Debacle económica

La pobreza menstrual condena a las mujeres del Líbano

El 76% de las mujeres y niñas del Líbano sufren dificultades para acceder a los productos menstruales, con el impacto negativo físico y psicológico que eso comporta

El Líbano

El Líbano / ANDREA LÓPEZ-TOMÀS

Andrea López-Tomàs

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Rima, Mariam y Doua se juntan cada tarde para coser. Cuando vuelve la electricidad en casa de Rima, encienden sus máquinas de coser. Y entonces empiezan a crear. Desde el histórico campo de palestinos de Shatila en Beirut, estas tres refugiadas sirias aguantan hasta bien entrada la madrugada confeccionando compresas de tela. En un Líbano con el 76% de sus mujeres y niñas con dificultades para acceder a los productos menstruales, Rima, Mariam y Doua trabajan para ayudar a sus compañeras. Y, al mismo tiempo, también para paliar su propia pobreza menstrual. 

“Evitamos que las mujeres se sientan más débiles, las hacemos fuertes y exitosas”, presume Doua Ismail frente a un arsenal de compresas de alegres colores que la oenegé WingWoman Lebanon pasará a distribuir de forma gratuita. “Unas seis o siete toallas sanitarias la ayudan durante su menstruación”, añade. En el último año, el 41% de las mujeres y niñas de las comunidades libanesa, palestina y siria del Líbano han reducido el número de compresas usado durante su período menstrual o han reutilizado la misma durante un espacio de tiempo más largo, según un estudio de las organizaciones Fe-Male y Plan International.

El Líbano vive una de las peores crisis económicas de todo el mundo de los últimos 150 años, según el Banco Mundial. Los precios han aumentado y los productos menstruales, importados en su gran mayoría, no se han quedado fuera de esta tendencia. Un paquete de compresas cuesta 500% más que hace dos años. Antes de la crisis, solía valer 3.000 libras, unos dos euros al cambio oficial. Ahora, los precios van desde las 13.000 hasta las 35.000 libras libanesas, que equivalen a entre ocho y 20 euros. Con los productos menstruales convertidos en lujo, muchas mujeres se ven forzadas a buscar alternativas. 

“Hay mujeres que lavan las compresas e intentan volver a usarlas, otras están usando los pañales de sus hijos o ropa vieja como calcetines o camisetas; también algunas utilizan periódicos y papeles”, apunta Line Masri, cofundadora de la iniciativa Dawrati. Una palabra que significa mi menstruación en árabe. Llevan año y medio repartiendo kits menstruales de forma gratuita. Los mecanismos de respuesta provocan síntomas físicos negativos en estas mujeres, a la vez que limitaciones en la salud mental, angustia psicológica y ansiedad social. “La pobreza menstrual afecta a la dignidad de las mujeres”, explica Masri.

Olvidadas por el Gobierno, las oenegés se encargan de repartir compresas y otros productos gratis a la vez que buscan formas de empoderar a las mujeres

Impactos físicos y psicológicos

Su salud sexual y reproductiva se ve directamente dañada. “Impacta en la confianza de las mujeres en sí mismas en general; ¿cómo podemos empoderarlas y decirles que pueden hacerlo todo si cuatro o cinco días al mes se sienten discapacitadas?”, denuncia Masri. Casi la mitad de las mujeres y las niñas en el Líbano, un 43%, sufren ansiedad y estrés por ello. Muchas optan por dejar de ir a la escuela o al trabajo durante esos días. La situación para el 25% de la población refugiada siria del país es peor: más de la mitad de las adolescentes del Líbano que no pueden permitirse comprar compresas forman parte de esta comunidad. 

Como afirma el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), la pobreza menstrual no es sólo la incapacidad de comprar protección higiénica. Las refugiadas sirias también se enfrentan a las largas distancias hasta un baño privado, poca o ninguna electricidad en los campos, la falta de cerraduras en las puertas de los baños o a la violencia sexual y de género. Olvidadas por el Gobierno libanés, las refugiadas sirias y palestinas junto a las locales se ven obligadas a acudir a oenegés para obtener productos menstruales.

Olvidadas por el Gobierno

Entre los más de 300 productos incluidos en la cesta de subsidios lanzada por el Ministerio de Economía, no se incluyeron compresas u otros productos de higiene personal relacionados con la mujer. “Las oenegés en el Líbano estamos haciendo la faena del Gobierno pero no es nuestro trabajo”, apunta Masri. Tres de cada cuatro habitantes del Líbano viven en la pobreza, según la ONU. En dos años, la libra libanesa ha perdido el 90% de su valor llevándose consigo el poder adquisitivo de los salarios. “Ahora las personas que piden kits son las que solían donar hace un año”, subraya la cofundadora de Dawrati.

“Los hombres no piensan en la menstruación ni en el embarazo; por eso, nosotras como mujeres tenemos que ayudar a las mujeres porque nos entendemos”, explica Rima Ali. Esta refugiada siria palestina es madre de seis hijos, tres de los cuales son chicas. Desde que cose ella misma sus compresas, puede permitirse comprar comida y otros productos de primera necesidad. Aunque todavía queda un cierto nivel de vergüenza asociado con la menstruación y, en consecuencia, con el trabajo que hacen estas mujeres. Pero el tabú no las detiene.

Mujeres ayudando a mujeres

Nueve de cada diez familias sirias en el Líbano viven en la extrema pobreza, según ACNUR. “Desde que trabajamos nuestra vida ha cambiado no solo por el dinero, sino porque nos encanta el trabajo que hacemos”, reivindica Doua. Son mujeres ayudando a mujeres. Reunidas alrededor de sus máquinas de coser, Rima, Mariam y Doua son algunas de las que ponen sus manos y su corazón al servicio del bienestar de sus compañeras. 

Solo necesitan que haya electricidad –algo complejo en el Líbano– para que el sonido de tricotar acalle los lamentos, las complicidades y las risas que comparten en esa salita. Solo están ellas con sus dedos transformando telas e hilos en salvavidas.

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