Perfil de Hasán Nasrallah

¿Quién es Hasán Nasrallah, el líder de la milicia libanesa Hizbulá?

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¿Quién es Hasán Nasrallah, el líder de la milicia libanesa Hizbulá? Noticia ID: 94162508 Borrador 03/11/2023 - 12:24

¿Quién es Hasán Nasrallah, el líder de la milicia libanesa Hizbulá? Noticia ID: 94162508 Borrador 03/11/2023 - 12:24 / Reuters

Andrea López-Tomàs

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Los casi seis millones de habitantes del Líbano contienen el aliento este viernes. Se prevé que, a las tres de la tarde hora local (las 14h00 en España), el líder de la milicia Hizbulá, Hasán Nasrallah, se dirija por primera vez al mundo después de casi un mes de vergonzoso mutismo, según algunos. Nadie sabe desde dónde realizará su discurso ni tampoco hacia dónde irá el país después de que Nasrallah hable. Como líder indiscutible de Hizbulá durante las últimas tres décadas, el cada vez menos popular político ha emprendido la lucha armada en la frontera con Israel durante las últimas semanas en las que el Estado hebreo ha estado bombardeando de forma indiscriminada la Franja de Gaza. 

Nacido en Beirut hace 63 años, fue la guerra civil libanesa entre 1975 y 1990 el primer evento histórico que marcó al adolescente Nasrallah. Entonces, ocurrió su despertar religioso y político. Mientras dedicaba su tiempo a estudiar el seminario chiita en el valle libanés de la Becá, también empezó a militar en el movimiento político chiita de Amal. Su potencial y su cercanía al filósofo iraquí chiita Mohamed Baqir al Sadr, asesinado por el régimen de Sadam Huséin, le llevó a convertirse en el delegado político de Amal en la Becá. Cuando ocurrió la invasión israelí del Líbano en 1982, las decepciones ante las alianzas del líder de Amal, Nabih Berri, motivaron una escisión del grupo. Nació Hizbulá, el Partido de Dios en árabe. Financiado por Irán, llegaba al Líbano la Resistencia Islámica.  

Ascenso meteórico

Un joven Nasrallah en la veintena fue de los primeros en sumarse al nuevo grupo de resistencia contra los invasores israelís. Nacido como milicia y partido político, Hizbulá representaba a la comunidad chií en un Líbano multiconfesional a la vez que compartía una estrecha relación con su progenitor iraní. La década siguiente fue testigo del meteórico ascenso de Nasrallah dentro del partido-milicia. Aunque no es conocido por su valentía en el campo de batalla, sus dotes administrativos, estratégicas y de liderazgo le valieron el puesto de presidente del Consejo Ejecutivo del máximo órgano de gobierno de Hizbulá, el Consejo Consultivo (Shura), a los 27 años.

Cuando las tropas israelís asesinaron al entonces secretario general Abás al Musawi en 1992, hubo muy pocas dudas de que tenía que ser su amigo y aliado Nasrallah su sucesor. Desde entonces, aquel devoto adolescente se ha convertido en uno de los hombres más influyentes de la región. Al final de la guerra civil, consiguió reestructurar la milicia para que su facción política ocupara posiciones destacadas en las instituciones del Líbano. Lo consiguió hasta tal punto que hoy son los representantes de Hizbulá quienes bloquean la resolución de la investigación por la explosión en el puerto de Beirut de hace más de tres años. 

Ejército envidiable

Bajo su mandato, Hizbulá se ha convertido en un Ejército envidiable en la región. Cuenta con más de 100.000 combatientes organizados en unidades especializadas. A medida que se han mejorado las capacidades de inteligencia y cuentan con un gran arsenal de miles de cohetes apuntando a Israel, han acelerado el ritmo de las operaciones. Su participación en la guerra de Siria al lado del dictador Bashar el Asad le ha permitido mantenerse en el trono. Erigido como la resistencia de Israel, el empate en la guerra del 2006 multiplicó la popularidad de Nasrallah. Se le veía como un líder imbatible, dispuesto a sacrificar hasta a su hijo por una causa mayor. A sus 46 años, Nasrallah se convirtió en un héroe de guerra y una de las figuras más emblemáticas del mundo árabe. 

Pero, en los últimos años, su fama como estratega militar, líder político e icono carismático que levantaba pasiones más allá de las fronteras libanesas se ha ido desdibujando. Hizbulá es considerada organización terrorista por varios países, incluido Estados Unidos, la Unión Europea y la Liga Árabe. A su vez, el Líbano sufre una de las peores crisis económicas en todo el mundo de los últimos 150 años, según el Banco Mundial. Nasrallah, escondido en su búnker por temor a sufrir el mismo destino que muchos de sus colegas, es visto como un engranaje más de la corrupción que se ha comido al Estado libanés. En un país donde tres cuartas partes de la población están bajo el umbral de la pobreza, muchos consideran que seguir gastando recursos en una resistencia inútil contra el “enemigo sionista” ha perdido el sentido cuando son incapaces de traer comida a la mesa. 

Aún así, hoy toda la región observa con cautela lo que pueda decir Nasrallah. En los barrios sureños de Beirut, ya se han instalado pantallas gigantes para seguir el discurso. “Hizbulá está en una mala situación en ambos casos, va a ser criticado si decide entrar en la guerra y si no”, constata Layal Mansour Ichrakieh, economista libanesa. “El Líbano no puede soportar una guerra y todo lo que ocurra en caso de que Hizbulá nos fuerce a entrar en ella será culpa de ellos, haciéndoles perder aún más popularidad”, explica a EL PERIÓDICO. “En cambio, si decide no entrar, entrará en conflicto toda su razón de ser como la única resistencia contra Israel y el defensor de los palestinos, y perderá legitimidad”, apunta, preocupada. 

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