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Joan Cañete Bayle

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Subdirector de EL PERIÓDICO.

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Illa en la zona Cesarini

 Catalunya decide en la recta final de la campaña si permite a un no independentista intentar deshacer la telaraña que la atenaza

BARCELONA, 07/05/2024.- El candidato a la presidencia de la Generalitat, Salvador Illa (PSC), participa en el debate electoral organizado por TV3 y Catalunya Radio hoy martes en Barcelona. EFE/Quique García

BARCELONA, 07/05/2024.- El candidato a la presidencia de la Generalitat, Salvador Illa (PSC), participa en el debate electoral organizado por TV3 y Catalunya Radio hoy martes en Barcelona. EFE/Quique García / Quique García | Efe

Salvador Illa y el proyecto que el PSC y el PSOE emprendieron a finales de 2020 entran en los minutos decisivos del partido, la zona Cesarini como la llaman los italianos en honor del jugador de la Juventus Renato Cesarini, especialista en marcar goles en la recta finales de los partidos. La zona Cesarini es ese momento del juego en el que el espacio tiempo se comprime, las piernas de los mediocres flaquean, la voluntad se alía con la suerte y la victoria y la derrota se dirimen en un suspiro, como bien saben los seguidores del Real Madrid en la Champions. La recta final de las elecciones catalanas y el escenario poselectoral que arrojen es donde Illa, y Pedro Sánchez, se juegan su proyecto de dar por terminado con el ‘procés’.

Por convicción, por necesidad, por estrategia, por táctica... por lo que sea, el PSOE y el PSC han trabajado durante estos tres años para dar por terminado el ‘procés’, como dijo de forma tal vez prematura Félix Bolaños. A cambio de los indultos y la amnistía, han incorporado a los dos grandes partidos independentistas (ERC y Junts) al juego político en el Congreso, han superado la política de bloques, han convertido a los socialistas en el principal partido en Catalunya y han canalizado a través de canales institucionales (las mesas de diálogo) las reivindicaciones independentistas. La parte final, lo que está en juego en la zona Cesarini, es si el PSC acaba de ganar la partida: victoria electoral el domingo (que se da por descontada) y, sobre todo, que los partidos independentistas no sumen mayoría por primera vez en años. Este escenario es el que necesitan los socialistas para dar por terminada la crisis abierta desde 2017 y que el PP fue incapaz de gestionar.

Para el PSC ha sido un gran viaje. Los socialistas pagaron como pocos la factura divisiva del ‘procés’. Sufrieron una escisión de su alma más nacionalista y fueron asaltados por Ciutadans por la derecha y los Comuns por la izquierda en unos tiempos en los que “equidistante” era uno de los peores insultos en Catalunya. Su suelo electoral se desplomó y flirteó con la irrelevancia. Que ahora aspire a quebrar la hegemonía del bloque independentista y a liderar una coalición de Gobierno transversal era impensable no hace mucho. Desde el punto de vista de Sánchez, dar por terminado el ‘procés’ supone enmendar gracias al resultado final los renglones torcidos de su política de pactos en Madrid. Los indultos, la amnistía y los errores políticos en este largo camino quedarían, a su juicio, justificados y refrendados por las urnas.

Pero todo es posible en los últimos minutos, y todo el mundo sabe que dependiendo del resultado la crónica del partido dirá una cosa u otra. Desde el bloque independentista, las elecciones dirimen muchas cuentas pendientes. La “restitución”, en sus palabras, de Carles Puigdemont es el factor más evidente, pero no el único. Una derrota clara de ERC impugnaría su estrategia negociadora y de gestión; Junts también se juega su enésimo giro posconvergente; la concurrencia de Alhora servirá para contar el peso electoral real de los hiperventilados, y la irrupción de Aliança Catalana abre un frente en la extrema derecha. En este contexto, y más con un Gobierno débil en Madrid, si el independentismo suma mayoría con Junts por delante de ERC será muy difícil argumentar la muerte del ‘procés’. Al contrario, el concepto de la “restitución” sería el ganador. Regresarían los ecos del “lo volveremos a hacer” y la legislatura en Madrid se tornaría más compleja de lo que ya es de por sí.

Un puñado de votos y escaños y las combinaciones aritméticas poselectorales, pues, marcan el acta de defunción del ‘procés’ o bien su renacimiento con nuevos bríos. Cualquiera puede ganar y no es descartable que vayamos a la prórroga. Lo que la zona Cesarini oculta es que el independentismo sigue siendo una formidable fuerza política en Catalunya y que las medidas correctoras de la judicialización de la política son imprescindibles para encauzar el conflicto, pero no para solucionarlo y darlo por enterrado. Más que repartir con euforia certificados de defunción o cartas de naturaleza de refundaciones, lo que Illa se juega en la zona Cesarini es si Catalunya le da la oportunidad como actor no independentista de desmarañar la telaraña en la que está enredada desde hace más de una década. 

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