Crisis Rusia-Ucrania
La guerra de Ucrania genera una grave crisis alimentaria en Oriente Próximo y África
Las disrupciones en las exportaciones de trigo rusas y ucranianas provocarán alza de los precios y pondrán en riesgo alimentario a varios países
Marc Marginedas
Periodista
Premio 'Cirilo Rodríguez' al mejor corresponsal en el extranjero (2013), Premi Nacional de Comunicació (2013) y Premio Luka Brajnovic de Periodismo (2019). Autor de 'Periodismo en el campo de batalla: 15 años tras el rastro de la yihad'. Protagonista del documental 'Regreso a Raqqa' (2022)
En los cuarteles generales de Roma del Programa Mundial de Alimentos (PMA), la organización dependiente de la ONU que alimenta cada año a 86 millones de personas en 83 países, reina un ambiente de preocupación. La guerra de Ucrania ha sacudido hasta los cimientos las previsiones para los próximos meses, obligando incluso a reducir las raciones que distribuye "a refugiados" y "a otras poblaciones vulnerables", según se admitía en un breve informe difundido hace unas semanas. La razón es simple: Rusia y Ucrania, los dos países contendientes en la guerra de Europa del este, son dos potencias agrícolas de primer orden, origen del 25% de las exportaciones mundiales de trigo y principales abastecedores de este producto de primera necesidad en un buen número de países en Oriente Próximo y África.
Los expertos aún no se han puesto de acuerdo respecto al alcance de la crisis en ciernes, es decir, si ésta tendrá un carácter global, o si su impacto se sentirá únicamente en aquellos estados de ambas regiones que desde hace largo tiempo se hallan en situación de riesgo respecto a su seguridad alimentaria. En cualquier caso, tal y como asegura a EL PERIODICO Alex Smith, analista en temas de alimentación y agricultura en The Breakthrough Institute, centro de investigación sobre el medio ambiente basado en Oakland (California), el impacto que pueda tener la contienda en las cosechas, exportación y comercialización del grano desde territorio uso y ucraniano "es motivo para la preocupación y (una circunstancia) a la que los estados tienen que reaccionar".
De momento, según puntualiza Smith, las principales disrupciones registradas se están produciendo en la fase del transporte, "no tanto en la de de la siembra o de la cosecha". Y es que "muchas de las exportaciones de grano de Rusia y Ucrania se realizan a través del mar Negro", uno de los puntos calientes de la actual guerra, señala el experto, con los puertos ucranianos de Odesa, Berdiansk y Mariúpol cerrados al tráfico marítimo tras haberse convertido en teatro de operaciones militares o en un posible objetivo militar futuro para las tropas del Kremlin.
Perspectivas complicadas
Las perspectivas, eso sí, podrían empeorar en el caso de que las hostilidades se prolonguen y no se alcance pronto un alto el fuego, ya que podrían verse afectados otras fases de esta vital actividad económica. "El trigo de invierno", la principal cosecha de Ucrania, se recoge en junio, julio y agosto, y "aún existe optimismo para que la cosecha siga parámetros normales, especialmente si la intensidad de los combates se reducen", indica Smith. Respecto al maíz, que se cultiva normalmente "en primavera", todavía no está claro si podrá sembrarse, constata el experto.
El segundo problema que se vislumbra es la posibilidad de que Rusia, objeto de durísimas sanciones económicas por parte de Occidente, acabe imponiendo restricciones a la exportación para mantener bajos los precios de los alimentos de cara a su consumidor doméstico. "Rusia posee un amplio historial de recurrir a este tipo de medidas; ya lo hizo en 2020 debido al covid, y sobre todo en 2010, una decisión que muchos piensan que acabó por desestabilizar políticamente a los países de la zona, propiciando la denominada Primavera Árabe", recuerda Smith.
Un total de 12 países del mundo reciben más del 50% de su trigo de Rusia y Ucrania, mientras que en otros 22, dicha cifra alcanza el 40% de las importaciones. Los países más afectados por las turbulencias en los mercados agrícolas serán Egipto, Líbano, Libia y Yemen, aunque su capacidad para adaptarse a ellas difiere en cada caso. Egipto, según el experto, posee "amplias reservas y capacidad de comprar trigo a precios elevados de mercado". Libia y Líbano, en cambio, viven una situación mucho más precaria, y en este último estado es incluso hasta necesario imponer techos en los precios. Donde la crisis se va a hacer más ostensible será sin duda en Yemen. "Carece de reservas y depende de la ayuda internacional para subsistir", indica Smith.
Como principal antídoto para contrarrestar los efectos perniciosos de la crisis, los expertos recomiendan a los estados desarrollados que incrementen sus ayudas monetarias a los programas de ayuda, en especial al mencionado Programa Mundial de Alimentos que se nutre de donaciones voluntarias. "Es fácil y asumible para los presupuestos (de estos países), concluye Smith.
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