Segunda vuelta

La amenaza del narcotráfico atraviesa Argentina (y la campaña electoral) con Rosario como su máximo exponente

Juan Luis González, biógrafo de Milei: "El problema no son solo sus ideas, sino la inestabilidad de quien dice hablar con su perro muerto"

La campaña electoral argentina acaba entre denuncias de fraude de la ultraderecha al estilo de Trump y Bolsonaro

Protesta en Rosario contra el asesinato de un niño de 11 años en Rosario durante un ataque de narcotraficantes en la ciudad de Rosario.

Protesta en Rosario contra el asesinato de un niño de 11 años en Rosario durante un ataque de narcotraficantes en la ciudad de Rosario. / AGUSTIN MARCARIAN / REUTERS

Abel Gilbert

Abel Gilbert

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Rosario es un espejo que refleja imágenes de lo que le esperaría a Argentina si no encuentra las herramientas para enfrentar al narcotráfico. Ubicada unos 400 kilómetros al norte de la capital, Buenos Aires, la ciudad donde nació Leo Messi tiene una tasa de homicidios cuatro veces mayor que en todo el país (22,1/100.000 habitantes). En una de sus paredes han sido escritas en letras mayúsculas palabras escalofriantes: "mi maldad... tu miedo". Las bandas se permiten este tipo de jactancias crueles. El temor atraviesa capilarmente a una población que renueva en la segunda vuelta presidencial del domingo sus módicas esperanzas de que el ganador pueda comenzar a pasar página al horror. Sergio Massa y Javier Milei se han presentado, con distintos niveles de conocimiento, como el remedio adecuado frente a una enfermedad social y política que hace más de una década crece de manera exponencial.

Los argentinos viven atados a la suerte del dólar. Sus billetes son fetiches además de un instrumento de intercambio, y es una de las razones por las cuales Milei quiere delegar la soberanía monetaria al Departamento del Tesoro de Estados Unidos. Mientras tanto, cada vez que el precio de la moneda norteamericana sube en el mercado informal, conocido como "dólar blue", la economía tiembla y los bolsillos se vacían. En Rosario, el tercer distrito urbano de este país, no solo rige esa cotización paralela sino el "dólar banana", un homenaje involuntario al carácter en parte "bananero" de su economía y las mismas instituciones, penetradas por el delito e incapaces de aproximarse a una resolución del problema. El "dólar banana" tiene una doble marca ilícita y por eso cuesta más que el "blue" en las llamadas "cuevas", donde los narcos lo cambian por pesos derivados del menudeo de la droga. Esos billetes se blanquean luego por diversos canales. El dinero borra su origen y se materializa a la vista de los ciudadanos. Violencia letal y negocios son las dos caras de una moneda de corriente transacción en una ciudad donde muchas empresas agropecuarias han generado también un circuito de la evasión que ha encontrado sus propios mecanismos de lavado.

Un libro estremecedor

Pocas semanas antes de la segunda vuelta salió a la venta un libro ilustrado con foto de la pared que contiene la leyenda intimidatoria y a la que unos uniformados ni le prestan atención al pasar: Rosario, la historia detrás de la mafia narco que se adueñó de la ciudad. Sus autores, Germán de los Santos y Hernán Lascano han intentado iluminar la trama que une al crimen y con el poder, a cielo abierto, en lujosas oficinas y las cárceles donde se escriben sus propias reglas. Años atrás habían reconstruido el ascenso de Los Monos, una de las principales bandas surgidas de las entrañas de la pobreza. Los periodistas han dibujado en su última investigación un mapa más completo del flagelo y ya no solo involucra a la marginalidad. Explica De los Santos un rasgo nuevo del drama rosarino que va más allá de la venta de estupefacientes y las disputas territoriales a balazos: la extorsión. Las bandas venden la protección contra ellos mismos. "Y eso repercute y se despliega dentro de todas las áreas de la actividad económica, lo que lleva a cambios de conductas, de comportamientos sociales", señala Lascano.

La región central de Argentina, compuesta por la capital y las provincias de Buenos Aires, Santa Fe --a la que pertenece Rosario--, Córdoba y Entre Ríos, concentran el 65% de la violencia por narcomenudeo (ventas en pequeña escala) del país. Por la zona norte, limítrofe con Bolivia, Brasil y Paraguay, entra el 70% de las sustancias ilícitas. Cuando, en 2009, la antropóloga Laura Etcharren escribió Esperando Las Maras, ya se habían generado las condiciones para la expansión de peligrosos los grupos delictivos. Rosario se ha convertido en la punta de lanza del desafío al Estado. Las bandas amenazan constantemente a fiscales, jueces y policías, muchos de ellos involucrados en la red de negocios, y también se conectan con altas esferas que se disfrazan de impolutas. Es capaz de dar golpes de efecto como el ataque contra el supermercado de la familia de Antonela Roccuzzo, la esposa de Messi, que incluía un mensaje: "Te estamos esperando".

Alto nivel de consumo

Recuerda José Natanson en Le Monde Diplomatique que el drama de Rosario no se explica "sin comprender esta nueva economía política del narco". Durante décadas, Argentina era un país de tránsito de la droga, con un mercado pequeño y razonablemente controlado por el Estado. La situación ha cambiado por dos variantes. Rosario tiene en el río Paraná uno de los grandes puertos de la región, con salida al mar a través del río de La Plata. Dentro y fuera de esa ciudad se ha modificado también el consumo, con niveles cercanos al de muchas capitales europeas. Los grupos locales que tienen relaciones con bandas extranjeras más poderosas todavía no están a su escala. Se lucran con la exportación, pero, sobre todo, la venta minorista de la droga y esa, dicen los especialistas, es la clave de la violencia que azota a la ciudad y que encuentra en la pobreza y el paro su caldo de cultivo.

Propuestas de los candidatos

Durante el último debate presidencial, Massa expresó el compromiso de "involucrarse personalmente" en la lucha contra el narcotráfico, creando además una suerte de FBI con sede en Rosario. Milei se burló de la iniciativa y dijo que las políticas públicas han favorecido la impunidad del delito. "No hay un solo policía preso. No hay un solo policía muerto". Pocas horas después el subinspector Leoncio Bermúdez aparecía acribillado en la puerta del Hospital Provincial. Milei se mostró como un improvisado en el tema. No lo es su vicepresidenta, Victoria Villarruel, quien no descartó involucrar a las Fuerzas Armadas en la lucha. Para eso, advirtió, no obstante, "debería existir un marco jurídico adecuado que reconozca la existencia de un conflicto armado interno".

No es solo esa propuesta de la ultraderecha la que provoca escalofríos. Pablo Vera, quien se desempeñó como director nacional de Lucha contra el Narcotráfico en la Secretaría de Seguridad de la Nación, llamó la atención sobre los riesgos que representa una propuesta de Carlos Rodríguez, jefe de asesores de Milei, que apunta a favorecer el blanqueo de capitales que se encuentran fuera del sistema financiero. "Es una invitación directa al lavado de dinero proveniente del narcotráfico", dijo al diario Página 12. El proyecto de dolarización de la economía que propone el candidato anarcocapitalista muestra ahí un manto de indulgencia que, como ha ocurrido en Ecuador, un país sin moneda propia, el narco espera capitalizar.

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