Tras el resultado del 23J

Qué une y qué separa a ERC y a Junts para negociar de forma conjunta la investidura de Sánchez

La cúpula de ERC pide por carta a Junts "sumar esfuerzos" para negociar con el PSOE una investidura

Lluïsa Moret: "La voluntad de buscar soluciones para Catalunya une a PSC y Junts"

Mas recomienda a Puigdemont ser "más exigente que intransigente"

El 23-J impacta en los equilibrios de Aragonès para agotar la legislatura catalana

El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, con el expresidente Carles Puigdemont, en mayo del año pasado en Bruselas

El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, con el expresidente Carles Puigdemont, en mayo del año pasado en Bruselas / OLIVIER HOSLET / EFE

Sara González

Sara González

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"Sumar esfuerzos". Es la petición que ha oficializado toda la cúpula de ERC a Junts para negociar conjuntamente la investidura del líder del PSOE, Pedro Sánchez. Podría considerarse una llamada más a la unidad del independentismo -la enésima- si no fuera porque, esta vez, de su éxito o fracaso depende que se escoja presidente del Gobierno o bien que el escenario acabe siendo el de la repetición electoral. Y es que la compleja interlocución que deberán afrontar los socialistas no podrá abstraerse de las rencillas que republicanos y posconvergentes llevan arrastrando desde el convulso otoño de 2017 en su pugna por liderar un movimiento que presenta síntomas de agotamiento en las urnas. Ambos tienen incentivos para trazar sinergias y actuar al unísono, pero también parten de diagnósticos y riesgos que pueden hacer que las relaciones continúen siendo irreconciliables.

La pérdida de fuelle del independentismo

Ni a ERC ni a Junts les fueron bien las elecciones generales. Los primeros se dejaron por el camino 400.000 votos. Los segundos, 140.000. Y la CUP se quedó sin representación. Eso supone que el independentismo ha pasado de contar con 23 representantes en el Congreso, a 14, y que el PSC en Catalunya sume más votos (1,2 millones) que los tres partidos soberanistas juntos. Este es uno de los principales motivos por los que unos y otros se emplazan a rehacer puentes con el objetivo de reanimar el apoyo de los votantes y no arriesgarse a una caída mayor si se vuelven a repetir las elecciones. La aritmética del 23-J les brinda una inesperada oportunidad para ello, porque pese a haber perdido fuelle en las urnas, los escaños de los dos partidos independentistas cotizan más al alza pues son imprescindibles para la investidura de Pedro Sánchez. Los republicanos querrían que este capítulo fuera el primero para recuperar la cooperación también en la legislatura catalana, consciente de que hay una parte de Junts que vive con desazón la pérdida de poder institucional del partido, y un revulsivo para que, con un horizonte compartido, el soberanismo vuelva a una línea ascendente.

El desgaste menor de ir de la mano

En ambos partidos existe el temor a que un eventual apoyo a Sánchez pase factura. De hecho, los republicanos atribuyen buena parte del correctivo sufrido en las municipales y en las generales al hecho de no haber sabido capitalizar su estrategia de diálogo en Madrid. Que Junts, que en campaña dijo que no investiría a Sánchez, esté ahora dispuesto a exprimir su rol de partido que tiene la llave y negociar, ya es un cambio de posición. Si los dos partidos van de la mano a la hora de determinar el precio de su 'sí', entienden que la presión que ejerza el sector del independentismo partidario de la confrontación estará más repartida y que el castigo que puedan aplicar a ambos -a ERC por dar continuidad al diálogo y a Junts por romper la coherencia con lo defendido hasta ahora-, es menor. Para Junts sería una fórmula con la que, después de la investidura, jugar de nuevo la carta de ser un partido influente en el Congreso, como ansía su alma más pragmática, que añora el papel que Convergència tenía antaño.

El envite de Junts por superar a ERC

La pulsión de Junts por intentar recuperar el liderazgo dentro del independentismo y arrebatarle la presidencia de la Generalitat a ERC han marcado todas las decisiones de los últimos meses. Y esta tentación es uno de los motivos que pueden llevar a los posconvergentes a negociar por su cuenta la investidura de Sánchez. Ir por separado puede desembocar en dos finales distintos: o acordar con el PSOE un 'sí' a cambio de contrapartidas más altas que las que puedan exhibir los republicanos o lucir un desacuerdo que suponga la repetición de las elecciones bajo el argumento de que los socialistas no afrontan la resolución del conflicto y que ERC no se mantiene firme en la reivindicación de la autodeterminación y la amnistía. De momento, mientras el partido de Oriol Junqueras ha abogado por "no dar una segunda oportunidad" a la derecha, Carles Puigdemont ha dejado claro que con él no funcionará el "chantaje político" que entiende que supone que desde el PSOE se emplace a Junts a votar la investidura de Sánchez si quiere impedir un Gobierno de PP y de Vox.  Significativas han sido las declaraciones del 'expresident' Artur Mas en las que ha emplazado a Puigdemont a ser "más exigente que intransigente" y ha defendido evitar la repetición de las elecciones.

La vocación de ERC de mantener su estrategia

ERC no considera ni que tenga que cambiar sus liderazgos ni que los dos reveses consecutivos en las urnas supongan que tiene que cambiar su estrategia de fondo. La revisión, entienden desde la dirección, tiene que ser en todo caso de la táctica y de encontrar respuesta a por qué no han sacado rédito ni de lo negociado en Madrid ni de la gestión de Pere Aragonès al frente del Govern. Esa reafirmación en continuar ondeando la bandera del diálogo con una mirada pragmática también puede ser motivo para que no se consolide un bloque negociador con Junts. Los republicanos ya han dejado por escrito que sus condiciones para la investidura son la continuación de la mesa de diálogo, la mejora de la financiación y el traspaso de Rodalies. Eso sabe a poco en las filas de Junts, que se mantienen por ahora inamovibles en la reclamación del referéndum y la amnistía. Llegado el momento límite, ERC buscaría desmarcarse, previsiblemente, de ser señalada como responsable de una repetición electoral.

El riesgo de dar alas a un cuarto espacio

Junts no solo mira de reojo a ERC, sino a lo que se mueve también en las fronteras de su partido, a ese cuarto espacio que amenaza con tomar cuerpo en futuras elecciones a partir del sector del independentismo que ha alimentado la abstención como castigo a los partidos, que flirtean con la 'lista cívica' que defiende la ANC o que incluso aúpa figuras emergentes como la alcaldesa de Ripoll, Sílvia Orriols, líder del partido de ultraderecha Aliança Catalana, o a la 'exconsellera' Clara Ponsatí. Convertirse ahora en una pieza más de la mayoría que deberá garantizar la investidura de Sánchez es, a ojos de una parte de Junts, dar alas a ese cuarto espacio político que entienden que les pasaría más factura a ellos que a ERC.

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