Las claves

Biden, combativo, enciende la campaña contra Trump en el discurso sobre el estado de la Unión

Biden plantea la construcción de un puerto temporal en Gaza para entregar ayuda humanitaria

Biden sostiene un pin relativo a la muerte de la estudiante de Georgia Laken Riley.

Biden sostiene un pin relativo a la muerte de la estudiante de Georgia Laken Riley. / EFE/EPA/MICHAEL REYNOLDS

Idoya Noain

Idoya Noain

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El discurso sobre el estado de la Unión llegaba este jueves para el presidente de Estados Unidos, Joe Biden como una prueba de fuego. A menos de ocho meses de volver a medirse el 5 de noviembre en las urnas con Donald Trump por la presidencia, los interrogantes sobre su forma física y mental a los 81 años se han vuelto uno de los mayores puntos débiles de su candidatura y muchos de los focos estaban puestos no en su mensaje sino en cómo lo daba.

Debía navegar además las complicadas aguas de hacer un discurso establecido para informar al Congreso y al pueblo estadounidense de la situación del país, un tradicional repaso de logros y promesas, con la necesidad de aprovechar la que será la mayor audiencia para su campaña en meses.

El demócrata se ha lanzado a las dos misiones con fuerza y agresividad. Se ha mostrado combativo y hasta feroz atacando al republicano, realizando un ejercicio de contrastes.

Estas son las claves de la intervención:

A la yugular de Trump

Biden no ha citado directamente a Trump pero ha mencionado 13 veces a su "predecesor". Se ha referido a él tanto para abrir un discurso donde ha asegurado que "la libertad y la democracia están amenazadas" como para cerrarlo, poniendo en contraste sus ideas de defensa de "honestidad, decencia, dignidad e igualdad" frente a las de "odio, rabia, venganza y represalias".

En todo momento su denuncia del republicano ha sido feroz. En la primera ocasión ha recordado las palabras de Trump a Vladímir Putin animándole a "hacer lo que quiera" en Europa y ha dicho que un líder de EEUU inclinándose ante un ruso es "escandaloso, peligroso e inaceptable".

Ha hilvanado ese mensaje con el asalto al Capitolio, acusando tanto al expresidente como a republicanos de "intentar enterrar la verdad" de lo que sucedió en aquella insurrección, alimentada por bulos sobre los resultados electorales. "No puedes amar tu país solo cuando ganas", ha dicho, urgiendo a "respetar elecciones libres y justas, restaurar la fe en las instituciones y dejar claro que la violencia política no tiene cabida en EEUU".

Biden también ha hablado de su "predecesor" para denunciar como "imperdonable" su actuación durante la pandemia del covid, para criticarle por inacción ante China o en la lucha por la regulación de las armas de fuego, en cuestiones económicas o en su empeño persistente contra la reforma sanitaria de Barack Obama. Pero le ha señalado especialmente en inmigración, por presionar para bloquear la bipartidista propuesta ley de reformas, como en aborto y derechos reproductivos, cuestiones que van a ser centrales en la campaña.

"La cuestión es la vejez de nuestras ideas"

Biden ha enfrentado el elefante en la habitación de su edad tanto en las formas como en el mensaje. A lo largo de más de una hora de discurso (68 minutos) ha buscado mostrarse enérgico, elevando a menudo el tono, aunque le pasara factura a su garganta y elevara el carraspeo que ya le dispara el reflujo gastroesofágico que padece. Y ha buscado el intercambio directo con los republicanos que le increpaban, algo que en el discurso del año pasado hizo con soltura y obteniendo buenos resultados.

Nada más arrancar la intervención el demócrata ha bromeado diciendo: "si fuera listo me iría a casa ahora". Y también cuando la cerraba ha comentado: "sé que no lo parece pero llevo un tiempo dando vueltas". Pero ha sido en esa recta final cuando directamente ha abordado la cuestión de su edad, tratando de volverla en su favor.

"Cuando llegas a mi edad ciertas cosas se vuelven más claras que nunca. La cuestión que enfrenta nuestra nación no es lo viejos que somos sino lo viejas que son nuestras ideas", ha dicho, lanzando dardos tácitos a Trump. "No puedes liderar EEUU con ideas viejas que solo nos hacen retroceder".

Definiéndose como "optimista" ha declarado: "Veo un futuro donde defendemos la democracia, no la minamos; en el que restauramos el derecho a elegir y protegemos otras libertades, no las restringimos; un futuro donde la clase media por fin tiene una oportunidad justa y los ricos pagan su parte en impuestos; un futuro en que salvamos del planeta del cambio climático y nuestro país de la violencia de armas". Los dos últimos temas son vitales para buena parte del electorado joven.

Aborto y derechos reproductivos

Aunque Biden, católico, tampoco ha dicho esta vez la palabra aborto, ha vuelto a confirmar que la defensa de los derechos reproductivos es uno de los ejes de su propuesta política para un segundo mandato y para la campaña. Si el año pasado, con la protección constitucional del aborto ya derogada por el Supremo dedicó a la cuestión solo un minuto, 72 palabras, esta vez se ha explayado, reconociendo directamente que fue una cuestión ganadora para los demócratas en las urnas en 2022 y 2023 y "volverá a serlo en 2024".

En un momento se ha dirigido incluso a los jueces del Alto Tribunal que estaban presentes para recordarles, "con el debido respeto", que "las mujeres no carecen de poder político y electoral".

Ha hablado no solo de aborto sino de otras restricciones que han seguido a aquella decisión del Supremo, como la polémica sentencia del Alto Tribunal de Alabama de declarar "personas" a los embriones congelados que pone en peligro la fecundación in vitro. "Dios mío, ¿qué otras libertades van a quitar después?", ha planteado.

"Ilegales"

Si la defensa de los derechos reproductivos moviliza voto a favor de los demócratas las alertas sobre la crisis de inmigración lo hacen para los republicanos y la cuestión ha sido central durante el discurso, dejando algunos de los momentos más destacados y también uno que puede pasar a Biden factura con sus propios votantes.

Como ya hiciera hace unos días en su visita a la frontera sur el mismo día que la visitaba Trump, el presidente ha culpado al exmandatario y a los republicanos de hundir una propuesta bipartidista para reforzar la seguridad fronteriza y hacer reformas en el sistema migratorio. Cuatro veces ha señalado ahí a su "predecesor".

Los republicanos lanzaban gritos de "construye el muro" y le interpelaban. Y en un momento Biden ha cogido un pin que le había dado en la entrada la congresista ultra Marjorie Taylor Greene, una de las que le gritaban, con el nombre de Laken Riley, una estudiante de enfermería de Georgia que fue asesinada por un inmigrante de Venezuela. "Dí su nombre", le interpelaba la congresista.

Biden lo ha hecho y la ha recordado como "una joven mujer asesinada por un ilegal", un término que levanta ampollas entre la mayoría de los demócratas y los activistas que trabajan con inmigrantes.

Pese a que Biden ha tratado de marcar más contrastes con Trump prometiendo "no demonizar a los inmigrantes diciendo que envenenan la sangre de nuestro país" (algo que dijo el expresidente), "no separar familias ni vetar a gente de EEUU por su fe" y ha defendido el país como uno de inmigrantes "donde todos venimos de algún sitio pero todos somos estadounidenses", su uso de la palabra "ilegal" ha sido inmediatamente denunciado por congresistas progresistas y defensores de Derechos Humanos.

Gaza

El presidente ha hecho, como se había adelantado, el anuncio de construcción de un puerto temporal para llevar ayuda humanitaria a Gaza dentro de un discurso donde ha dedicado tiempo considerable al conflicto entre Israel y Hamás tras los ataques del 7 de octubre y a la crisis humanitaria que está desatando esa guerra.

Era una demostración no solo de su preocupación ante esa crisis, sino también de su conciencia del impacto político que su apoyo a Israel está teniendo para su intento de ser reelegido, alimentando la protesta y el descontento de bases progresistas que le reclaman acabar con el respaldo inquebrantable a Israel y que se están movilizando en su contra en las urnas, algo que no puede permitirse en noviembre. De hecho llegó con retrasó al Congreso porque su caravana desde la Casa Blanca tomó una ruta alternativa para evitar una protesta de manifestantes pro-palestinos.

Biden ha defendido de nuevo que "Israel tiene derecho de perseguir a Hamás" pero ha asegurado que "también tiene una responsabilidad fundamental de proteger a civiles inocentes en Gaza", que "debe hacer su parte" y debe "permitir la entrada de más ayuda y asegurar que los trabajadores humanitarios no se ven atrapados en el fuego cruzado". Dirigiéndose directamente al liderazgo israelí ha dicho: "la ayuda humanitaria no puede ser una consideración secundaria o una pieza para negociar" y ha recordado que "la única solución real es la de los dos estados".

Conforme repasaba la tragedia humanitaria ha citado los más de 30.000 palestinos asesinados (cifra que un republicano ha cuestionado a gritos), los niños huérfanos, los dos millones de palestinos bajo bombardeos o desplazados, y la falta de comida, agua y medicinas. Ese momento ha llevado a las lágrimas a la congresista Rashida Tlaib, la única de origen palestino, y que con otras progresistas como Cori Bush e Ilhan Omar había llevado unos abanicos donde se leía: "alto el fuego duradero ahora" y "dejen de enviar bombas".

Populismo económico

En una decisión bien pensada por Biden y sus estrategas el presidente ha abandonado el uso del término "bidenomics" con el que él y su Administración han estado defendiendo el éxito y los logros de sus políticas económicas, asumiendo la realidad de una desconexión entre lo que dicen los indicadores económicos y el sentimiento de la población, que sigue frustrada por los altos precios, desaprobando la gestión económica de Biden y mostrando en las encuestas más confianza en Trump en ese terreno.

El demócrata ha llamado a recordar que heredó "una economía al borde del abismo que ahora es la envidia del mundo" y ha optado por un lenguaje mucho más llano y cercano y por propuestas marcadas por el populismo económico.

Ha hablado de controlar el precio de los medicamentos, de ayudas a la vivienda y hasta de bolsas patatas fritas o chocolatinas que han reducido su cantidad o tamaño pero mantienen el mismo precio (la 'reduflación'). Se ha vuelto a erigir en defensor de la clase media y de los trabajadores y ha hecho numerosos guiños a los jóvenes, hablando de perdón de deuda estudiantil o ayudas para vivienda. Y poniéndose en contraste con Trump, ha presentado planes para subir los impuestos a los más ricos y a las grandes empresas y asegurar que el modelo fiscal es justo. "Ningún milmillonario debe pagar una tasa de impuestos más baja que un profesor, un trabajador de limpieza o una enfermera", ha clamado.