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L'Hospitalet que deja Marín

La alcaldesa de la segunda ciudad de Catalunya lega a su sucesor una hoja de ruta llena de proyectos

La alcaldesa de l'Hospitalet de Llobregat, Núria Marín.

La alcaldesa de l'Hospitalet de Llobregat, Núria Marín. / JORDI OTIX

El Ayuntamiento de L’Hospitalet de Llobregat celebró ayer el último pleno ordinario presidido por quien ha sido alcaldesa durante 16 años, Núria Marín, aunque hasta el 15 de junio no se celebrará el pleno en el que el teniente de alcalde David Quirós debe tomar el relevo. La segunda ciudad de Catalunya ha estado gobernada sin interrupción por los socialistas desde la recuperación de los ayuntamientos democráticos: un caso único entre las 10 ciudades más pobladas de Catalunya, muchas de ellas con un perfil social similar. Probablemente no es ajeno a este hecho que el consistorio haya sido presidido durante estos 45 años por solo tres alcaldes, Juan Ignacio Pujana, Celestino Corbacho y Núria Marín, con personalidad y tirón popular (con tintes más populistas los primeros, y más técnicos la última) y cada uno de ellos con cuatro victorias electorales en su haber. La despedida de cada uno de ellos, eso sí, ha sido dispar: si Pujana fue apartado por causa judiciales y tensiones con el aparato y Corbacho fue relevado por la vía de la promoción ministerial, Marín es la primera que deja el cargo por voluntad propia, considerando que su proyecto para la ciudad ha quedado encarrilado y que ha llegado el momento de una transición ordenada, con la ciudad convertida de nuevo (42% de los votos en las recientes elecciones al Parlament) en un fortín electoral para su partido y con una hoja de ruta trazada. 

La senadora y vicepresidenta del PSC, que tanto durante su mandato municipal como al frente de la Diputación de Barcelona ha sabido pilotar pactos de gobierno de distintos colores, deja un Hospitalet que está ya muy lejos de la imagen de ciudad dormitorio, apéndice residencial de Barcelona del que se había llegado a especular desde la capital con su anexión. L’Hospitalet sigue siendo una ciudad con un tejido extremadamente denso en sus barrios más populosos, con una población de renta baja, un 36% de ella llegada desde otros países, con necesidades de gasto en políticas sociales y de mejora urbana que serían mucho más difíciles de abordar sin la apuesta por la actividad económica en áreas como los distritos económicos de la Fira y la plaza Europa. Durante el mandato de Marín, en muchos momentos, L’Hospitalet ha asumido con más decisión que la capital del país apuestas clave como el Mobile, o ha puesto más facilidades y menos reticencias a oportunidades de inversión estratégicas. Y ha mantenido a raya problemas de convivencia potencialmente más conflictivos que los de ciudades vecinas. 

Algunas de las grandes transformaciones de L’Hospitalet fueron definidas por anteriores equipos de gobierno y rematadas por el de Marín. Dos crisis sucesivas (la inmobiliaria y financiera de 2008-2013 y la del covid) y algún traspiés legal han hecho que de algunas de las grandes apuestas de Martín se vean ya los frutos (como el distrito cultural) y que otras se hayan quedado en la rampa de salida, pero con todo dispuesto para que este nuevo impulso en el crecimiento de la ciudad vaya a quedar en manos de su sucesor. Como las grandes transformaciones que debe suponer el futuro polo sanitario y la conexión de los barrios separados por los trazados del tren (si las últimas objeciones del ministro Óscar Puente a la financiación estatal de los soterramientos ferroviarios no lo impide). Algunos de ellos son aún proyectos, pero precisamente esto es lo que ha caracterizado en los últimos años a L’Hospitalet, ser una ciudad con proyecto.