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Catalunya, como Wim Hof: prearada para su ascensión con o sin sandalias

Escuchábamos a Artur Mas pronunciar la metáfora "no se puede subir el Everest en sandalias" ignorando que el holandés Wim Hof, en el año 2007, subió hasta 7.315 metros del Choumolagma en sandalias y pantalón corto. La sociedad catalana se prepara para la ascensión, pero como en todo terreno hostil nunca sabes que peligro se puede presentar, y si en el punto de partida ya no se esclarecen las condiciones como óptimas, eso seguramente se traducirá en un hándicap presentado de manera flagrante ante tan ardua tarea. Tradúzcase la ascensión al Everest como la consecución de la autodeterminación, tal como lo presentaba en un lenguaje sibilino aunque altamente descifrable el ex presidente de la Generalitat.

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Quizá fue también un doble juego metafórico con la ya famosa sandalia presentada por David Fernández ante Rodrigo Rato convertida como un emblema dentro de la CUP pero también de todo un pueblo sumido en el hartazgo de ver la desfachatez de banqueros y políticos que se apropian de lo de todos para traspasarlo a sus cuentas bancarias y para nutrir los deseos de sus semejantes. Sea esa o no la doble relación del juego metafórico de Mas, la efeméride de Wim Hof la desmonta. Ya no solo en el plano de la retórica, sino en el estadio de la realidad, la que verdaderamente preocupa al pueblo catalán y a cualquier sociedad del mundo; a sus individuos que trabajan diariamente para que crezca y se desarrollen unas mejores condiciones para su existencia, para sus vidas.

Hoy día, al igual que Wim Hof con su atuendo atípico para toda una ascensión al Everest, las sociedades catalana y española han de conformarse con unas condiciones no óptimas para coronar la cumbre de los derechos y la justicia social. Pero incluso sin recursos, sin condiciones imprescindibles privadas por la mala praxis política, la sociedad catalana y española han conseguido medrar y salir adelante, así como lo hizo Wof. Quizá nuestro holandés no coronó la cima del mayor pico del mundo, pero casi lo consiguió en todo un alarde de fortaleza. Y es ese mismo valor, el de la fortaleza, el que caracteriza a las sociedades catalanas y españolas, quienes delante de la mayor de las adversidades siempre presentan espíritu de lucha.

Así podemos conseguirlo todo y avanzar en nuestras mermadas condiciones más de lo que lo hizo Wim Hof. La realidad del futuro es para quien la trabaja. Y en nuestro país suenan cada día millones de despertadores por la mañana. Aunque por la gestión de algunos en los últimos años hayan dejado de hacerlo muchos, seguimos trabajando para ganar el futuro delante de todos aquellos que nos han repetido infinitas veces que para poder tener hay que ser primero y que como Mas ignoraba la hazaña de Wim Hof, también ignoran que los derechos sociales son los fundamentos del nuevo edificio y no las paredes tal y como nos han querido presentar.

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