En la Diagonal
Las obras para unir los tranvías abocan al cierre un taller en Barcelona: “Soy el daño colateral”
Un negocio abierto hace 70 años ve decaer un 40% los ingresos y se plantea la clausura al no poder encajar su vado a menos de 15 metros de la puerta
Las tres batallas políticas del tranvía por la Diagonal
Jordi Ribalaygue
Periodista
Periodista especializado en información local de Barcelona y el área metropolitana. Ha trabajado en El Mundo, EFE, Público, Ara, Tot Barcelona y medios locales de Sant Adrià de Besòs y Badalona. Ha colaborado en la redacción del libro 'Objectiu Venus', sobre el barrio de La Mina.
“Aquí ya no viene ni Dios”, lamenta Daniel Plana, la tercera generación al frente de un taller de piezas mecánicas en el Fort Pienc, en Barcelona. El local lo abrió el abuelo en la avenida Diagonal, a principios de los años 50 del siglo pasado, y al nieto le toca vivir el ocaso del negocio familiar, donde aprendió el oficio que le ocupa desde los 16 años. Durante una conversación de cerca de una hora con EL PERIÓDICO, ningún cliente ni ningún proveedor acuden al local, donde se manufacturan accesorios de tornillería, fresa y torno.
“Me quedan cuatro años para la jubilación. Pero, la verdad, no los veo”, suelta Plana, pesimista. Tras la puerta, tiene a la vista el motivo al que atribuye sus males: las obras de unión de los tranvías.
El tornero cuenta que se ve al borde del cierre desde que los trabajos para empalmar las líneas del Trambesòs y el Trambaix empezaron, hace ya más de dos años. Sin apenas faena que despachar, contempla el trajín de los operarios y el estrépito que atruena frente al bajo, próximo a la plaza de les Glòries, un tramo por el que circularán trenes a partir del último trimestre de 2024 para enlazar con la plaza Jacint Verdaguer. Luego quedará por abordar una conexión aún sin fechas claras, la que debe culminar en Francesc Macià, meta final de la operación iniciada en marzo de 2022 para fusionar dos circuitos hasta ahora inconexos.
Plana calcula que sus ingresos se han hundido un 40% desde que comenzaron a extenderse los raíles frente al trecho de acera que ocupa en la Diagonal. “El tranvía es lo que manda”, se percata.
La calzada se ha reducido de dos carriles a uno y, aunque el acceso está vallado a la altura de la calle Padilla, le ha quedado un paso para conducir con la furgoneta y aparcarla dentro del negocio. Aceptando asumir una cierta gimcana, también podrían entrar transportistas para surtirle de material, pero afirma que dejaron de hacerlo: “No quieren venir. El acceso es problemático: o tienen que descargar en Padilla y hacer el transporte a mano o tienen que abrir la valla. Y el camión que venía ya no puede pasar…". "Esto me ha hundido. En el distrito me dijeron que les sabía mal, pero que yo era el daño colateral”, sostiene.
Vado movible
Un obstáculo más que Plana señala que entorpece la continuidad del taller es que el vado ubicado enfrente del local desaparecerá. La reforma de ese punto de la avenida lleva a levantar la acera para que quede a la misma altura que las vías que atravesarán la calzada por el centro. A su vez, servirá para salvar el desnivel que se forma en el cruce con la calle Castillejos. Al empinarse la acera, se formará un muro que imposibilitará seguir entrando con vehículo justo delante de la puerta del negocio.
El Ayuntamiento explica que el inicio de las labores para interconectar los tranvías “hizo aflorar quejas del vecindario por la diferencia de cotas que ya existía en la esquina” de la Diagonal con Castillejos. Las pancartas aún cuelgan de algunos balcones. “Atendiendo a las demandas y al interés colectivo, se ha planteado una solución que nivela de nuevo la calzada de los vehículos y las vías del tranvía y que obliga a desplazar el único vado existente”, responde el consistorio.
La única entrada para vehículos es la del taller. El distrito ofrece moverla unos cuantos pasos a la izquierda del bajo, hasta un tramo donde la acera apenas se elevará sobre la calzada. “Son unos 15 metros de distancia. Tendré que pasar con la furgoneta por encima de la acera y maniobrar para entrar en el local. ¿No es eso una infracción?", pregunta Plana. "Me dijeron que hay excepciones en Barcelona. Pero, con un muro delante, ¿cómo entras y sacas la furgoneta? ¿Cómo vienen a descargar? Y si sale un niño corriendo del portal y lo atropello, ¿qué? Al menos, que pongan unas marcas amarillas, como en los cruces”, ruega.
Delante de donde se prevé el nuevo vado hay un establecimiento, ahora cerrado, que fue un bar hasta no hace mucho. “Para hacer viable esta solución, desplazaremos una terraza”, contesta el distrito. Añade que solo se permitirá que la furgoneta del titular del negocio atraviese la acera. “Esto pasa pocas veces al día”, destaca. En todo caso, matiza que el vado “puede ser a la vez una zona reservada de carga y descarga” para los clientes del taller.
“Se trata de una solución que resuelve, de la mejor manera posible, el problema planteado”, defiende el distrito. Agrega que “no ejecuta las obras [lo hace la empresa municipal BIMSA] y no puede prever compensaciones”, pero puntualiza que ha ofrecido no cobrar el vado a Plana. El tornero confirma que le han planteado ahorrarle la tasa, por la que abona unos 800 euros al año. “Aunque un vado así me crea más un problema que otra cosa -insiste-. Y, cuando me jubile, no será lo mismo traspasar el local con vado que sin acceso directo. ¿Quién lo cogerá si tendrá un muro delante?”.
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