Conflicto en Oriente Próximo

El Líbano, pobreza e impotencia en medio del fuego cruzado entre Irán e Israel

El país de los cedros, sin presidente ni gobierno desde hace casi dos años, transita sin poder hacer nada para evitarlo hacia un inminente futuro bélico

El sur del Líbano ve en Gaza ecos de su pasado y de su futuro

Tensión en el tercer frente de Israel: la escalada con Hizbulá acerca el horizonte de una guerra al sur del Líbano

Residentes del pueblo de Aita al -Shaab, en el sur del Líbano, pasan junto a un edificio destruido por bombardeos israelíes.

Residentes del pueblo de Aita al -Shaab, en el sur del Líbano, pasan junto a un edificio destruido por bombardeos israelíes. / HASAN FNEICH / AFP

Andrea López-Tomàs

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Durante meses, los tambores de guerra han retumbado en el Líbano. Las constantes escaramuzas entre el Ejército israelí y la milicia libanesa Hizbulá, que se han cobrado la vida de unos 50 civiles y 200 combatientes, han mantenido a la región de Oriente Próximo en vilo. Cualquier movimiento mal calculado podría conducir al escenario más temido: una guerra a gran escala en el país de los cedros. "Lo que nos faltaba", ironizan la mayoría de libaneses. Sumidos en una de las crisis económicas más graves de la historia, los apenas cinco millones de ciudadanos hace casi dos años que sufren el vacío político. Sin presidente ni gobierno, el Líbano surfea un temido futuro bélico desprovisto de recursos, estrategia y apoyos.

"Una guerra total sería un desastre para el Líbano", denuncia David Wood, el analista para el país del International Crisis Group. Desde el principio de la guerra, los enfrentamientos en la frontera con Israel han provocado el desplazamiento de más de 82.000 personas residentes en las localidades libanesas fronterizas. Pese a que la situación de seguridad sigue igual o, incluso, peor, con muchas de estas aldeas completamente destrozadas, algunos de estos ciudadanos han empezado a volver a lo que queda de sus hogares. "Es un poderoso indicio que muestra que el impacto a nivel nacional de la situación económica está imponiendo una carga que la comunidad libanesa realmente no puede soportar", explica Wood a EL PERIÓDICO.

Sin presidente ni gobierno

Además, en este medio año de enfrentamientos diarios, no ha habido nadie al volante. En octubre del 2022, el mandato del presidente Michel Aoun expiró. Desde entonces, la docena de intentos del Parlamento libanés para elegir un sucesor han fracasado. El "grupo de los cinco", integrado por Francia, Arabia Saudí, Estados Unidos, Qatar y Egipto, han seguido presionando para que se avance en la elección de un presidente que pueda representar al Líbano en posibles negociaciones indirectas con Israel para poner fin a los combates, de momento sin éxito. Por ahora, son el presidente del Parlamento libanés, Nabih Berri, musulmán chií, y el primer ministro interino, Najib Mikati, musulmán suní, quienes intentan llenar el vacío político y cumplir con los deberes del presidente. Pero, en el sistema sectario presente en las instituciones del país, este rol pertenece a un cristiano maronita. Su ausencia, por lo tanto, deja de lado los intereses de los cristianos en el proceso de toma de decisiones. 

Al vacío político, se le suma el bloqueo. Desde las elecciones parlamentarias de mayo de 2022, no se ha formado un nuevo Ejecutivo, con todas las consecuencias que eso conlleva, aún más graves en un país a las puertas de una guerra. Cuatro meses después del inicio de la violencia, el Ministerio de Asuntos Sociales anunció un subsidio único de 25 dólares por familia y 20 dólares adicionales por individuo. Es decir, la nada. "El vacío de liderazgo político es la razón principal por la que el Líbano no ha afrontado la crisis económica", afirma Wood, en referencia a uno de los peores colapsos financieros desde 1850, según el Banco Mundial. "En el Líbano, ni un gobierno, incluso con plenos poderes, podría influir en el curso de la guerra, pero sería mejor tener liderazgo político para contar con estructuras", añade.

"Gobierno irrelevante"

"La situación actual en el sur del Líbano y el hecho de que haya durado seis meses demuestra que el gobierno es irrelevante", subraya Nicholas Blanford, investigador de los Programas de Oriente Medio del Atlantic Council. "Nadie puede hacer nada porque Hizbulá es demasiado poderoso, el Ejecutivo interino es incapaz de impedir la guerra", dice a este diario. Tal y como ha dejado intuir repetidas veces el líder de la milicia, Hasán Nasrallah, en sus discursos a lo largo de este medio año, Hizbulá no tiene interés en ir más allá de los actuales ataques ojo por ojo entre ambos bandos. Además, la popularidad del grupo empieza a resentirse, sobre todo en los libaneses no chiíes. "Hay una sensación de desesperanza dentro de las comunidades libanesas, porque, de todos modos, no hay nada que puedan hacer para detener la guerra", constata Blanford. 

En la encuesta publicada en enero por el Fórum Fikra del Instituto Washington, sólo un 34% de los suníes y un 29% de los cristianos del Líbano expresaban una visión algo positiva de Hizbulá, en contraste con el 93% de los chiíes. Para la amplia mayoría de los libaneses, el 90%, Estados Unidos es la razón principal detrás de la continua escalada y el fracaso en poner fin a la agresión israelí, de acuerdo a otro sondeo de opinión en febrero del Centro Consultivo de Estudios y Documentación, con sede en Beirut. "La mayoría de libaneses están indignados por las atrocidades cometidas en Gaza, y dan apoyo a Hamás y a la causa palestina, pero eso no conlleva el apoyo a la implicación del Líbano en la guerra", apunta Wood.

Panorama desolador

La mayoría de los libaneses consideran que ya han tenido suficiente. Cuatro años de crisis económica han condenado al 75% de la población a malvivir bajo el umbral de la pobreza, según Naciones Unidas. La fuerte devaluación de la libra libanesa en un 98% sigue provocando aumentos de los precios de los alimentos, disparados casi un 500% en enero del 2022. La desigualdad bate récords en el Líbano. Ese mismo año y el siguiente, el país de los cedros igualó a Afganistán como el país más pesimista del mundo sobre el mercado laboral y también es el más infeliz del planeta, por delante de los afganos. El desplome de la moneda y del sistema bancario, avivados por la corrupción endémica, han arrasado con los servicios públicos del país que un día fue considerado la Suiza de Oriente Medio.

"Más allá de las consecuencias trágicas de una guerra, no está claro quién vendría a reconstruir el Líbano una vez acabe", constata Wood. "La economía de Irán [principal financiador de Hizbulá] ha sufrido las sanciones durante años y no tiene los mismos recursos [como en la guerra del 2006 entre Israel y Hizbulá] para ayudar a reconstruir; y los estados del Golfo, en particular Arabia Saudí, son mucho más reacios a financiar cualquier cosa en el Líbano", añade el investigador del International Crisis Group. Pobre y solo, el Líbano se enfrenta a un futuro sombrío a merced de dictados que se escapan de su control. En medio del fuego cruzado entre Irán e Israel, la sociedad libanesa se encomienda al azar para evitar caer, aún más, en ese pozo sin fondo de desgracias.

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