Salud mental
Atada y sedada en una unidad psiquiátrica hace 10 años: "Fue un trauma que me ha costado superar"
Objetivo 'contenciones cero': Catalunya busca reducir al mínimo las inmovilizaciones en la salud mental
Los suicidios y depresiones se disparan a partir de los 70 años: "Se sienten abandonados por la sociedad"
Beatriz Pérez
Periodista
Responsable del área de sanidad/salud de EL PERIÓDICO DE CATALUNYA desde 2018. En este tiempo he podido profundizar en temas de relevancia social y humana, como la pandemia de covid-19, el sistema de salud catalán, los avances médicos o las desigualdades en el acceso a la sanidad. En abril de 2024, gané la primera edición del Premi Salut i Drets Socials del Col.legi de Periodistes de Catalunya (demarcación de Tarragona).
Ocurrió hace 11 años, pero Montse Cabrejas aún llora al rememorarlo. "Recuerdo aquellos ingresos en Psiquiatría... [silencio] Durante siete años cada vez que veía una ambulancia me entraba pánico. Recuerdo cómo me llevaron injustamente a las Urgencias, sin que nadie me explicara nada, donde me drogaron y vi vulnerados totalmente mis derechos", relata esta vecina de Ripollet (Barcelona) que tiene ahora 59 años. En 2012, año en que le diagnosticaron una esquizofrenia paranoide, tuvieron que ingresarla hasta tres veces en un hospital del Vallès.
Montse Cabrejas aún recuerda con horror el "trato inhumano" y "brusco" que sufrió durante sus tres estancias en Psiquiatría
La primera vez decidieron ingresarla porque llevaba "muchos días sin comer". Montse asegura que una ambulancia se plantó frente a su casa, la llevó a las Urgencias del hospital y allí estuvo hasta tres días en un box "porque no había sitio en planta". "No me abrían ni para ir al baño y me hice de todo encima. Cuando lo vieron, me gritaron. Yo estaba atemorizada, me sentí como si me hubieran metido en una jaula durante tres días y tres noches".
Conscientes de que en muchas ocasiones han vulnerado los derechos humanos de los pacientes con trastornos de salud mental, los hospitales catalanes han tomado en los últimos años medidas para humanizar las urgencias psiquiátricas y para reducir al mínimo las contenciones mecánicas (las inmovilizaciones de los pacientes).
Seis días sin salir
Según Montse, una vez subió a planta, estuvo seis días sin poder salir. "Vino un juez y me dijo que si firmaba un papel, podía salir a fumar. Y lo firmé", relata. Un médico propuso practicarle una terapia de electrochoques, algo a lo que las hijas se negaron. "Este médico probó conmigo unas pastillas que me generaron muchos nervios y ansiedad durante un mes y medio". Frente a estas práticas, dejar las puertas abiertas de la unidad psiquiátrica de agudos ha convertido al Hospital Germans Trias i Pujol (Can Ruti, en Badalona) en un referente.
"Me medicaban de manera exagerada, se me torcía la lengua, no podía caminar. Era una deshumanización tremenda"
Su segundo ingreso psiquiátrico lo motivó el que Montse se negó a tomar la medicación. "Esta vez me tuvieron sedada tres días y tres noches en Urgencias. Me despertaban a gritos porque me decían que era la hora de la comida y no me enteraba de nada. Cuando terminaba de comer, me volvían a sedar. Solo recuerdo eso, estaba nublada". Su voz se vuelve a quebrar.
La tercera vez la ingresaron por otro problema médico. Pero tuvo la mala idea de irse a fumar al lavabo. "Me pillaron y llamaron a Psiquiatría. Bajó una doctora y me ataron a la cama porque la médica decía que me podía tomar las pastillas de los demás", asegura. Sus hijas pidieron que la desataran de la cama. "Me medicaban de manera exagerada, se me torcía la lengua, no podía caminar. Era una deshumanización tremenda".
Montse lleva 11 años sin ningún ingreso y es atendida en el centro de salud mental de Cerdanyola
Ahora Montse lleva 11 años sin ningún ingreso hospitalario. La tratan en el centro de salud mental para adultos (CSMA) de Cerdanyola del Vallès (Barcelona) y está muy contenta. De lo ocurrido entonces recuerda el "trato inhumano" y la "brusquedad". "Ha sido un trauma que me ha costado superar", cuenta entre lágrimas.
Sin embargo, en esta década Montse ha conseguido no volver a ingresar. Y dedica su tiempo a estudiar catalán y a colaborar con la organización Obertament y con el Banco del Tiempo. "A veces se me olvida que he conseguido todo esto", reconoce.
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