Escasa agua dulce
La sequía incrementará el precio de los mejillones del delta del Ebro
Los productores advierten de que sin agua dulce podrán producir mucho menos
La señal de alarma llega desde los arrozales: "Si nosotros no tenemos agua se desatará un efecto dominó fatal para todo el ecosistema que sufrirán especialmente los productores de ostras y mejillones". Lo advierte el agricultor Albert Pons y lo confirman los productores consultados por EL PERIÓDICO. Joan Alcalà, Pau Queralt o Tomàs Curco comparten preocupación por las restricciones de la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE).
Pero, si los mejillones se crían en el mar, ¿por qué necesitan el agua dulce? "Para alimentarse. Los mejillones captan microalgas en suspensión que sin el agua dulce de los canales son menos abundantes". Así lo cuenta Alcalà, que recibe a EL PERIÓDICO en lo que llaman "la pequeña Venecia".
"Afrontamos la falta de agua dulce con resignación, llevamos todo el año esperando este momento"
Joan Alcalà, productor de mejillones
Se trata de un pequeño canal que hay delante de la bahía de los Alfacs. Sirve de muelle a las distintas empresas que producen mejillones en la zona.

Vista aérea de la "pequeña Venecia", en la Ràpita.
/En estos muelles llegan pilas de mejillones procedentes de los viveros, las grandes plataformas de la bahía. "Los nutrientes de esta agua salobre [ni dulce ni salada] son muy útiles para que los mejillones crezcan", afirma Alcalà. Los mejillones tienen una función esencial. Actúan como filtro biológico del agua. Si no hay mejillones, el agua se eutrofiza más de la cuenta: es decir, que las algas consumen demasiado oxígeno y cada vez hay menos.

Todos los mejillones del mundo necesitan esta aportación de agua dulce. Un buen ejemplo es lo que sucede en las rías de Galicia. En el caso del delta, el cultivo se realiza en bahías que se han formado con el agua de mar pero que, gracias a un ingreso de agua dulce, se convierten en aguas salobres.

Los viveros de mejillones en la bahía.
/Temporada adelantada
Normalmente, se empiezan a recoger los mejillones en el mes de mayo. Pero con las altas temperaturas, ya van unos años en los que la mayoría de productores se adelantan y comienzan en abril, antes de que las altas temperaturas perjudiquen a los moluscos.
Con el calor elevado, se produce el fenómeno de la anoxia en el agua (poco oxígeno), lo que puede provocar mortandad en las algas y dificulta la alimentación y la supervivencia de los mejillones. Es algo parecido a lo que ocurre con las nacras, un molusco que en este caso vive de forma salvaje en el mar (no se cosecha con viveros) y que está en riesgo de desaparecer.
"Los productores encaramos la falta de agua dulce con resignación. Estamos todo el año esperando este momento. Si no llega una buena cantidad de agua dulce y de calidad hasta las bahías, lo tenemos difícil", advierte Alcalà.

Joan Alcalà, productor de mejillones, frente la bahía donde cultivan estos moluscos.
/En estos momentos, los empresarios tienen claro que producirán menos kilos de mejillones que otros años. "De una cuerda de la que tendrían que salir 30 kilos, salen unos 23, por ejemplo", se queja Alcalà. "Y esto se notará en el precio, que subirá", se resigna.
Los productores de mejillones y ostras están muy pendientes de un posible acuerdo para que el agua (restringida al 50%) de la que disponen los arroceros llegue a la zona de cría de estos bivalvos. De hecho, el clamor por el agua dulce aúna a arroceros, mejilloneros, ornitólogos, hoteleros y restauradores.

Trabajadores cargan bolsas llenas de mejillones del delta.
/El sector de las ostras y los mejillones, sin embargo, tiene una dificultad añadida: "Nosotros no tenemos ayudas, trabajamos con lo puesto. Si el tamaño del mejillón disminuye nadie nos lo compensará, tenemos que subir el precio". En los últimos años, han dejado de criar ellos mismos a los mejillones desde cero. Con el calor, morían en las bahías, por lo que tienen que comprar los viveros en Italia.
Estos días, quedan unos pocos productores que lo intentan contra viento y marea. Por ejemplo, Pinyol y sus trabajadores colocan cuerdas con pequeños mejillones en alta mar (donde el calor no les puede perjudicar tanto) para ver si sobreviven. Más adelante, pasado el verano, los irán a buscar para trasladarlos de nuevo a la bahía y que se alimenten de la riqueza del agua salobre.

Tomas Pinyol muestra una de las cuerdas que intentarán que sobreviva al calor de verano.
/Todavía no saben si lo conseguirán y por si acaso siguen comprando pequeños mejillones en criaderos italianos. Por un lado acechan el calor y las altas temperaturas, cada vez más intensos, y por otro la alargada sombra de la sequía, que puede restringir las cruciales aportaciones de agua dulce.
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