Rumbo a la investidura

Así se forjó el acuerdo entre Sánchez y Puigdemont: un parto largo que "nunca corrió peligro"

PSOE y Junts pactan abordar el 'lawfare' en la amnistía y un mediador internacional

Sánchez y Puigdemont unen sus destinos tras cinco años dándose la espalda

El CGPJ y todas las asociaciones de jueces y de fiscales rechazan el 'lawfare'

Carles Puigdemont y Santos Cerdán (PSOE), reunidos en Bruselas para avanzar hacia la investidura.

Carles Puigdemont y Santos Cerdán (PSOE), reunidos en Bruselas para avanzar hacia la investidura. / PSOE

Fidel Masreal
Juan Ruiz Sierra
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Cuando Santos Cerdán aterrizó en Bruselas la semana pasada, llevaba una maleta muy pequeña. El número tres del PSOE pensaba que pronto iba a volver en Madrid. Todo encajaba. Solo faltaba pulir la ley de amnistía con Junts, firmar el pacto con su secretario general, Jordi Turull, y comparecer para dar la buena nueva desde Bélgica, donde reside Carles Puigdemont, en una muestra de que los socialistas lo reconocían como interlocutor, dejando atrás la promesa de llevarlo ante la Justicia. Fue el jueves de la semana pasada. Los posconvergentes también contaban con cerrar. Habían colocado incluso un atril en un hotel para que el ‘expresident’ compareciera. Pero entonces se frustró el plan. Cerdán necesitó más ropa para encarar la fase final de la negociación.  

¿Qué ocurrió? La respuesta hay que buscarla a unos 1.000 kilómetros de Bruselas, en Barcelona, donde el ministro de Presidencia, Félix Bolaños, sellaba en esas mismas horas el acuerdo con ERC. El PSOE siempre había insistido en que lo “más difícil” de toda la negociación con el independentismo catalán para lograr la investidura de Pedro Sánchez era encontrar el “equilibrio” entre republicanos y posconvergentes, dos formaciones en lucha permanente. Al rubricar con ERC, alejaron a Junts. 

Socialistas y posconvergentes reconstruyen la negociación que permitirá a Sánchez ser reelegido el próximo jueves

“Puigdemont no quiso compartir protagonismo aquel día con Oriol Junqueras”, consideran los socialistas. Así que el pacto se alargó hasta el pasado jueves, donde todo lo que se había previsto una semana antes acabó ocurriendo. Sin embargo, los colaboradores de Sánchez insisten en que el pacto “nunca corrió peligro”. Tan solo se demoró.

Algunas fuentes de Junts abundan en la misma idea. “El PSOE ha cometido un error grave”, explicó en privado un alto dirigente del partido tras el acuerdo con los republicanos. Ya no era un desencuentro sobre contenidos, sino sobre un intangible que ha sido esencial en estos largos meses desde las elecciones generales del pasado 23 de julio: la demolición de la enorme desconfianza entre ambas partes.

“Paremos máquinas”

Puigdemont, en cambio, dio una versión distinta a la permanente de Junts. Los miembros del organismo también habían volado temprano ese día a Bruselas, en un trayecto que comenzó con otro imprevisto. El fuerte viento provocó que tuvieran que esperar más de una hora antes de despegar y llegaron tarde a la capital belga. Hasta pasadas las 11 de la mañana no se inició la reunión. Sirvió de poco. Turull, Puigdemont y Miriam Nogueras, la portavoz de los posconvergentes en el Congreso, no ofrecieron apenas detalles, más allá de mostrarse optimistas. “Esto está yendo bien”, dijeron. Y después se marcharon.

El expresident y el secretario general de Junts volvieron a las tres y media de la tarde, cuando el PSOE y ERC habían anunciado el pacto y ya solo quedaba que Bolaños y Junqueras comparecieran por separado para explicar su contenido. Tras estudiar la última oferta de los socialistas sobre la ley de amnistía, el expresident y actual eurodiputado dijo: “No sé si la propuesta que nos han trasladado ahora es buena, pero yo no la veo. Paremos máquinas”.

Cerdán, mientras tanto, aguardaba en el hotel Sofitel de Bruselas junto a tres colaboradores. Pasó allí un día más, pensando que el acuerdo era inminente, pero el viernes tampoco se hizo realidad. El secretario de Organización del PSOE, de origen navarro, se regresó a España a pasar el fin de semana. Fueron jornadas tensas, pero la comunicación no se cortó en ningún momento. El clima seguía siendo bueno. “Creo que ha ido a ver cómo el Osasuna perdía con el Girona”, bromeó Turull con los suyos, en referencia a un partido de fútbol que acabó el sábado 2-4. Incluso le mandó a Cerdán un mensaje con el mismo contenido. 

El dirigente socialista volvió a Bruselas para encarar la semana. En realidad, podría haber estado en cualquier otro lugar. Tras la reunión que mantuvo con Puigdemont el pasado 30 de octubre, en las dependencias de Junts en la Eurocámara y bajo la foto de una urna del referéndum del 1-O, no hubo más encuentros. Cerdán estaba allí más que nada para firmar y comparecer. El escollo se situaba en el concepto de ‘lawfare’, la guerra sucia judicial contra rivales políticos, que los posconvergentes querían incluir de alguna manera en la ley de amnistía. Se trata de una cuestión muy “técnica”, explican en el PSOE, y cada propuesta tenía que ser estudiada con detalle por el equipo jurídico. Cerdán reportaba constantemente a Sánchez y a Bolaños. Salvador Illa, líder del PSC, estaba siempre al tanto, haciendo “gestiones” cuando era requerido, explican en su entorno. 

La ventanilla única

Al otro lado, todo pasaba por Puigdemont. Una vez el expresident tomó la decisión de negociar, la metodología se pactó casi de forma espontánea. Una ventanilla única. Mandaba él, con un núcleo muy reducido: Turull, Nogueras y su abogado, Gonzalo Boye, cuyo protagonismo fue decayendo conforme se acercaba el acuerdo. 

La presidenta del partido, Laura Borràs, estuvo siempre en un segundo plano. De hecho, cuando comenzaron las conversaciones, compartió con sus más fieles seguidores una velada en la que apostaron por la repetición electoral. Aun así, Borràs ha respetado el voto de silencio decretado durante todos estos meses.

Ese cerrojazo informativo, sin embargo, generó fricciones internas. Un dirigente de Junts llegó a abandonar el grupo de Whatsapp de la ejecutiva al sentirse acusado de filtrar información. Otro miembro de la cúpula, Joan Canadell, ya en estos últimos días decisivos, pedía sin éxito información a los desplazados a Bruselas. Borràs le contestaba contemporizando: “Joan, no se ha llegado a ningún acuerdo. Seguimos las negociaciones. Cuando sepamos si hay pacto, convocaremos”. El propio Turull se enojó por la filtración de su mensaje a la ejecutiva en el que cargaba contra el pacto de ERC con el PSOE y aseguraba que no harían una amnistía para “VIPs” y defendía a los “soldados” independentistas.

Las cinco de la madrugada

Todo podría haber continuado alargándose hasta llegar al 27 de noviembre, fecha límite para la investidura. Este miércoles, sin embargo, socialistas y posconvergentes llegaron a un acuerdo sobre el acuerdo. Ya no irían más allá. Las dos partes se comprometieron a firmar al día siguiente. A las cinco de la madrugada, una semana más tarde de lo previsto, el PSOE y Junts sellaron un pacto por el que pocos habrían apostado antes de las elecciones generales. Cerdán y Turull, sin cámaras de por medio, firmaron horas más tarde el documento en el hotel donde se alojaba el primero.  

Sánchez aceptaba un mediador internacional para “acompañar, verificar y realizar seguimiento de todo el proceso de negociación y de los acuerdos entre ambas formaciones”. También se comprometía a abordar el ‘lawfare’ en las comisiones de investigación en el Congreso sobre el espionaje político al independentismo catalán y las llamadas “cloacas del Estado”. Puigdemont ofrecía sus siete diputados para investir al presidente en funciones y también abría la puerta a dar estabilidad durante toda la legislatura, siempre que se vayan cumpliendo los acuerdos. 

Pero tampoco hay de momento tantos acuerdos. A falta de culminar la ley de amnistía, sobre la que faltan algunos retoques menores que desembocarán en su registro el lunes en la Cámara baja, el pacto entre el PSOE y Junts tiene escasas materias tangibles, a diferencia del documento pactado con los republicanos, que incluye el traspaso de Rodalies y la condonación de más de 15.000 millones de euros de deuda de la Generalitat. 

“Junts se ha movido más en el terreno simbólico y en la definición de la amnistía, mientras ERC se ha centrado en cuestiones concretas”, señala un miembro del Gobierno. “Puigdemont es periodista. Domina mucho más el relato que la gestión”, explica un exdirigente soberanista cercano al ‘expresident’. Pero el propio Puigdemont se revuelve contra esta tesis. Durante su comparecencia del jueves para explicar el porqué de su apoyo, aseguró que “el ‘a cambio de nada” de los republicanos había sido depositado con esta alianza en “la papelera de la Historia”. En cualquier caso, Sánchez será reelegido al frente de la Moncloa el próximo 16 de noviembre.  

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