages , se tropiezan con nuestros eslóganes a diario", relata Caroline mientras observa a sus compañeras de batalla en plena faena.

No es la única persona que observa, vecinos y viandantes curiosos ralentizan su paso al cruzarse con las jóvenes, cuya destreza con los cepillos empapados de cola dejan boquiabiertos a más de uno. "Tenemos que ser rápidas, sobre todo en este barrio… por aquí viven muchas personas conservadoras que no dudan en llamar a la policía", lamenta la veinteañera. Los improperios que reciben a menudo, muy menudo, no son motivo suficiente para frenar el compromiso de estas jóvenes, indignadas ante el aumento de la violencia contra las mujeres, cansadas de ser objeto de comentarios sexistas y sexuales, convencidas de que un cambio de paradigma es posible.

UNA HERRAMIENTA CONTRA UN TABÚ

UNA HERRAMIENTA CONTRA UN TABÚ"¿Por qué habéis elegido esta calle?", pregunta una viandante con la voz entrecortada. No hay un motivo preciso, un muro en buen estado -las grietas complican y alargan la misión- es más que suficiente. Ana explica, como si de un ejercicio pedagógico se tratara, la misión del movimiento: "Queremos visibilizar la violencia contra las mujeres, queremos que sepan que no están solas, que estamos aquí para ayudarlas". "Hace 10 días me agredieron en esta misma calle", lanza la joven, una frase que parece aliviar un pesado fardo a sus espaldas. Toma nota del nombre del movimiento, convertido en un par de minutos en su foro de escucha y apoyo.

Denunciar las agresiones sexuales y visibilizar la violencia de género son los principales objetivos del colectivo

Los collages se han convertido en una forma de pasar a la acción, en una verdadera herramienta para acabar con el tabú que planea sobre la violencia contra las mujeres en Francia. "En el fondo, se trata de un ejercicio de pedagogía, nuestros carteles despiertan la curiosidad, la gente se interesa y el mensaje se difunde en todos los círculos sociales", reivindican. "Incluso cuando nos insultan en las calles, tratamos de entablar una conversación, cuando evocamos a una hipotética hermana, madre o prima víctima de cualquier tipo de violencia sexual, el tono suele cambiar rápidamente".

En su primer aniversario, las colleureuses -"pegadoras", como les gusta llamarse entre ellas- rindieron homenaje a las 122 mujeres asesinadas por sus parejas desde el inicio del movimiento. "Deborah, Audrey, Gracieuse, Anonyme, Anne-Laurie…", 122 nombres, en grandes letras negras sobre un fondo blanco, dieron forma a un memorial contra el olvido y también contra la inacción del Estado.

"Durante el confinamiento muchas mujeres nos escribieron a través de las redes sociales pidiéndonos ayuda, mujeres maltratadas por sus parejas que prefieren acudir a nosotras antes que a la policía… -suspira Ana, entre la cólera y la indignación- Es evidente que tenemos un problema importante en Francia". El número de llamadas al teléfono gratuito de urgencia contra las violencias conyugales se multiplicó durante los dos meses de confinamiento: "Entre las llamadas recibidas, 5.200 concernían a violencias conyugales, dos veces más respecto al año pasado", confirma la federación de Solidarité Femmes a la antena de France Inter.

Ante los múltiples mensajes de auxilio, las colleureuses pusieron en marcha un sistema de ayuda integrado por las activistas del movimiento. "Conseguimos apartamentos y residencias temporales para muchas mujeres que se encontraban en verdadero riesgo […] Propusimos soluciones que el Estado no es capaz de asegurar", relata la activista.

NOCHE EN COMISARÍA

NOCHE EN COMISARÍAEl futuro del movimiento, la ausencia de políticas efectivas, la ceguera de la sociedad, el negacionismo latente de las violencias conyugales… Caroline y Ana saltan de un tema a otro mientras supervisan el trabajo de sus compañeras: el tercer collage de la noche ha quedado perfecto. El cometido ahora es buscar un cuarto muro, "sin demasiadas grietas", para colgar el eslogan favorito de Ana. Misión abortada: un coche de policía espera a las jóvenes al final de la calle. Al control de identidad le sucede un rocambolesco interrogatorio: "¿Qué lleváis en al barreño?", pregunta un agente; "Cola", responden al unísono las jóvenes; "¿Para qué?", "Para nuestras clases de dibujo". La estrategia es clara: frases cortas y sin detalles para evitar pasar la noche en comisaría. Imposible deshacerse de la policía, solicitada por un vecino descontento que envió incluso una foto de las activistas acompañando su queja.

Frente a la amenaza de pasar la noche en comisaría, las colleureuses acceden a despegar su último collage, mientras explican a los agentes que comparten con ellos un mismo objetivo: "proteger y ayudar a las mujeres, víctimas de violencias conyugales o sexuales". Los policías asienten, pero no aprueban, "pegar cualquier cartel en las calles es ilegal", insisten una y otra vez. Todavía fresco, el eslogan "puta no es mi nombre" desapareció en un par de minutos. "Lo peor es que nos han confiscado la carpeta con el resto de folios, me pasé toda la tarde preparándolos […]", exclama Caroline. Pero también hay buenas noticias: "conservamos dos de tres, no está nada mal", sonríe. Su misión ha terminado por hoy, pero su agenda está repleta de nuevas citas. "Dejaremos de pegar, cuando nos dejen de matar", un leitmotif que aparece una y otra vez en las calles parisinas.

UNA LUCHA A LA QUE FRANCIA LLEGA TARDE

UNA LUCHA A LA QUE FRANCIA LLEGA TARDEEste movimiento feminista nació para combatir la lacra de la violencia machista, que en Francia arroja unas cifras escalofriantes. En el 2019, 146 mujeres fueron asesinadas por sus parejas (en España fueron 55), lo que supuso 28 víctimas mortales más que en el 2018. Además, con el agravante de que sus nombres no suelen aparecen en las televisiones, ni en las radios, ni en los periódicos. La violencia de género suele pasar desapercibida entre la sociedad francesa. Pero ignorar el problema, ni lo resuelve ni lo disipa.

Francia va con retraso. Incluso el Consejo de Europa mostró, el pasado mes de noviembre, su preocupación por las lagunas de la legislación francesa, señalando sus "dificultades para reconocer la naturaleza específica de la violencia contra la mujer" y su tendencia "a asimilarla con otras cuestiones sociales".

El Gobierno de Emmanuel Macron decidió entonces tomar cartas en el asunto anunciando medidas urgentes. "Durante mucho tiempo considerados como banales sucesos, la violencia conyugal es finalmente objeto de la voluntad política al más alto nivel del Estado", aplaudía por aquel entonces el diario 'Le Monde' en una tribuna titulada "<strong>Violencia conyugal: finalmente una toma de conciencia"</strong>. El periódico ponía el foco en la incomprensible contradicción francesa: "Las estadísticas de las violencias contra las mujeres son intolerables en un país que pretende, tras décadas de lucha, apropiarse de la igualdad entre los sexos".

La falta de medios económicos ralentiza también la lucha contra la violencia de género

En este contexto, en diciembre del 2019, Francia aprobó la suspensión automática de la patria potestad en caso de delito o de su enjuiciamiento en el marco de la violencia de género y decretó la implantación de brazaletes electrónicos para evitar un potencial acercamiento de los cónyuges violentos, sin necesidad de una sentencia firme.

La ley contra la violencia conyugal no fue promulgada hasta el pasado mes de julio. La normativa prevé la suspensión del derecho de visitas para los padres violentos y el levantamiento del secreto médico si la violencia pone en peligro inmediato la vida de una víctima, cuya voluntad estaría bajo el control de su agresor.

MEDIDAS SIN MEDIOS

MEDIDAS SIN MEDIOSA pesar de los avances en materia legislativa, son muchos los elementos a mejorar. El teléfono de atención gratuita para las mujeres víctimas de violencia fue inaugurado en marzo, pero funciona únicamente a ciertas horas del día y sólo de lunes a sábado. La falta de medios económicos ralentiza también la lucha contra la violencia de género.

Según el Alto Consejo de Igualdad, entre 500 y 1.000 millones de euros serían necesarios para combatir eficazmente la violencia contra las mujeres. Sin embargo, el presupuesto del Gobierno deja mucho que desear, pues sus anuncios y medidas no van acompañadas de un incremento particular de la partida destinada a frenar la violencia de género. Mientras tanto, el número de víctimas continúa aumentando al otro lado de los Pirineos.

En el terreno de la imagen del país vecino, tampoco ayuda que Macron nombrara, este verano, como ministro del Interior a Gérald Darmanin, investigado por una presunta violación.

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