La legislatura catalana

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Pere Aragonés, Salvador Illa y Albert Batet, durante un pleno del Parlament

Pere Aragonés, Salvador Illa y Albert Batet, durante un pleno del Parlament / Ferran Nadeu

Sara González
Carlota Camps
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Entre bambalinas, no hay nadie desde la oposición al Govern de Pere Aragonès que no abone que, tras un año de hacerle morder el polvo en el Parlament por su minoría en la Generalitat, la legislatura catalana ya no tiene rumbo. Sin embargo, sea porque la dependencia en otras instituciones tenaza las estrategias o porque no están resueltos los liderazgos a la interna, ningún grupo osa reclamar al president que apriete anticipadamente el botón rojo de las elecciones, cosa que insufla oxígeno a una ERC que está convencida de que podrá aprobar nuevos presupuestos y agotar el mandato.

Sus principales rivales, PSC y Junts, aplican una receta que bascula entre la crítica sin cuartel y una interesada mano tendida para proyectarse como la alternativa. Dan por activada la cuenta atrás de la etapa de Aragonès en un año marcado por la aplicación de la amnistía y sus efectos, así como la erosión que pueda derivarse de la gestión de crisis como la de la sequía o el nivel educativo. Así afronta la oposición el esprint final hasta las elecciones catalanas.

Consumar el asalto al Govern

No hay duda de cuál es el principal propósito que tiene Salvador Illa este 2024: alcanzar la presidencia de la Generalitat. No hay encuesta que no lo señale como ganador en los próximos comicios y por primera vez tiene abierta la vía del pacto tanto con ERC como con Junts, ventaja con la que no contaba cuando se impuso en 2021. El divorcio por ahora irreversible en el independentismo ha sido su mayor catapulta, junto a la atalaya que supone la permanencia de Pedro Sánchez en la Moncloa y su apuesta por desinflamar el conflicto a base de diálogo y desjudicialización. Pese al poco entusiasmo interno con la aprobación de la ley de amnistía, el partido está cohesionado y centrado en erosionar a Aragonès en el Parlament a costa de la gestión de crisis como la de la sequía, aunque condicionado por el hecho de que los votos de ERC son imprescindibles para el PSOE en el Congreso. De ahí que, por un lado, Illa ejerza de azote del Govern y, por el otro, no deje de tender la mano para sacar adelante leyes clave como los presupuestos. En marzo está previsto un congreso en el que el PSC actualizará su estrategia para conquistar el Govern.

Sacar réditos en Madrid

Los resultados electorales del 23-J volvieron a poner a Junts en el centro del tablero político, mitigando así la perdida de poder institucional que arrastraban desde la salida del Govern y que agravó los pactos posmunicipales. Sin embargo, el reto para el próximo año es mayúsculo. El partido de Carles Puigdemont necesita vender que su negociación con el PSOE es la 'buena' y que da más frutos que la de ERC. De no ser así, la factura electoral puede ser elevada, más aún si acaba concurriendo a las elecciones catalanas un cuarto espacio independentista con la vía unilateral por bandera o el partido de extrema derecha Aliança Catalana. Aunque esto también dependerá de si, llegado el momento, la amnistía ya está en vigor y de si Puigdemont decide ser candidato y de cómo se resuelve la crisis interna entre el sector que capitanea Jordi Turull y el que cierra filas con Laura Borràs.

En el Parlament, su apuesta es continuar ninguneando la mesa de diálogo y los pactos de ERC con el Gobierno, además de achacar mala gestión en la Generalitat. Ya hace meses que los posconvergentes se reivindican como alternativa en competición con el PSC y por ello juegan esta vez la partida de la negociación de los presupuestos de Aragonès. Sin embargo, a Junts le queda mucha tela por cortar, empezando por poner orden a la interna, para estar preparado para someterse al examen de las urnas, motivo por el que necesita tiempo.

Superar el cordón sanitario

Tres años después de su fuerte irrupción en el Parlament -con 11 diputados-, Vox no ha logrado aprobar ninguna iniciativa. Su discurso de extrema derecha, vinculando inmigración y criminalidad, negando la violencia machista y tachando la emergencia climática de "falsos delirios"; les ha mantenido arrinconados en la Cámara catalana. La gran duda en las próximas elecciones catalanas es si su inoperancia en Catalunya les hace tocar techo -o incluso les deshincha- o si su discurso sigue calando entre el electorado.

Salir del córner

El objetivo de la CUP, tras los malos resultados de las municipales y de haber quedado fuera del Congreso, es salir del córner y dejar de interpelar solo a una minoría. A corto plazo, esto se plasma en su intento de entrar en la ecuación de la negociación de presupuestos. A diferencia del año pasado, cuando directamente se autodescartaron, esta vez han trasladado sus demandas al Govern, aunque hay escepticismo total con que puedan llegar a un pacto. Más a largo plazo, se ha reabierto el debate interno -en el marco del proceso que llaman Garbí- sobre cuál debe ser su papel dentro de las instituciones y qué política de alianzas debe mantener. Una discusión que la formación arrastra desde sus inicios y que se evidenció especialmente a principios de legislatura.

Tener la llave de las alianzas

Consolidada al frente de En Comú Podem en el Parlament, el reto de Jéssica Albiach es el de tener la llave para que las alianzas en el Parlament se decanten hacia la izquierda y Junts quede del todo fuera de la ecuación. Es lo que reclaman día sí y otro también los Comuns a Aragonès, al que acusan de estar liderando una agenda 'sociovergente'. La amenaza de no apoyar los próximos presupuestos ha ido 'in crescendo' en las últimas semanas. El segundo puesto obtenido en las generales en Catalunya compensó el amargo resultado de las municipales, en las que Ada Colau perdió la alcaldía de Barcelona sin que haya logrado por ahora entrar en el gobierno de Jaume Collboni. La ruptura entre Sumar y Podemos tiene eco también en Catalunya, donde los morados, que aseguran sentirse "menospreciados" dentro de la coalición, no aseguran que la alianza se mantenga.

Vuelta a los orígenes

Tras el descalabro electoral de 2023, los seis diputados que Ciutadans aún conserva en el Parlament son su último reducto para tratar de convencer al electorado de que su proyecto aún tiene sentido. El plan es volver a los orígenes y buscar al votante del PSC disgustado con la amnistía y los pactos con Puigdemont. Esto pasa por tener un discurso duro contra el independentismo y la inmersión lingüística, pero marcando distancias con el PP y sobre todo con Vox, especialmente en cuestiones como la inmigración o la seguridad. Las próximas elecciones europeas y catalanas -a las que mantienen que se presentarán pase lo que pase-, serán determinantes para el futuro del partido.

Librarse de las "tutelas" de Madrid

Tras un año de crisis interna dentro del PP de Catalunya, su líder, Alejandro Fernández, parece haber conseguido estabilizar el incendio. No se puede dar por extinguido, pero los planes de Génova para relevarlo -que se evidenciaron claramente con la oferta de ir al Congreso- se han, como mínimo, aparcado. Ahora, Fernández aspira a librarse de las "tutelas" de Madrid e implantar su estrategia, que pasa por tener un discurso muy duro contra el independentismo para comerse el espacio de Vox y lo que queda de Ciutadans, y alejarse de los bandazos de Génova con Junts. El objetivo es llegar a las próximas catalanas con suficiente fuerza para venderse como el 'voto útil' del españolismo en Catalunya, a pesar de ocupar en la actualidad el último lugar en el Parlament.

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