FÚTBOL

Bob Voulgaris: de apostar en la NBA a propulsar al Castellón al fútbol profesional

Bob Voulgaris, con su perro Oscar, en la celebración del ascenso a Segunda División del CD Castellón.

Bob Voulgaris, con su perro Oscar, en la celebración del ascenso a Segunda División del CD Castellón.

Albert Guasch

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El CD Castellón selló el domingo el ascenso directo a Segunda División, al fútbol profesional, y en la ruidosa celebración ciudadana la multitud coreó en un momento dado el nombre de un perro. Oscar, se llama el bonito animal. Un fenómeno social en Castalia. Oscar es el can del greco-canadiense Haralabos Bob Voulgaris, el singular propietario del club desde hace dos años. En la ciudad adoran al perro e idolatran al dueño que con sus formas heterodoxas ha impulsado a la entidad. Nunca nadie había invertido dinero en ella, pero Voulgaris lo ha hecho. Y no solo eso: ha aplicado un método basado en el ‘big data’ cuyo éxito ha sido fulgurante.

Quien haya visto la película ‘Moneyball’ -excelente, muy recomendable- podrá hacerse una idea de lo que Voulgaris ha buscado implantar en Castellón. Aparte de sanear las cuentas de la entidad, ha gastado en personal. Entre ellos, analistas del juego que descifran el fútbol como en la película se hace con el béisbol. Ya puso en práctica el método en los Dallas Mavericks de la NBA. En Dallas, Marc Cuban, el propietario de la franquicia, lo contrató como director de investigación cuantitativa. ¿Por qué?

En 1999 cuando Voulgaris era un estudiante de filosofía y vivía en el sótano de su hermano, apostó todos sus ahorros, unos 80.000 dólares, a que los Lakers de Shaquille O’Neal y Kobe Bryant ganarían el título de la NBA. Acertó y se embolsó 500.000 dólares. Empezó así a forjarse su leyenda de apasionado de los números que utilizaba las matemáticas, procesos de datos y un equipo de expertos para apostar con mayor seguridad, sobre todo en baloncesto. También en el póquer. Y así amasó una fortuna. Llegó a apostar un millón diario en partidos. 

Las claves del juego

Llamó la atención de Marc Cuban. Lo contrató para mejorar el scouting y el rendimiento de jugadores. Voulgaris, al parecer, se involucró en exceso en el equipo y acabó peleándose con Luka Doncic, la estrella indiscutible. Fue despedido. Intentó comprar una franquicia de la NBA. No pudo. Y se fijó en el fútbol. A través de una firma consultora llegó al Castellón en verano del 2022, por el que pagó unos 4 millones. Y empezó la revolución.

Voulgaris, tipo de 48 años sin arraigo en ningún sitio, se instaló en una residencia entre Benicàssim y Oropesa con su perro. Y sacudió el club de arriba a abajo. Cambió al entrenador y al director deportivo, aunque el equipo iba segundo. Quería que las cosas se hicieran a su manera, menos intuición de toda la vida y más datos.

“Considera que en el baloncesto ya descodificó las claves del juego, podía controlar lo que puede pasar, y ahora está haciendo este proceso en el fútbol, del que no sabía nada al llegar. Ahora sabe que hay más variantes y es menos controlable, pero esa es su motivación”, explica Enrique Ballester, periodista de ‘El Periódico Mediterráneo’, para el que sigue desde hace años las vicisitudes del Castellón.

Contrató como técnico al holandés Dick Schreuder, hermano de Alfred Schreuder, quien fuera ayudante de Ronald Koeman en el banquillo del FC Barcelona. Se dice que le paga cientos de miles de euros. Se sospecha que este verano se irá al Feyenoord, a jugar la Champions.

Voulgaris, como en ‘Moneyball’, fichó a futbolistas fuera del radar, en función del sistema analítico propio, de 15 nacionalidades distintas. Y se involucró enseguida en el día a día. “Ha asistido al 90% de los partidos y presencia la mayoría de entrenamientos. Se implica en las reuniones técnicas, pero sabe hasta dónde puede llegar. Deja libertad total al entrenador. Eso sí, a la hora de fichar la última palabra es suya”, aporta Ballester. La plantilla del Castellón es de las más caras de la categoría.

Allá donde va le acompaña Oscar. Está con él en el palco. En los entrenamientos correteando por el césped. Cuando baja a los vestuarios. Cuando tiene reuniones con el Ayuntamiento para negociar la necesaria reforma de Castalia. También en las celebraciones de estos días. Ha humanizado a Voulgaris, un tipo que viste siempre desenfadado y que rehúye los actos públicos. Prefiere coger su barco e irse a dar un garbeo por Grecia.

Aun así, ha congeniado con la afición y cada vez se abre más, despojándose de su pudor social. Los aficionados le piden fotos y estos días participa festivamente de la alegría del ascenso. Con Oscar a su lado, por supuesto. Su ambicioso proyecto: plantarse en Primera en un plazo de cinco años.