Durante la ocupación nazi

Un nuevo volumen de cartas de Rodoreda sitúa en la 'zona gris' colaboracionista a su pareja en el exilio, Armand Obiols

Rodoreda y Armand Obiols, en una imagen de archivo.

Rodoreda y Armand Obiols, en una imagen de archivo. / EPC

Valèria Gaillard

Valèria Gaillard

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Una nueva publicación viene a echar luz sobre un periodo oscuro en la vida de la escritora Mercè Rodoreda, concretamente el que corresponde a su exilio en Francia hasta el 1945 y que pasó al lado de quien fue su pareja, el escritor Armand Obiols. 'Ells no saben res' (Club Editor) recoge por un lado quince cartas de Rodoreda a Carles Riba, escritas entre los años 1941 y 1942, y por el otro, tres cuentos donde se reflejan los destinos de los refugiados: "Cop de lluna", "Nocturn" y "Nit i boira". La editora y curadora del volumen, Maria Bohigas, señala que se trata de unas cartas que Rodoreda quiso conservar, ya que muchos años después de la ruptura con Obiols, que murió en 1971 en Ginebra, hizo una "purga" y eliminó las que no quería que trascendieran. "Estas cartas permiten romper con la estampa de una Rodoreda exiliada, sentada y cosiendo en Burdeos", argumenta Bohigas, para quien, sin lugar a dudas, la experiencia del exilio determinó profundamente su obra. "El desfile de personajes enfrentados a la ambivalencia y a la dualidad, la búsqueda prácticamente imposible de la inocencia: en la guerra se gestó todo", afirmó ayer durante la presentación del volumen.

La escritora Mercè Rodoreda. 

La escritora Mercè Rodoreda.  / EPC

A raíz de estas cartas y cuentos, que solo son una selección de los muchos que escribió entonces, un grupo de historiadores —Enric Gil Meseguer, Antonio Muñoz Sánchez, Agustín Castellano Bueno y Heike M. Martínez Figueirido—, ha desarrollado una investigación para contextualizar estos textos y que aparece en el volumen en forma de epílogo. Este trabajo de diez años ha sacado a luz situaciones que hasta ahora se desconocían por completo y que iluminan concretamente el papel de Armand Obiols en Todt. Esta organización era la encargada de construir infraestructuras de guerra nazis, como muelles para submarinos, bajo las órdenes de otra figura clave: Otto Warncke, conocido como papá Otto. Obiols se responsabilizó bajo su tutela del campo de Lindemann, situado en Burdeos, en el que llegaron a trabajar tres mil refugiados. "Hubo hasta cinco campos de estas características por la zona con condiciones de trabajo equiparables a los campos alemanes, pero en el de Lindemann existe claramente una singularidad, ya que las condiciones eran menos duras", explica Agustín Castellano. 

¿Se puede hablar de colaboracionismo?

Armand Obiols, que había sufrido, como tantos otros refugiados, los trabajos forzados en el Sur de Francia, se granjeó progresivamente la confianza de Warncke cuando fue requisado para ir a Burdeos, en marzo del 42, hasta el punto de que, tras tres meses de trabajar para él ocupándose de «hacer listas interminables» —en palabras de Castellano—, llegó a ser nombrado director de la Oficina del campo. Entre otros privilegios, podía vivir en un piso en Burdeos que compartió con Rodoreda hasta el final de la guerra. Ahora bien, en un campo del cual partió como mínimo un convoy con prisioneros judíos hacia los campos de exterminio nazis ¿hasta qué punto se puede hablar de colaboración por parte de Obiols?

Aquí los historiadores están de acuerdo en que el escritor era sin duda consciente de que "no era un simple campo de trabajo", puesto que en sus cartas queda claro que ha visto cosas "brutales". Sin embargo, dudan de que se pueda atribuirle la etiqueta, "simplificadora" —consideran— de "colaborador". "Tampoco sabemos si conoce el destino de los judíos en aquel momento, pero sí que sabe que pasan por el campo prisioneros judíos y soviéticos, que eran especialmente maltratados", apunta Castellano. En todo caso, no existen pruebas de que hubiera participado en la parte burocrática de estos envíos.

"¿Qué alternativa tenía? ¿Podía dimitir de su cargo? ¿Huir? Es cierto que no lo hizo mientras que otros sí", opina Enric Gil, quien apunta que Obiols se sitúa en la "zona gris", aquella que incluye los que no fueron héroes ni traidores. Por su lado, Bohigas señala una cuestión espinosa: "¿Qué hacen los dirigentes de la Generalitat republicana cuando pasan a Francia? ¿Participaron acaso en la Resistencia? La respuesta es desoladoramente clara", y añade, "los refugiados que lo hicieron son anónimos, anarquistas muchos de ellos, sobre los cuales no se escriben biografías". Respecto a cómo vivió y reflejó Mercè Rodoreda esta situación, la editora concluye "en sus cuentos emerge la consciencia de que vivir no es inocuo, estás actuando sobre los demás, permanentemente, son personajes desvalidos, nada simples".

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