Palizas y amenazas

El asesinato de un oficial despierta una ola de violencia contra los sirios en el Líbano

En las últimas semanas, las acciones organizadas de matones libaneses han dado lugar a graves palizas, desalojos, amenazas, restricciones de circulación y un ambiente general de miedo e intimidación

El Líbano emprende una deportación masiva de refugiados sirios

Un grupo de libaneses bloquean una carretera en Jbeil, en el norte del Líbano.

Un grupo de libaneses bloquean una carretera en Jbeil, en el norte del Líbano. / JOSEPH EID / AFP

Andrea López-Tomàs

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Hay decenas de miles de ellos, pero hoy en día no se encuentran por ningún lado. Los negocios en los que trabajaban están cerrados. La basura se acumula alrededor de los contenedores. En las calles de Beirut se ven menos motos destartaladas. Los sirios en el Líbano parecen haberse escondido. El casi millón y medio de ciudadanos sirios que vive y sostiene el país de los cedros no se deja ver. Después de más de una década refugiándose en el Líbano –algunos como refugiados, otros no–, una nueva ola de odio en su contra los ha obligado a mantenerse alejados de la vista pública con tal de preservar su bienestar. Aquellos que, en las últimas semanas, se han cruzado con grupos organizados de libaneses han recibido palizas, amenazas, insultos e improperios. 

Todo se agravó con el asesinato del oficial de las Fuerzas Libanesas, Pascal Sleiman, el pasado 7 de abril. De camino a casa tras el funeral de un familiar, el jefe de la oficina del distrito de Jbeil de las Fuerzas Libanesas, en la costa norte del Líbano, una zona predominantemente cristiana, fue detenido por cuatro hombres y asesinado cuando supuestamente intentaban robar su automóvil. Luego, su cuerpo y su coche fueron trasladados a Siria, de donde son los atacantes. Cuando se anunció su muerte, 24 horas después de su desaparición, su partido cuestionó inmediatamente la versión oficial de los hechos compartida por el Ejército libanés

Entonces, sus seguidores le siguieron. Decenas de hombres en Jbeil, nombre árabe de la ciudad de Biblos, en barrios cristianos de Beirut y en otros municipios del Monte Líbano alrededor de la capital libanesa salieron a la caza de sirios. "Las Fuerzas Libanesas quieren dejar que su pueblo cargue su ira contra algo y los sirios son un blanco fácil debido a su total falta de protección por parte del Estado libanés", afirma Wadih Al Asmar, presidente del Centro Libanés de Derechos Humanos. "Desde el principio de la revolución en Siria, sus ciudadanos huyeron al Líbano, cuyo gobierno no ideó ninguna estrategia para gestionar todo este flujo de personas que dependían y siguen dependiendo de organizaciones internacionales o locales", explica a este diario.

Chivos expiatorios

En medio de una de las peores crisis económicas del mundo desde 1850, según el Banco Mundial, los sirios en el Líbano se han convertido en el chivo expiatorio por excelencia. Gran parte de la sociedad libanesa prefiere culparlos de todos sus males, –de su pobreza, del corralito en sus bancos, de la devaluación de su moneda en más de un 90%, del deterioro de sus servicios públicos, del éxodo de su población–, antes que señalar a los líderes políticos instalados en la corrupción que ellos mismos han votado y han mantenido en el cargo desde el final de la guerra civil. "Los partidos políticos en el Líbano usan a los sirios como un arma política, a la que culpar de todo", denuncia al Asmar. Sin protección legal por parte del Gobierno que les acoge, el millón y medio de refugiados que vive en el Líbano, incluidos 800.000 refugiados registrados por Naciones Unidas, malviven a su merced.

Ahora, la muerte de Sleiman a manos de algunos de sus compatriotas les ha puesto en una situación aún más crítica. No responden a los mensajes de los periodistas. El silencio es su protección. "Los residentes locales en diferentes ciudades libanesas están amenazando con desalojos masivos contra los sirios, creando un ambiente de miedo e intimidación", denuncia Dalal Harb, portavoz en el Líbano del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). "Estos actos aleatorios de violencia y amenazas contra los sirios han sembrado el pánico entre las familias sirias en el Líbano", explica. Aunque, por ahora, no ha habido informes sobre redadas o deportaciones, muchos municipios han impuesto toques de queda aún más restrictivos para los sirios, que les obligan a limitar sus movimientos

Deportaciones previas

Pero esta violencia no es una novedad. Ya en octubre, el ministro del Interior interino, Bassam Mawlawi, anunció medidas más duras contra los inmigrantes sirios irregulares, exigiendo a las autoridades municipales aplicar una "prohibición categórica de aceptar donaciones vinculadas a los sirios desplazados". Además, durante la primavera pasada, el Líbano emprendió una campaña masiva para deportar a centenares de sirios. De vuelta en su país, se topan con otra crisis económica feroz y una completa desprotección ante el régimen del presidente-dictador, Bashar el Asad. Tampoco el Líbano nunca ha sido el paraíso para los sirios, pero, más de una década después del inicio de la guerra civil que devastó Siria y con las fronteras europeas cerradas a cal y canto, no les queda alternativa.

"Las tensiones han aumentado en los últimos tres años a medida que los medios de comunicación están machacando a la gente diciéndole que todos sus problemas son por culpa de los refugiados sirios cuando, en realidad, la presencia de los sirios en el país y el flujo de dólares que entran para ayudarlos es lo que está verdaderamente mitigando la crisis económica", constata al Asmar. Las consecuencias de este discurso se ven en la calle. Por ejemplo, estos días un grupo de jóvenes, autoproclamados "héroes nacionales", ató a un repartidor de comida sirio y le afeitó el pelo y la barba, compartiéndolo en redes sociales. Pero también toda esta violencia ha despertado una ola de solidaridad, con libaneses ofreciéndose a salir a hacer la compra para sus vecinos sirios. Así, no tienen que salir de su escondite.