Opinión | La batalla por la participación

Carol Álvarez

Carol Álvarez

Subdirectora de El Periódico

Realidad virtual o urnas el 23-J

Las nuevas tecnologías y plataformas de ocio nos abren la mente al bienestar, pero la lucha efectiva ha de ser en las urnas

realidad web

realidad web / Leonard Beard

'Barbie' o si no 'Oppenheimer' o las dos. El cine a dos euros de los martes si tienes más de 65 años. Las plataformas de 'streaming', en casa, o un paso más allá, los videojuegos y más al límite aún, las gafas de realidad virtual. ¿Has probado experiencias inmersivas de esas que no visitan los líderes políticos en campaña?. Hay lugares donde no llega el agobio del calor ni la propaganda del 23-J. Estamos en la España del verano tórrido pero en lo que tarda el encendido de las gafas de realidad virtual olvidas el sudor, los zarandeos del autobús a reventar de turistas que habitas cuando te desplazas, las promesas electorales de vuelo corto, ahora que los verificadores abortan los sueños y mentiras con un baño amargo de realidad.

Un botón de encendido y te rodea una sala de estar a cielo abierto en un oasis junto a un desfiladero, con hamacas colgantes que se cimbrean delicadamente, animadas por un aire que casi puedes sentir en el rostro. Allí no hay Vox, ni alquiler que pagar, no sufres si no llegan las vacaciones, no sientes el pinchazo por esa rodilla que espera hora para visita del médico. Te sumerges en el mar junto a peces y dragones de mar, exploras una selva o conoces la vida después de Chernobyl con un guía que te mantiene a salvo del miedo a la radiación. Puedes ir a clase en el gimnasio sin moverte de tu salón, hasta podrías trabajar en un entorno más confortable del que tienes en realidad. 

Apagar el botón y releer, por ejemplo, el libro de relatos de Mariana Enríquez 'Las cosas que perdimos en el fuego', con la inquietante historia del hombre que se encierra en su habitación como los 'hikikomori' japoneses, solo ligado al mundo exterior por internet, da de repente escalofríos. También los da sumergirse en otra novela que ahora que se celebra el festival de literatura fantástica Celsius repescas de la biblioteca de casa, 'De nuevo centauro', de Katixa Agirre. Es una historia sobre una mujer que vive a través de avatares a mediados del siglo XXI, donde la realidad virtual tiene el mismo peso que la tangible. La vida real transcurre allí en refugios climáticos y las molestias del turismo han desaparecido de un plumazo gracias a los avances tecnológicos. No es una vida de color de rosa, tampoco.

Avanzamos a trompicones, pero el escapismo, el ocio pensado para completar nuestras vidas y darles un sentido más satisfactorio cada vez tiene una vida más despegada, más autónoma, ante la frustración del día a día. La participación electoral cae convocatoria tras convocatoria, alentada por la desmotivación de votantes que se sienten ajenos a las promesas recogidas en los programas electorales. El gran engaño del sistema, dirán, y se quedaran en casa con la tele o su realidad paralela, individualizada, tan a medida como la realidad virtual que despliega la tecnología centrada en el algoritmo que quiere encapsularnos.

Pero cuando la realidad virtual se extienda a todos los hogares como Netflix, los partidos también colonizarán estos nuevos campos, y seguiremos construyendo universos alejados en una huida sin fin. Parece mucho más sensato plantar cara a lo que tanto tememos o nos molesta de nuestro entorno real, al menos cuando se nos brinda la ocasión en forma de urna, una opción de voto, una elección de propuesta de sociedad y de convivencia. Y bien harían los políticos, sobre todo los que tengan a su alcance gobernar, en cumplir compromisos que hacen las ciudades más habitables, la convivencia más amable, la vida más asumible, grandes eslóganes que se concretan en políticas climáticas que se han de aplicar, despliegues económicos en seguridad y bienestar, en la preparación de los más jóvenes para el futuro que les espera. Para que las gafas de realidad virtual solo sean para un ratito de ocio. 

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