Las filas posconvergentes

Tensión creciente entre las familias de Junts tras el 'caso Madaula'

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Tensión en Junts por la denuncia de "acoso parlamentario" de una diputada

La expresidenta del Parlament y presidenta de Junts, Laura Borràs, con la secretaria segunda de la Mesa, Aurora Madaula

La expresidenta del Parlament y presidenta de Junts, Laura Borràs, con la secretaria segunda de la Mesa, Aurora Madaula / DAVID ZORRAKINO / EUROPA PRESS

Fidel Masreal

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El conflicto interno que vive Junts per Catalunya desde hace meses ha elevado su tensión debido a las denuncias cruzadas entre la diputada Aurora Madaula y buena parte de su propio grupo parlamentario. Denuncias que han acabado en el "tribunal" interno, la comisión de garantías. El caso es grave en sí mismo porque hay en juego una acusación de machismo y una réplica contundente atribuyendo a Madaula una actitud agresiva y fuera de lugar en varias ocasiones. Pero las tiranteces van más allá en Junts y, tras el pacto con el PSOE, que abre otro paradigma, las diferentes familias toman posición ante un eventual congreso extraordinario que clarifique la tensión no resuelta entre tendencias internas y entre personalidades, en un juego cruzado que en la actualidad ya es dificil de discernir. "Es una guerra, y se están librando diversas batallas simultáneamente", resume un cargo directamente conocedor de la cocina del partido.

La decisión del 'expresident' Carles Puigdemont de favorecer la investidura de Pedro Sánchez, en un giro notable respecto a las posiciones de los últimos años, ha generado una sacudida interna. Los más favorables a mantener la estrategia de la confrontación contra el Estado, capitaneados por la presidenta de la formación, Laura Borràs, no esconden su perplejidad, pero a la hora de la verdad la votación interna que avaló el pacto recogió un voto contrario muy minoritario. Solo 13 de cada 100 asociados que votaron lo hicieron en contra del texto sellado entre Junts y el PSOE.

El malestar de los más radicales existe, pero en esta ocasión la presidenta Borràs, condenada a cuatro años de cárcel por amañar contratos, ha apoyado a Puigdemont y se ha puesto del lado del sector más moderado. Un sector que cree avalada su presión en favor de un giro de Junts hacia posiciones templadas del tablero político y hacia una capacidad mucho mayor de pactos con diferentes fuerzas políticas. Sin embargo, este sector más moderado, que podría decirse que está capitaneado por el 'exconseller' Jaume Giró, no dispone del aval de Puigdemont para oficializar el giro hacia la moderación.

Al contrario, el 'expresident' sigue dando muestras de una posición contundente, como demostró hace unos días al amagar -en una conversación informal con el presidente del PP europeo en Bruselas, en un tono provocador- con una moción de censura para hacer caer al Gobierno de Pedro Sánchez si no cumple los acuerdos. Así pues, el giro hacia el pactismo es un hecho político no reforzado por un liderazgo alternativo a Puigdemont, en el seno de Junts.

Borràs, la incógnita

Mientras, los partidarios de la vía de la confrontación, que en algunas ocasiones también tienen un perfil más izquierdista, no hallan tampoco la comodidad interna. El pacto con el PSOE les ha incomodado pero ha sido validado por la ejecutiva y el consejo nacional con una práctica unanimidad. Por tanto, al carecer de Borràs como escudo y estandarte, los más reacios a dar el salto al posibilismo se quedan sin palancas. Es más, en las conversaciones internas más crudas su conclusión es que Convergència vuelve a mandar. Y citan nombres como el del secretario general, Jordi Turull, u otros como Josep Rull, presidente del consejo nacional, Albert Batet, presidente del grupo parlamentario, o Damià Calvet, concejal en Barcelona, así como perfiles como el de David Saldoni, responsable de política municipal. "Vuelve Convergència y vuelve el autonomismo", ha resumido un exdirigente del sector, en privado. Añádase a ello que en las elecciones municipales, los candidatos con un programa y trayectoria más convergente lograron afrontar mejor el desgaste electoral.

El liderazgo

Para completar el 'tetris' hay que poner sobre la mesa la cercanía de las elecciones autonómicas. En menos de un año, el partido deberá escoger candidato o candidata. Si bien todos desearían -o casi todos- que fuera Puigdemont quien volviera a ponerse al frente, puede ser que ni pueda ni quiera hacerlo. O ambas cosas. Ahí es donde se complica el puzzle, porque nombres como el de Josep Rull recogen muchas simpatías, pero no se puede descartar que Giró intente jugar sus cartas. Todos querrán el aval del expresident, y el propio secretario general, Jordi Turull, puede tener opciones una vez se aplique la amnistía. El problema es que entre estos nombres no existe ninguno que genere unanimidades, salvo Puigdemont.

Las divergencias ideológicas

Si todo ello no fuera suficiente, hay que añadir las discrepancias ideológicas que, ahora que el partido es decisivo en el Congreso, aflorarán como lo han hecho en el Parlament. La tensión llega cada vez que se debe tomar posición sobre impuestos, vivienda protegida o la renta básica universal, entre otras cuestiones. En el partido conviven quienes proceden claramente de la izquierda con seguidores de la doctrina liberal y de pensamiento cercano al de Isabel Díaz Ayuso en este terreno socio-económico.

Con estos mimbres y las urgencias electorales que llegarán -sumado a que el 'caso Madaula' se añade a otras discrepancias internas vividas con el diputado Dalmases, con Borràs y con la manera de actuar de Turull- no es de extrañar que entre los integrantes del partido haya desconfianzas cruzadas -por ejemplo, con broncas internas sonadas por filtraciones periodísticas- y una gran opacidad -como sucede en el caso Madaula-. Todo ello lleva hacia un posible congreso extraordinario, según fuentes del partido, para dirimir el empate infinito entre Borràs y Turull del cónclave de hace un año y medio.

Ese congreso logró un pacto salomónico lleno de tensiones, en el que cada órgano interno fue construido con un equilibrio de poderes. Este toma y daca se ha mantenido latente y soterrado debido a las urgencias de la política catalana. Y ahora muchos prefieren un enfrentamiento abierto que sirva para medir el poder de cada cual, antes que seguir en esta situación provisional que genera reuniones de alto voltaje en el grupo parlamentario o la ejecutiva.

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