Hito histórico

Juicio por esclavitud en el Líbano: las calamidades de las trabajadoras domésticas

El caso de la etíope MH busca sentar un precedente legal en la región al juzgar por primera vez a su exempleadora y a la agencia de reclutamiento por esclavitud y trata de esclavos

Mientras, miles de mujeres africanas y asiáticas languidecen en un país en debacle económica sin trabajos y sin posibilidad de retorno a sus hogares por el abandono de las embajadas y las oenegés

Internacional   23/3/2022   Juicio por esclavitud de una trabajadora doméstica migrante en el Líbano. El caso de la etíope MH, extrabajadora doméstica migrante en el Líbano, busca sentar un precedente legal en la región al juzgar por primera a su exempleadora y a la agencia de reclutamiento por esclavitud y trata de esclavos    Migrantes en Amel  FOTO: ANDREA LÓPEZ-TOMÀS

Juicio por esclavitud de una trabajadora doméstica migrante en el Líbano. /

Andrea López-Tomàs

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"Es el infierno. Intento mantenerme fuerte pero es difícil, es realmente difícil", lamenta Isatou. La voz de esta gambiana, agotada al teléfono hablando por encima de los llantos de su hijo, recoge el dolor de miles de trabajadoras domésticas migrantes que, como ella, malviven en un Líbano en debacle económica. Muchas tratan de abandonar el país sin los salarios que sus empleadores se niegan a darles. Mientras algunas duermen al raso frente a embajadas esperando el retorno, llega una buena noticia desde los tribunales. Por primera vez en la historia del Líbano -y de la región-, se está juzgando a una exempleadora y a la agencia de reclutamiento por esclavitud y trata de esclavos.

MH pasó ocho años de su vida encerrada en casa de su madame, la odontóloga May Saadeh. Trabajaba durante 15 horas diarias, no tenía ni un día libre, mientras era golpeada, insultada y amenazada. Su familia en Etiopía no supo de ella durante siete años y medio. Cuando la organización This is Lebanon, creada para exponer a abusadores, la localizó, era otra. "Al ser descubierta, la doctora Saadeh le dio 50 dólares y la mandó de vuelta a Etiopía sin nada más", denuncia Patricia, alias de una trabajadora de este grupo que opera desde fuera del Líbano por seguridad.

Ahora, a más de 4.000 kilómetros de su infierno, MH busca justicia. De la mano de la organización Legal Agenda Worldwide (LAW), ha sido la primera en sentar en el banquillo a la culpable de su sufrimiento con acusaciones nunca vistas. "Según la ley internacional, MH ha sido víctima de esclavitud y por eso pedimos, por primera vez, la pena máxima de 15 años para su exempleadora y la agencia que la reclutó por este cargo y por trata de esclavos", explica Antonia Mulvey, directora de LAW. "No sólo estamos pidiendo que se le pague el salario que le corresponde, también exigimos una indemnización", añade. 

El caso de MH va más allá de un interés individual. Busca, al mismo tiempo, sentar un precedente legal. Y abrir una vía para personas que han padecido el mismo infierno. "Estamos mandando un mensaje a los empleadores: trata a las trabajadoras domésticas migrantes como iguales, págales justamente y hazlas trabajar un total decente de horas", dice Mulvey. Podría ser el primer ejemplo de rendimiento de cuentas por parte de los perpetradores. "También les hablamos a las víctimas, ya supervivientes, para que sepan que cuando reúnan el coraje para denunciar, nosotros estaremos preparados para representarlas", afirma. 

Sin protección legal

"Las cifras oficiales reflejan alrededor de un cuarto de millón de migrantes ahora en el Líbano; sin embargo, estos datos no muestran un gran número que están en situación irregular", reconoce Aina Puig-Ferriol, coordinadora del apoyo a las trabajadoras migrantes de Amel Association. Miles de mujeres africanas y asiáticas están atrapadas en el país bajo el sistema kafala. Estas trabajadoras domésticas migrantes no están amparadas por la legislación laboral libanesa. "Esto permite a los empleadores y a las agencias explotarlas ya que no tienen la protección de la ley", explica Mulvey. Los abusos están tan extendidos que se registra una muerte por semana de alguna trabajadora doméstica, ya sea por suicidio o por intentos fallidos de fuga. Estos casos nunca se investigan.

"El sistema kafala ha sido calificado de esclavitud moderna", afirma Aina Puig-Ferriol, coordinadora del apoyo a las trabajadoras migrantes de Amel Association

Al llegar al Líbano, el 94% de los empleadores libaneses confiscan sus pasaportes, pese a ser una violación del derecho internacional. "De hecho, el sistema kafala ha sido calificado de esclavitud moderna", apunta Puig-Ferriol. El estatus legal de estas mujeres, en el 99% de los casos, depende de sus madames y monsieurs, como son obligadas a referirse a sus prácticamente propietarios. Al ser forzadas a vivir bajo su mismo techo, disponen de un control casi total de su empleo y de su estatus migratorio. "Estos empleadores deberían estar tras las rejas; están cometiendo delitos", insiste Patricia.

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Aina Puig-Ferriol, coordinadora del apoyo a las trabajadoras migrantes de Amel Association. / Andrea López-Tomàs

Abandonadas por sus embajadas

"Estoy cansada de todo, no tenemos a nadie que nos apoye, somos solo nosotros", explica por teléfono Isatou Sowe mientras intenta calmar los llantos de su bebé. Esta madre soltera con dos hijos a su cargo –"mi marido volvió a Gambia el año pasado sin decir una palabra"– también lidera la comunidad gambiana en el Líbano. Este trabajo completamente voluntario intenta responder al abandono de sus embajadas. A principio de año, el país se escandalizó cuando un grupo de keniatas pasó semanas durmiendo a las puertas de su consulado. El mismo que las quería retornar a los hogares abusivos de los que escapaban.

Los abusos están tan extendidos que se registra una muerte por semana de alguna trabajadoras doméstica, ya sea por suicidio o por intentos fallidos de fuga. Estos casos nunca se investigan.

Durante los últimos dos años, la crisis económica ha condenado a la miseria a aquellas que en sus encierros, ya eran vulnerables. Ahora son extremadamente vulnerables. "Yo, por suerte, sigo trabajando pero con la crisis, aunque trabajamos muy duro, no alcanza el dinero", explica Saru Gurung. Al frente de la comunidad nepalí –"no me gusta que me llamen líder, solo estoy ayudando"–, Saru calcula que a su estancia en el Líbano, "con sus cosas buenas y otras no tanto", solo le queda un año tras haber pasado 12 en el país mediterráneo. "La mayoría se encuentran en situación de desempleo en un lugar del que no conocen ni la lengua porque se las lleva del aeropuerto al aislamiento del hogar", explica Puig-Ferriol.

Olvidadas por oenegés

Además, son muy pocas las organizaciones que ayudan a este colectivo. A la presencia de un millón y medio de refugiados sirios, se le suma una crisis económica que impregna a todos los sectores sociales. "Nuestros objetivos de empoderamiento y de mejora de los procesos de migración han pasado a segundo plano porque ahora mismo lo que necesitan es que demos respuestas a sus necesidades más básicas", explica la coordinadora del programa de Amel. A la ayuda humanitaria, se le añaden los esfuerzos para repatriarlas.

"Estoy cansada de todo, no tenemos a nadie que nos apoye, somos solo nosotros", explica Isatou Sowe, la líder de la comunidad gambiana en el Líbano

"Muchas quieren volver a sus hogares porque aunque tengan trabajos, se les paga en libras y no las podemos mandar a nuestras familias ya que se quedan en nada", denuncia Gurung. La moneda local ha perdido el 90% de su valor. Volver, poner tierra de por medio es el primer paso para sanar. Aunque para MH, cada uno de los kilómetros que la separan de su infierno es un motivo más para no quedarse callada. "Vamos a cambiar el silencio en el que las trabajadoras domésticas migrantes se ven forzadas a vivir", anuncia Mulvey, esperanzada.

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