PEDRO GARCÍA. MASOVERO DE 73 AÑOS

"Esto del campo no sé yo... No veo jóvenes por la labor"

«Esto del campo no sé yo... No veo jóvenes por la labor»_MEDIA_1

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Son probablemente los hombres más felices de la tierra. Seis amigos del sur que se conocen de toda la vida. Unas cervezas, unos vinitos, jamón recién cortado, pan, tomate a rodajas finas y unos palillos. La televisión encendida por si ya no hay nada más que debatir. Pedro (a la izquierda de la foto) acoge a menudo a sus amigos (Antonio, Gabriel, Rafael y Francisco) en la casa que cuida desde hace 20 años y en la que tienen un pequeño huerto que cuidan cuando el sol no atonta. "La masía es de una señora de Barcelona. La verdad es que me trata muy bien, y creo que yo a ella también". Tuvo un bar y trabajó en una empresa textil, hasta que en los 90 acabó en el Baix Llobregat. Está casado, pero su mujer vive en Sant Vicenç del Horts porque está convaleciente. Pedro no justifica que la agricultura se esté convirtiendo en una actividad puramente económica, desligada de la tradición familiar, pero sí puede entenderlo porque "¿a quién le gusta trabajar por 20 o 30 euros al día?". "Esto del campo, no sé yo..., no veo a los chavales muy por la labor. Solo los inmigrantes vienen a los campos porque saben que encontrarán trabajo, pero hombre, lo hacen por necesidad, porque es duro estar tantas horas bajo este sol criminal".

Los amigos coinciden en que estas tierras "son muy buenas", pero para ganar algo de dinero, dicen, primero hay que pasar por el filtro de los "intermediarios y de los impuestos". "Te acribillan", señala Pedro. Todos trabajaron durante años en una misma empresa, fuera una compañía de transportes o una fundición. "Ahora -señala Gabriel-, los chavales se mueven más que una peonza, no hay manera de que encuentren un sitio fijo para toda la vida".

De hecho, algunos de ellos tienen a los hijos ya mayores en casa. Por una separación, por una mal momento económico. Por lo que sea. Pero mientras estos hombres se marcharon del hogar -todos son originarios de Andalucía- con una mano delante y otra detrás con la mayoría de edad recién cumplida, ahora se encuentran en la tesitura de tener que mantener a sus vástagos, que superan los 40 de largo. Y lo hacen de buen grado, que conste. Les gustaría ayudarles, pero no están por la labor de recomendarles el parque agrario.