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La escritora Mercè Rodoreda. 

La escritora Mercè Rodoreda.  / EPC

Leticia Blanco

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El pasado 13 de abril se cumplieron 40 años de la muerte de Mercè Rodoreda. Lejos de languidecer, su obra está más viva que nunca y ha reconectado con una nueva generación de lectores, sobre todo lectoras. ¿Cuál es la clave del éxito de una autora a quien durante décadas acompañó la etiqueta de cursi, para 'tietes'? 

Para Maria Bohigas, que ha ido reeditando su obra en Club Editor, la clave está en su genio literario. “Su obra llega ahora con la misma fuerza y precisión en las emociones que hace 50 años. Eso solo sucede con los genios y ella lo es”, opina. “La literatura catalana es relativamente pequeña por demografía, pero tiene dos gigantes a la altura los grandes: Víctor Català y Mercè Rodoreda”. 

Para el público de 'Twin Peaks'

Más allá de ‘La plaça del diamant’, sobre la que pesa la losa de ser lectura obligatoria en el instituto (“una desgracia porque le acabas cogiendo manía”), Bohigas está convencida de que el actual ‘boom’ rodorediano tiene su origen en el que fue su testamento literario, la novela “más bella que se ha publicado en España después de la Guerra Civil” según García Márquez y la más onírica de todas, la crudísima ‘La mort i la primavera’.

La nueva traducción al castellano de Eduardo Jordà de 2017 despertó complicidades nuevas, como la de la reina del terror Mariana Enriquez, y fue “puerta de entrada de muchos lectores que venían del fantástico”, explica Bohigas, que desde su sello la presenta como “un clásico intrépido para el público de ‘Twin Peaks’”. Irene Solà y Jia Tolentino, que recomendó ‘La plaça del diamant’ en The New Yorker, son otras fans de la escritora, una figura llena de claroscuros que suscita fascinación.

Un clásico europeo

Otra pista que habla de lo vivísima que está Rodoreda son sus traducciones. No es solo la autora catalana más traducida, es que además las traducciones son ‘retraducidas’, puestas al día cada cierto tiempo, algo que solo ocurre con los clásicos y que ha pasado en sus versiones al inglés, el alemán, el italiano y, en breve, el francés. Bohigas destaca que cuando hace tres años Penguin estrenó una nueva colección de clásicos europeos del siglo XX lo hizo con ‘Death in Spring’, un hito para la literatura catalana. 

El Institut d’Estudis Catalans es, por cierto, el que decide cómo, quién y qué se publica en todo el mundo a través de la Fundació Rodoreda y la agencia Casanovas & Lynch. Así lo decidió la escritora cuando hizo testamento. “Podría haber nombrado unos gestores de la obra y haber dejado a su hijo como heredero, pero lo puso todo en manos del Institut, quería estar amparada por la academia catalana. Me parece un gesto inteligente que dice mucho de lo consciente que era de su obra”, apunta Bohigas, quien señala que no ha sido hasta hace poco que en la comisión técnica de la Fundació ha entrado una mujer por primera vez en 40 años, la profesora de la UAB Monserrat Baccardi. 

Rodoreda y Armand Obiols, en una imagen de archivo. 

Rodoreda y Armand Obiols, en una imagen de archivo. / EPC

La zona gris de Obiols

“Existe una tendencia en la literatura catalana a que todos sus autores tengan que ser santos del santoral, y tampoco es necesario”, señala Bohigas, la impulsora de una colección dentro de Club Editor cuyo título lo dice todo: ‘La Cara Fosca de les Lletres’. Allí apareció hace unos meses el polémico ‘Ells no saben res’, un volumen con cartas y cuentos escritos desde la Francia ocupada por los nazis que bucea en las zonas grises de su pareja de entonces, Armand Obiols, que acabó como encargado de un campo de trabajo en Burdeos en el que llegaron a trabajar 3.000 refugiados. 

Bohigas defiende que Obiols no fue un colaboracionista, pero cuestiona la imagen de “Cenicienta del exilio” que se proyecta de Rodoreda. “En Francia estuvo al amparo de un hombre que trabajaba con los alemanes. Es algo que mucha gente sabía, pero que no se había explicado bien”. 

Un enigma, 40 años después

Lo cierto es que Rodoreda sigue siendo un enigma. Fue una persona enormemente libre pero discreta, que no quiso dejar huellas de su vida privada. Tras la muerte de Obiols en 1971, destruyó su correspondencia. Ambos habían convivido en París, Limoges, Burdeos y Ginebra, pero cuando a Obiols le ofrecieron un trabajo en la Organización Internacional de la Energía Atómica, con sede en Viena, Rodoreda se quedó en Ginebra. Su relación pasó entonces a ser epistolar y se fue enfriando por la aparición de otra mujer en la vida de Obiols, una traición que llenó a la escritora de decepción. Rodoreda solo salvó de la trituradora las cartas sobre temas literarios. 

Tampoco sabemos qué conversación tuvo con su hijo en el encuentro que mantuvieron en 1968 tras casi toda una vida separados (Jordi tenía nueve años en 1939, cuando ella se fue al exilio y él se quedó en Barcelona), solo que pasaron una noche entera hablando a solas, tras la cual ella le dijo: “No volveremos a vernos”. 

¿Fue bisexual?

Otro misterio de Rodoreda es la relación que tuvo al final de su vida con Carme Manrubia, la almeriense con la que vivió cuatro años en Romanyà de la Selva y quien pagó la factura de la clínica de Girona donde murió. Ambas se habían conocido en los años 30 y, aunque se perdieron la pista en el exilio (Manrubia lo pasó en Venezuela), se reencontraron en el ocaso tranquilo y exitoso de Rodoreda. Manrubia es un personaje fascinante que estuvo muy involucrada en la orden de los rosacruces, una secta cristiana, hasta el punto de tener en su chalet un 'sanctum', una sala para reuniones iniciáticas. Las dos están enterradas juntas en Romanyà de la Selva. 

¿Existió una relación más allá de lo platónico? La filóloga y 'exconsellera' de Cultura Mariàngela Vilallonga, una de las mayores expertas en Rodoreda – lleva la cuenta en Twitter, frecuentó a las dos y en 1984 compró la casa de Romanyà- está escribiendo una biografía sobre Manrubia cuya próxima publicación podría provocar movimientos sísmicos en el ecosistema literario catalán. Después de todo, el siglo XX está lleno de escritoras armarizadas, de Carmen Laforet a Elena Fortún. Habrá que esperar un poco más para resolver el enésimo enigma Rodoreda. 

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