Elecciones 23-J

Rovira y Turull inician los contactos para exigir un precio conjunto para la investidura de Sánchez

El Govern asume que el 23-J le resta relevancia

El Govern subraya que pese al batacazo el independentismo sigue siendo clave para la gobernabilidad de España

Junts avisa de que la "pinza" ERC-PSC en la Diputación dificulta el frente común en Madrid

El secretario general de Junts, Jordi Turull, en una rueda de prensa

El secretario general de Junts, Jordi Turull, en una rueda de prensa / Europa Press

Xabi Barrena
Carlota Camps
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La aritmética para que Pedro Sánchez pueda ser investido presidente vuelve a pasar por Catalunya. Ya fue así en 2019, pero entonces el socialista solo necesitaba a ERC. Ahora será aún más complejo, porque también necesita los votos de Junts. Por lo tanto, del 'expresident' Carles Puigdemont. Su formación parte de máximos -la amnistía y el referéndum de autodeterminación- y pide que el 'precio' a esta investidura sea pactado entre todos los partidos independentistas. Unas negociaciones que quieren liderar, a pesar de quedar 70.000 votos por debajo de los republicanos. Los contactos entre ambas fuerzas al más alto nivel ya se han iniciado. El pasado lunes, los respectivos secretarios generales de ambas fuerzas, Marta Rovira y Jordi Turull mantuvieron las primeras conversaciones.

Esquerra, de momento, asiste impávida a un cambio de actitud de Junts que obedece, razonan en la sede republicana de la calle de Calàbria, a una visión parcial de los resultados electorales y que se resume en que los siete diputados de Junts son más decisivos que los de ERC, aunque, en realidad, estén al mismo nivel.

Un marco mental favorecido por los propios mensajes de campaña de ERC, que, para evitar aun más fugas de votos, quisieron dejar bien claro que apoyarían a Sánchez. Y también, apunta otra fuente del partido "al relato histórico: ERC ya invistió a Sánchez hace cuatro años y Junts, no". Con todo, aseveran ahora los republicanos, "es muy audaz dar por hecho el apoyo al PSOE".

Aligerar tensión

Con todo, no parece que la dirección de ERC se incline por abrir ahora un nuevo frente de tensión por las cuestiones formales y fuentes de esta cúpula se preguntan, conocedores de la respuesta, si Junts cuenta con la suficiente cohesión interna para liderar un proceso de toma de decisiones y lidiar con lo que se decida. "Así que", concluye esta vox, "'keep calm'", es decir, 'ante todo mucha calma' como rezaba el título de un disco de rock español.

La intención de Junts es citar durante el mes de agosto a todos los partidos -a los republicanos, pero también la CUP, a pesar de haber quedado fuera de la Cámara baja- y a las entidades independentistas. Aunque, al menos de momento, fuentes de Junts avisan que se llevaran a cabo con "prudencia" y alejadas de los focos mediáticos.

Los resultados de los posconvergentes el pasado domingo no fueron ni mucho menos para tirar cohetes. Perdieron casi 140.000 votos y un escaño respecto los resultados de las elecciones de 2019, a la espera de ver si el recuento del voto exterior les deja sin algún diputado más, y tampoco lograron pasar por encima de ERC, a diferencia de las municipales. Sin embargo, están dispuestos a hacer valer sus apoyos. El objetivo es intentar llevar a la práctica la tan predicada unidad del independentismo y, también, compartir responsabilidades.

Un intento de recomponer la unidad que ya no ha empezado con buen pie, después de que los republicanos hayan pactado con el PSC entrar en la Diputación de Barcelona. El portavoz de la Junts, Josep Rius, lo ha calificado de "pinza" entre las dos formaciones para "destruirlo" y ha asegurado que pone en duda la "honestidad" de los republicanos a la hora de hacer este un frente común independentista en Madrid.

Condiciones alejadas

Pero más allá de los recelos habituales entre los dos exsocios de Govern, también hay diferencias de base. La estrategia política de Junts se basa en venderse como los independentistas indestructibles y en atacar a ERC ridiculizando los frutos de su diálogo con el PSOE. Ahora, su entrada en el terreno de juego en Madrid, supone una prueba para el partido. Está por ver si puede ablandarse con alguna contrapartida jugosa -o si los pragmáticos de dentro de la ejecutiva de Junts tienen suficiente fuerza como para que se acepte-, aunque difícilmente podrán aceptar contrapartidas tangibles que no estén relacionadas con la autodeterminación, con unas elecciones catalanas más cerca que lejos en el horizonte.

En campaña, Míriam Nogueras puso sobre la mesa la posibilidad de negociar el traspaso de competencias para organizar un referéndum. Una demanda que desde la Moncloa ya se han encargado de cortocircuitar, avisando de que la negociación debe caber dentro el marco constitucional. Las peticiones que ERC puso sobre la mesa era menos maximalistas: traspaso de Rodalies, arreglar el déficit fiscal y continuar negociando una solución al conflicto político en el marco de la mesa de diálogo.

Pero si estas posiciones están alejadas, aún lo están más con otros actores del independentismo. La CUP ha quedado fuera del Congreso, pero Junts quiere colectivizar también con ellos el precio a Pedro Sánchez. En campaña, dejaron claro que tenía que pasar por poner fecha y pregunta al referéndum. Aún va más allá la dirección de la ANC, que creen que cualquier negociación es un "engaño" y que solo se podría aceptar el "reconocimiento del 1-O". Fuentes de las dos organizaciones aseguran que aún no les han llamado. Mientras que Òmnium -habitualmente más partidaria de los pactos-, de momento, guarda silencio.