Comer por menos de 15 €

Menú del día: Can Roca, de casta le viene al galgo

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El 'costelló' de Can Roca

El 'costelló' de Can Roca / Alberto García Moyano

Alberto García Moyano

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Me hace tremenda ilusión escribir estas líneas. Llevaba mucho tiempo (más de lo que debería, como siempre) con ganas de ir aquí, pero para eso me tenía que coincidir estar en esa preciosidad de ciudad que es Girona, que fuera la hora de comer y que esta fuera de un día entre semana. Y, como Björk aprieta pero no ahoga, hace un par de semanas que se alinearon los astros, mi compañera de vida me animó acompañándome a ir y vi mi deseo cumplido. Esas cosas que a uno le hacen feliz, amén de darle un baile a esta sección, tan “barcelocéntrica” últimamente.

Pero, antes de entrar en materia, quería únicamente deciros que tan excepcional como esta salida es el saltarme la norma que rige esta sección. Y es que, si aquí se trata de comer menús de un máximo de 15 €, esta va a ser una excepción pero por un solo euro. Hasta hace bien poco aguantaron a ese precio pero recientemente lo han incrementado a 16 €, seguramente empujados por esta loca inflación que nos asola y nos merma (a algunos).

Can Roca

Carretera de Taialà, 42. Girona

Teléfono: 972.205.119

Precio: 16 €

Ante la disyuntiva de incluir a tan emblemático establecimiento en este rincón de la red, puedo decir que evitaré las excepciones en lo sucesivo, pero que espero que se aprecie que todo está plenamente justificado. Y, qué caray, concededme un capricho -más-, que ya desplazado hasta ahí no iba a dejar de contarlo.

La fachada de Can Roca.

La fachada de Can Roca. / Alberto García Moyano

En fin, ahí estábamos, frente a Can Roca, a unas decenas de metros al norte del paso del río Ter por la ciudad, el restaurante que la madre de los hermanos Roca regentó y que, a juzgar por como está ahora, me da la sensación de que, si no sigue igual que antes (hecho que lamentablemente no puedo atestiguar), me juego una mano de que todo lo bueno que es ahora es el producto de tantos y tantos años haciéndolo fenomenal. Vamos, como debería ser siempre.

La sala de Can Roca.

La sala de Can Roca. / Alberto García Moyano

Estamos ante uno de esos menús que vienen precedidos de un entrante (¡albricias!), que en la visita se trató de su archiconocido huevo poché. Acompañado de patatas paja y en el punto de cocción perfecto (cosa increíblemente complicada para una sala en la que constantemente se servía este entrante), costaba frenar el instinto de devorarlo para saborearlo. Quizá soy de conformarme con poco, pero ya me podían dar veneno luego si quisieran, que con esto yo ya había hecho el cupo.

Con el contento de este sabroso preludio, a por el primero. De las seis opciones creo que solamente hubiese descartado una y porque ya la tengo muy vista. Que se complique la elección siempre es buena señal aunque a uno le fastidie en el momento, porque no puede pedirse todo. De entre la escalivada, el 'trinxat', la 'fideuá', el 'xató' o los canelones, en la mesa nos inclinamos por los dos últimos.

Los canelones de Can Roca.

Los canelones de Can Roca. / Alberto García Moy ano

En estas líneas no hablaba de canelones desde la primera visita a Can Massana, así que me volví a sacrificar y a por ellos. Cuatro canelones (¡ojo ahí!) que ya me gustaría encontrarlos en los servicios a la carta de muchos lugares que he pisado en mi vida. Y el 'xató', sin tonterías: generoso con el bacalao, con salsa 'xató' en justa proporción, olivada y coronada con dos filetes de anchoa. Otro plato que tranquilamente le pasa la mano por la cara a muchos otros de cartas ajenas.

Con el segundo ocurre un poco lo mismo. Hay seis opciones de las que indefectiblemente descarté una: el entrecot de la valle del Llémena, porque el suplemento me hacía injustificable poder explicarlo en esta sección, pero cuando lo veías pasar las tentaciones no faltaban, es un hecho. La otra opción que descarté es la 'galta' de cerdo: porque soy un buen soldado y porque, a pesar de ser el más recomendado (hasta por los de la mesa de al lado), no puedo estar dándoos la matraca siempre con el mismo plato por mucho que esté en mi podio de platos favoritos.

Así que a por el 'costelló' a la brasa, del que los huesos salían sin necesidad de cuchillo, acompañado de patatitas al 'caliu' y un formoso pimiento verde. La excepcionalidad de esta entrada incluye que tampoco os fría nuevamente con patatas ídem, soy todo detalles hoy. Debo decir que la merluza al horno de mi estimada acompañante, en la que hinqué tenedor, era también un deleite para los muy pescateros.

La crema catalana de Can Roca.

La crema catalana de Can Roca. / Alberto García Moyano

El postre de remate (porque tristemente toda comida también tiene un fin) se pudo escoger entre 12 (¡sí, 12!) opciones, a cada cual más apetecible. Preso del pánico me refugié en la crema catalana: con el azúcar quemado al momento y el sabor y textura que un clásico de nuestra gastronomía merece.

También se hincó cuchara en el flan de huevo de enfrente, porque las adicciones gastronómicas tienen eso, que no puedes dejar pasar cosas ricas que pasan por delante de uno.

Además de lo bonito de pisar una preciosa casa con tanta historia, con Can Roca me volvió a pasar aquello de que, al acabar el postre, deseas comenzar de nuevo. Y no precisamente por quedarse con hambre. Estamos ante un bastión intergeneracional que no tiene pinta de sufrir el paso de los años. Un lugar al que peregrinar si no tienes el privilegio de tenerlo cerca.