Comer por menos de 15 €
Menú del día: Can Massana, fricandó con patatas fritas
Los tres canelones de primero se gratinan y sirven en un plato de 'inox' circular, el de toda la vida

El fricandó con patatas fritas /
Con mucha ilusión inicio esta serie de artículos/reseñas/lo-que-sea sobre una de las formas de gastronomía más populares a este lado del Mississippi. Y digo ilusión porque, si bien es cierto que estamos en una parte del planeta donde se nos conoce por las tapas, platillos, raciones, pinchos y otras variaciones asimilables, no nos deberían doler prendas en reconocer una de nuestras más icónicas —que no exclusivas— costumbres gastronómico-sociales: el menú del día.
Desde este rincón(cito) de la red me han propuesto hablar de este adorado hábito que, quien os escribe, practica con regularidad. Aceptado el reto, espero que, entre muchas subordinadas, pueda explicaros algunos de los lugares que se van pisando a lo largo y ancho de la geografía que vaya visitando.
Can Massana
C/ de Mallorca, 344. Barcelona
Tf: 934.591.392
Menú: 11,50 €
Ni soy el primero ni —espero— el último que lo hace (cuántas grandes crónicas se pueden leer por ahí sobre estos lugares), pero en este rincón se va a procurar afinar a casas populares, entendiéndose el término principalmente en su cuarta acepción de la RAE; y, de aquí, que se ha puesto el listón en 15€ por comensal. Ya se harán excepciones, por supuesto que sí.
Para estrenar la serie, voy a comenzar por uno que jamás había visitado, por lo que discúlpenme si haber conocido un nuevo lugar a frecuentar tiñe estas líneas de una euforia fuera de lo habitual. Toca irse a la Dreta del Eixample barcelonesa, aunque por los pelos, porque Can Massana está tocando al barrio con el nombre de una de las atracciones más conocidas de la ciudad, la Sagrada Família.

Los canelones de Can Massana.
/Una zona ciertamente afectada por la presión turística (y todo lo que eso conlleva) pero que, sin sorpresa alguna para quien suscribe, goza aún de lugares que merecen ser reivindicados. Se podría haber comenzado por otra casa sota-caballo-y-rey, pero aquí hemos venido a jugar.
Cuando entras en Can Massana, un precioso bar-restaurante en forma tubular, te da la bienvenida una barra clásica y un cartel de sus —también— conocidos bocatas, que tocará probar algún día, porque la cosa pinta seria ahí. Pero, a lo que vamos: dirigirse a la encantadora pareja que lo regenta, decir que uno para comer (ese placer) y sentarse en el comedor del fondo. Acogedor es la palabra que se me ocurre ahora mismo. Bien.

La crema catalana
/El menú cuesta 11,50 €. Hay cuatro opciones de primero y otras cuatro de segundo, con un poco de todo en cuanto al eje carne/pescado/verdura que, si alargas un poco el cuello hacia el lugar de paso de la sala, ves que ahí hay trabajo. Hay mejores o peores opciones, seguramente; pero también eso es algo subjetivo y no me cabe duda que puedes entrar con diversas necesidades según tú día.
En mi caso fui a lo que fui, como procuro siempre: de primero, canelones gratinados (¡aún existen en menús del día!) y de segundo, fricandó. En ausencia de flan (ya volveré, ya), agotado por la demanda de los que antes vinieron, me tiré —con muchísimo acierto— a por la crema catalana.
Los tres canelones de primero se gratinan y sirven en un plato de 'inox' circular, el de toda la vida. Eso, a priori, ya da cierto confort para quien suscribe. Y, al clavar el tenedor para el saque de honor (aún más importante hacerlo si coméis en solitario), las expectativas se cumplen: cremoso, sabroso y bien de gratén.

La entrada de Can Massana.
/El fricandó, oh, el fricandó, que puedes comer con puré de patata (si andas más flojeras) o con patatas fritas. Yo, patatas fritas. Y os diré que el porqué de ello reside en la sencilla razón de que hay un silogismo que practico con fervor: si hay patata frita 'casera' (¿qué significa eso?), debería ocurrir una catástrofe para que el resto vaya mal.
A veces se cumple y otras tantas no, pero no hay que dejar de creer. En Can Massana son practicantes también y acompañan el fricandó con patatas fritas a la altura de carta que tiene ese fricandó. Se deshace la carne echando mano solamente del tenedor, acompañada por una salsa bien ligada y bien potente, en la que las patatas fritas nadan a gusto y sin empapes innecesarios.
La crema catalana se puede pedir sin quemar y quemada. Y quemada, claro. Pues otro acierto más a la saca (no todo serán aciertos, también os lo digo). Golpe de cuchara para romper la capa de azúcar, y recoger cucharada de la crema. Y ojo que también había natillas, no dudo de que sean también tremendas.
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