Un nuevo orden en el 'deporte rey'

Arabia Saudí: de su historial de abusos al plan de Estado para dominar el fútbol

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Arabia Saudí es la mayor amenaza de la historia del fútbol europeo

Mohamed bin Salmán, príncipe heredero de Arabia Saudí, celebra un gol en el Mundial de Qatar junto al presidente de la FIFA, Gianni Infantino.

Mohamed bin Salmán, príncipe heredero de Arabia Saudí, celebra un gol en el Mundial de Qatar junto al presidente de la FIFA, Gianni Infantino. / Europa Press

Andrea López-Tomàs

Andrea López-Tomàs

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Parecía imposible, pero la irrupción de Arabia Saudí en el mercado de fútbol internacional nos fuerza a hablar de cifras aún más inasumibles para la mente humana. Más de 200 millones de euros para Cristiano Ronaldo en Al Nassr. Otro centenar de millones para Karim Benzema en Al Ittihad. Al Hilal le ofrecía al Paris Saint-Germain una cifra superior a 300 millones de euros para tener a Kylian Mbappé entrenando en el desierto saudí, aunque el francés lo ha rechazado. Pero, ¿de dónde sale ese dinero? En un país y en una región loca por el fútbol, el deporte se convierte en asunto de Estado

Todos estos fichajes “son un reconocimiento de que el fútbol es un deporte nacional”, explica Abdullah al-Arian, autor de ‘Fútbol en Oriente Medio: Estado, Sociedad y el Juego Bonito’. “Es, con diferencia, el deporte más popular no solo en Arabia Saudí, sino en el mundo árabe en general y, obviamente, en todo el mundo, por lo que, de alguna manera, el Estado saudí puede tratar de legitimarse a sí mismo al tener una participación mucho más profunda en el fútbol”, constata el también profesor de la Universidad de Georgetown. Más allá de presumir de tener a grandes estrellas –“algunas aún en la cúspide de su carrera”– deslizándose sobre la hierba de los estadios saudís, la estrategia persigue objetivos mayores. 

Inyección de dinero público

Desde principios del 2021, Arabia Saudí se ha gastado al menos 5.730 millones en acuerdos deportivos, casi el cuádruple de la cantidad anterior desembolsada en un período de seis años, según desvela The Guardian. La irrupción del joven príncipe heredero, Mohammed bin Salmán, conocido por sus iniciales MBS, marca el punto de partida de la remodelación de la imagen que el régimen wahabí quiere mostrar al mundo. “El fútbol es parte de un proyecto nacional mucho más grande en el que Arabia Saudí ha invertido tiempo, sobre todo desde que MBS gobierna de facto el país, y que busca alejarse de su reputación anterior vinculada al conservadurismo religioso y presentar al país como un lugar moderno, abierto al turismo”, señala al-Arian a EL PERIÓDICO desde Qatar. 

Karim Benzema, en su presentación con el Al-Ittihad en Yeda.

Karim Benzema, en su presentación con el Al-Ittihad en Yeda. / Stringer / Reuters

Para lograrlo, sólo hace falta una masiva inyección de dinero público para traer a grandes futbolistas y distribuirlos por los diferentes clubes. El Fondo de Inversión Pública (FIP) saudí ya ha adquirido el 75% de la propiedad de los cuatro grandes tradicionales: Al Hilal, Al Nassr, Al Ittihad y Al Ahli. Pero, aunque este modelo ya se ha visto en sus vecinos Qatar y Emiratos Árabes Unidos (EAU), el régimen saudí tiene un poder incomparable con estos pequeños estados. “Es considerada, al menos dentro del continente asiático, como una especie de potencia del fútbol”, dice Al-Arian. Por eso, el objetivo de los saudís es ampliar su área de influencia e ir más allá de lo regional para triunfar en el fútbol global.

Dejar de hablar de derechos humanos

“En realidad, lo que buscan es cambiar el foco de conversación sobre su preocupante historial de derechos humanos y normalizar a un Estado que, al menos durante algún tiempo tras el asesinato del periodista [disidente] Jamal Khashoggi, se enfrentaba al aislamiento, y la gente se negaba a hacer negocios en Arabia Saudí”, rememora el investigador. Ahora esos tiempos resultan lejanos. “Al menos, en la memoria. Ahora, tenemos atletas que son modelos a seguir en todo el mundo, que son símbolos de marketing masivo y marcas globales, que se están peleando entre sí básicamente para ir allí”, lamenta. “Existe cierta preocupación de que esto se esté usando como una forma de enmascarar algunos de esos elementos problemáticos”, añade.

Mientras los grandes futbolistas se embolsan cifras inasumibles por jugar en una liga que, por ahora, sigue siendo menos competitiva que la europea pero más que la estadounidense y la japonesa, las autoridades saudís siguen siendo las autoras de uno de los peores historiales de abusos contra los derechos humanos de su ciudadanía en todo el globo. Entre celebraciones pomposas ante un nuevo fichaje, “no vemos ninguna responsabilidad o cambio en esas políticas”, subraya Al-Arian. “Además, tampoco es un modelo sostenible y temo que, a largo plazo, podría generar un revés para el desarrollo y la evolución graduales del fútbol saudí porque es una especie de explosión a corto plazo de talento que viene del exterior, pero no se trata de construir un legado que va a mantenerse en el tiempo”, apunta. 

"Rentabilidad antes que integridad"

Al-Arian defiende que, aunque los números saudís son impresionantes, no hay que olvidarse que la “mercantilización del fútbol empezó en Europa y en Estados Unidos”. Pero es difícil para los países árabes que sus negocios dejen de ser juzgados con ese doble rasero tan propio de Occidente. “Ninguna de las acusaciones hechas a Qatar durante la celebración del Mundial, pese a la veracidad de todas ellas, se le hicieron a un Estados Unidos que ganó su candidatura mientras Trump era presidente del gobierno y había prohibiciones de entrada a la ciudadanía de países musulmanes, casos de intolerancia y abusos de los derechos humanos, y otros escándalos”, apunta. “Es como si la política se eliminara inmediatamente de los deportes en el momento en que entramos en el fútbol de los continentes europeo o americano”, reflexiona el profesor. 

Los países del Golfo, con Arabia Saudí a la cabeza, han perfeccionado la técnica del 'sportswashing'. O sea, de enmascarar sus abusos a los derechos humanos y de mejorar su imagen a través de la organización de eventos deportivos o la compra de clubes de fútbol o los fichajes de las grandes estrellas. Pero son muchos los participantes en la estrategia. Y algunos son modelos a seguir a nivel global. “Cuando nos fijamos en el fútbol, se trata de una conversación difícil que no mucha gente quiere tener porque, en última instancia, nos damos cuenta que se prefiere la rentabilidad y la comercialización en lugar de la equidad y la integridad del deporte en sí”, concluye Al-Arian.

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