Aniversario de la explosión
Beirut, un año atrapada a las 18:07
La capital del Líbano llega el primer aniversario de la explosión en el puerto de Beirut sin resultados de la investigación y con restos de la destrucción por toda la ciudad
Andrea López-Tomàs
Periodista y politóloga.
Cuando Patil Yessayan colgó el teléfono en su oficina de la Universidad Americana de Beirut, el suelo tembló. Sin saber qué había pasado, volvió a casa por el camino habitual. En el barrio de Gemmayze, a apenas 1.500 metros del puerto, se quedó atrapada durante dos horas. Gente ensangrentada, edificios destrozados, cristales por todas partes componían el retrato de su ciudad. “Durante dos días, estuve paralizada, no era capaz de salir de la cama”, recuerda.
El pasado 4 de agosto los relojes de Beirut se pararon a las seis y siete minutos de la tarde. Un año después, no han vuelto a funcionar. Aún hay rastros de la destrucción a kilómetros del puerto de la capital del Líbano. “No me puedo creer que haya pasado un año, parecen solo unos meses porque el trauma sigue entre nosotros”, confiesa Patil. Hace un año, a las 18:07, casi 3.000 toneladas de nitrato de amonio almacenadas en malas condiciones provocaron una de las mayores explosiones no nucleares de la historia. Beirut voló por los aires, y aún no se ha encontrado.
La fuerza de un grupo de jóvenes dispuestos a ayudar, bajo la iniciativa Together For Lebanon, devolvió a Patil la energía. Como a muchos otros beirutís. “Ninguno de nosotros tuvimos tiempo para pensar, todos fuimos a las calles para limpiarlas y cubrir las necesidades de los residentes”, explica Rayya Badran. Desde un bar en ruinas del festivo barrio de Mar Mikhael, cocinaron para los voluntarios. “Fue un momento de acción, no de reflexión”, apunta como parte de la iniciativa Matbakh el Balad (La Cocina del País). Mientras los libaneses se enfrentaron al shock de forma colectiva, con sus propias manos, la clase política prometió que en cinco días habría los resultados de la investigación para esclarecer que causó la deflagración.
Investigación sin resultados
Beirut llega a ese primer aniversario golpeada por tan enorme tragedia de la que sigue sin conocer las causas. “No me sorprende pero cada vez que ves los rostros de los que perdieron familiares o amigos no puedes hacer otra cosa que enfadarte con el mundo, con los responsables, con la justicia”, reivindica Patil. En apenas unos segundos, la explosión iniciada por un incendio en el almacén número 12 del puerto mató a más de 200 personas y dejó a unas 6.500 heridas. Alrededor de 300.000 personas se quedaron sin hogar de forma inmediata y otras 70.000 perdieron sus trabajos en un país ya en caída libre.
Seis días después de la tragedia, el Ejecutivo de Hasán Diab dimitió. En diciembre, el primer juez a cargo de la investigación, Fadi Sawan, acusó a Diab y a otros tres exministros de negligencia. Una semana después, la investigación fue suspendida y en febrero, un tribunal destituyó a Sawan. Sin gobierno desde entonces, la parálisis política ha bloqueado el caso. Las peticiones del nuevo juez, Tarek Bitar, para levantar la inmunidad de altos funcionarios para ser investigados se pierden en la burocracia mientras las autoridades libanesas se pasan la responsabilidad de lo político a lo judicial, y viceversa.
Doce días después de renunciar como primer ministro, Saad Hariri pidió levantar la inmunidad. Según el presidente del Parlamento, Nabih Berri, la cámara está lista para permitir el levantamiento que facilite los interrogatorios sobre el caso. Pero hasta ahora, todo se ha quedado en palabras. Sin pedir perdón a los familiares de las víctimas ni haberse reunido con ellas en todo el año, la clase política ha declarado el cuatro de agosto día nacional. Negocios e instituciones cerrarán mientras las calles se llenarán de duelo y frustración.
Respuesta de la sociedad civil
Tan solo bastaron unos segundos para que la incompetencia y la corrupción arrasaran con gran parte de la capital libanesa. “El daño aún no se ha reparado”, reconoce Patil, “sigue presente: queda mucha gente que no ha vuelto a casa, quiénes murieron ya no regresarán, muchas personas han decidido abandonar el Líbano”. La ausencia de un gobierno que se preocupe ya no escuece a la activa sociedad libanesa. En el primer mes de respuesta a la explosión, el 62,3% de los esfuerzos de asistencia los llevaron a cabo organizaciones de la sociedad civil mientras que el 20,2% fueron iniciativas individuales.
Apenas un 0,9% estuvo a cargo de las organizaciones gubernamentales. Solo dos semanas antes de la explosión, el presidente Michel Aoun y el primer ministro Hasán Diab, entre otros altos cargos, recibieron un documento alarmándoles del riesgo que suponían los materiales químicos almacenados en el puerto que podían destrozar la capital. Y lo hicieron. “Todos somos víctimas de esto, tenemos que seguir presionando para un mayor rendimiento de cuentas”, defiende Rayya Badran. Un informe del FBI afirma que sólo explotó una quinta parte del nitrato de amonio descargado en el puerto en el 2013. El resto parece haber desaparecido.
“Estoy enfadada aún, sigo de duelo”, reconoce Rayya. Desde el cuatro de agosto, el país ya no es el mismo. Quienes pueden abandonan el Líbano, hastiados de un sistema que les expulsa. Los que se quedan malviven. Más de 564.000 niños se van a dormir en el Líbano sin haber comido un plato de comida al día. La frustración llega hasta los hogares de los culpables como ocurrió hace un par de semanas. Los familiares de las víctimas de la explosión reclamaron justicia al ministro del Interior, Mohamed Fahmy, y la respuesta fueron los gases lacrimógenos lanzados por la policía.
"Miseria colectiva"
Al pie de la autopista que separa el puerto de la ciudad, habitan las ruinas de otro Líbano. Un año después, alguien ha decidido tachar el irónico cartel de una compañía telefónica que vendía “un nuevo mundo”. No se ha tomado el mismo esfuerzo para retirar los cristales esparcidos por el suelo. El dolor es demasiado. Los coches circulan ajenos a la destrucción mientras con los silos destrozados de fondo, un grupo de jóvenes escribe los nombres y pegan imágenes de quienes les fueron arrebatados el pasado 4 de agosto.
“Ninguno de nosotros debería descansar hasta que descubramos quién es responsable de esto”, insiste Rayya. En este duelo compartido que se activa a diario a las 18:07, los libaneses aún encuentran un espacio para celebrar la fuerza y la proactividad de una juventud convencida de que puede existir un Líbano mejor. “Lamentablemente esta nueva generación tiene una memoria colectiva que nos ha acercado”, explica Patil. “La miseria es lo que nos ha unido”, concluye.
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