Crítica de libro

'Arena': realismo espídico en el purgatorio

Miguel Ángel Oeste refleja en su tercera novela el día a día de una pandilla de adolescentes malagueños, uno de los cuales arrastra un drama de infancia

Jóvenes en una playa.

Jóvenes en una playa.

Domingo Ródenas de Moya

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'Arena', tercera novela de Miguel Ángel Oeste (Málaga, 1973) ofrece un ejemplo perfecto de 'skaz' juvenil: un relato en primera persona y estilo oral y desaliñado sin más argumento visible que el sucederse del tedioso día a día del narrador. Por un lado se emparenta con 'El guardián entre el centeno' de J. D. Salinger y, por otro, con el realismo sucio de los años 90. A través de una escritura sincopada, de sintaxis simplicísima (reducida a menudo a una sola palabra), el narrador, Bruno, describe el rutinario vacío de una pandilla de adolescentes malagueños que, en el verano de 1993 o 1994 (suena 'Everydoby hurts' de REM), surfean, se colocan, follan, hacen el holgazán y trapichean. 

En el jadeante discurso narrativo, que refleja la agitada levedad de la vida del grupo, se cuela, bien avanzada la novela, el truculento drama que trituró la infancia de Bruno. La sobredosis de desdicha es tal que Oeste ha optado, con criterio acertado, por introducirla de manera paulatina e indirecta, de modo que sea el lector el que haga el trabajo de inferir lo que sucedió.

Un mendigo sabio

Es la voz de Bruno, que recoge las de Pipo, el Bocina y el Manco —y las de las chicas, sobre todo Reyes la Sioux y Sara—, la que confiere unidad a la novela. Su vaga vocación de escritor y dibujante viene a ser un refugio de un mundo de cristales rotos en el que todo y todos hacen daño (como en la canción de REM). La arena —del título, de la playa, del averiado universo interior del personaje— simboliza lo inhóspito e inclemente de esa realidad de los adultos a la que se asoma y de la que ha sido víctima. En ella solo un indigente, el Pérez, caracterizado como un mendigo sabio, parece ser portador de esotéricas enseñanzas y también del afecto del que el narrador es deficitario. Estoy seguro de que el componente costumbrista y la narración espídica hará cosquillas de reconocimiento a quienes fueron jóvenes desorientados en la Málaga de los 90. A los que no, les propongo una lectura en clave autobiográfica, desde la cual el texto se convierte en una catarsis y la historia en el tránsito por el purgatorio.