Las batallas del próximo mandato en Barcelona (4)
La ratonera sin resolver del Camp Nou: “Tardamos hasta dos horas para llegar a casa cuando hay partido”
El 'destierro' del Barça a Montjuïc no afloja las quejas en Les Corts por los problemas de movilidad e incivismo en torno al estadio
Las entidades, que exigen soluciones a los cortes de calles que irritan a los vecinos, temen más dificultades cuando el recinto se reabra ampliado
Jordi Ribalaygue
Periodista
Periodista especializado en información local de Barcelona y el área metropolitana. Ha trabajado en El Mundo, EFE, Público, Ara, Tot Barcelona y medios locales de Sant Adrià de Besòs y Badalona. Ha colaborado en la redacción del libro 'Objectiu Venus', sobre el barrio de La Mina.
“Sí, estaremos dos años tranquilos… Y después, ¿qué?”, requiere Anna Ramon, presidenta de la Asociación de Vecinos del Camp Nou. La pregunta -más bien un resoplido de hartazgo y escepticismo- se alumbra bajo el resplandor que despiden los focos del estadio del Barça y las bengalas que llamean en los jardines de Bacardí y la Travessera de Les Corts. Encendida, la dirigente vecinal habla con vehemencia mientras alrededor se desbordan los cánticos, el gentío y las latas y los botellines en las papeleras. Quedan pocos minutos para que arranque el último Barcelona-Madrid, disputado hace 10 días, y la furia prende extramuros de las gradas, mordisqueadas en el gol sur como preludio de la remodelación que destierra a los azulgrana a Montjuïc durante un par de temporadas.
“Aquí en la Travessera apuñalaron a un chico hace pocos días. En aquella escalera, en Felipe de Paz, apuñalaron a un muchacho en la femoral, ya hace tiempo. Lo dejaron seco. Y allá, mataron a otro, cuando salía del campo con su novia. Tenía veintipocos años. Allá destrozaron un bar y aquí lanzaron palos con puntas de cuchillo a la Urbana y los Mossos el año pasado. Y estamos hasta las narices de petardos y bengalas. ¿Si cambiará después de las obras? No preveo que mejore”, zanja Ramon.
A la congoja que se dispara en los aledaños del Camp Nou antes de los encuentros de alto riesgo, se juntan los atascos y los problemas de circulación que enervan a los residentes de ciertas calles del entorno del coliseo culé cuando el Barça juega en casa. Las quejas en parte del vecindario se han intensificado desde que, a principios de marzo, se trasladó el garaje para los autobuses de las peñas del club. Ahora acceden por la avenida de Xile al aparcamiento habilitado en los terrenos colindantes al desaparecido Miniestadi, donde tiene que erigirse el nuevo Palau Blaugrana.
“Nos cortan nuestra calle y, para regresar a casa, estamos hasta dos horas dando vueltas. Es como si fueras hasta Zaragoza, pero sin salir de Barcelona. ¿Y quién nos pagará la gasolina y la contaminación que provoca? Es de locos”, protesta Marta de Prats, presidenta de la Asociación de Vecinos de la avenida Xile. Da cuenta de un cargante periplo reciente para llegar a su piso mientras los aficionados abandonaban la zona tras el Barça-Valencia: “Salí por la ronda y, al llegar a la Diagonal, me encontré que no podía bajar hacia mi casa. ‘Señora, siga recto’, me dijeron. Me hicieron ir por el lateral, meterme por Pau Gargallo, después subir… Fueron tres cuartos de hora. Imagina si le pasa eso a los Bomberos”.
Garajes soterrados
Ante la zozobra vecinal, el ayuntamiento responde que se mantendrá el número de plazas existentes, "pero soterradas para liberar espacio de uso público", precisa. Agrega que la fórmula para tratar de paliar las habituales congestiones en torno al recinto 'blaugrana' "ha ido evolucionando de la misma forma que lo ha hecho el proyecto de remodelación del estadio".
En todo caso, el tejido asociativo del distrito de Les Corts opina que la inminente reforma del Camp Nou y su entorno para edificar el Espai Barça -que incluye un hotel, dos bloques de oficinas y la retirada del vallado que circunda el estadio- no da suficiente solución a las incomodidades del incivismo y el embotellamiento de vehículos. Creen que, incluso, se pueden agravar con las obras, que dependen de que la financiación no se bloquee por la amenaza de descrédito que se cierne sobre el club por el ‘caso Negreira’.
“Puede haber más colas”, intuye Adela Agelet, presidenta de la Coordinadora Vecinal de Les Corts. “Es comprensible que puedan haber más dificultades, porque el estadio incrementará su capacidad”, recalca. Cuando concluya la remodelación, el Camp Nou reabrirá con 105.000 butacas, unas 9.000 más de las que posee desde que se ha derribado parte de la tercera gradería.
“Es cierto que tendremos dos años de tranquilidad, porque no vamos a tener las molestias de los autobuses, ni de las bengalas, ni de las aglomeraciones ni el incivismo, pero cuando el Barça vuelva se repetirán casi seguro”, deduce Andrés Quílez, presidente de la Asociación de Vecinos de Sant Ramon. Da fe de que, para un trayecto de apenas medio kilómetro desde la Diagonal hasta casa, ha purgado un recorrido “tres o cuatro veces más largo”.
“Hay calles que cortan y no dejan pasar a los vecinos. ¿Por qué tengo que llevar un calendario para saber si juega o no el Barça para salir de casa? No se debería limitar al vecino sino a los que vienen al campo”, postula Quílez. Atestigua que, por ahora, no halla otra solución que evitar tomar el coche cuando hay partido. “Nos las arreglamos nosotros solos”, apostilla una vecina de la avenida Xile. “A mis hijos nunca les digo que vengan antes de un partido. Como mucho, que lo hagan a las cinco o las seis de la tarde si el Barça juega por la noche. Y, si tengo que volver, lo hago cuando todo el mundo está dentro del campo”, confiesa.
Acceso restringido
La Coordinadora Vecinal de Les Corts ha propuesto al ayuntamiento acotar una zona de acceso restringido en el entorno del Camp Nou cuando se dispute un encuentro. “Pedimos un perimetral en que solo pueda entrar la gente que vive en el barrio, quien tenga una plaza de aparcamiento contratado, ambulancias y bomberos. Y los aficionados, que lleguen en transporte público o en coche los que tengan plaza”, defiende De Prats.
Además, la dirigente vecinal exige una alternativa que no pase por obstruir el acceso franco por la avenida Xile para que estacionen los autocares de seguidores. “Cortan el tráfico y, cuando salen los buses, van en contradirección hasta la Diagonal. Priorizan a la gente Barça, mientras que nosotros tenemos que dar vueltas”, censura una vecina.
“En un sitio con tanta concentración de gente, la última etapa tendría que ser a pie o en buses lanzadera para que la llegada sea escalonada, excepto para la gente que viene en metro”, sugiere Agelet. “Pueden parar en Sant Just o L’Hospitalet y, desde allí, coger el tranvía o el metro. Y quien no sea vecino ni se identifique, que no pase”, propone Quílez. El consistorio contesta que, cuando el Barça vuelva al Camp Nou, promoverá que la movilidad "sea sostenible, de la misma forma que se está trabajando de cara al traslado a Montjuïc", sin entrar en más detalle.
Las entidades también han sugerido que el ayuntamiento facilite pases para permitir que los habitantes de la zona transiten sin reparo. “Hay un problema de estacionamiento que no se ha solucionado. En determinados días, se debería organizar que fuera un área solo para residentes”, plantea el presidente de la Asociación de Vecinos de Zona Universitària, Josep Maria Guillumet. El ayuntamiento indica que sigue en "permanente diálogo con el club y el vecindario" para mejorar el tráfico.
También se reclama regular el paso para prevenir incidentes. “Conviene que se cierren los parques para que no vivan las salvajadas que se producen”, observa Agelet. “Siempre pedimos al ayuntamiento que no pasen coches de Carles III a Riera Blanca en los días de partido”, señala Ramon, que hubiese preferido que el Barça se marchase a otro lugar en vez de restaurar su envejecido coliseo. “Será una bombonera preciosa, pero no es sitio para que esté aquí, porque vivimos muchos vecinos. Será peor, porque vendrá más gente”, teme.
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