Comer por menos de 15 €

Menú del día: Bar Bodega Agustín, joya ravalera

Este local esquinero y más bien pequeño tiene una fórmula que aguanta la inflación con muchísima dignidad sin dejar a nadie atrás

El codillo al horno de Bar Bodega Agustín.

El codillo al horno de Bar Bodega Agustín. / Alberto García Moyano

Alberto García Moyano

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Al borde del primer aniversario de esta sección de menús, se da una coincidencia adicional. Y es que, con este, ya son 20 los artículos publicados. Honestamente, el tiempo ha pasado tan rápido que ni me ha dado tiempo a echar la vista atrás pese a que, en este año, nos han dejado dos adorados lugares, explicados en estas líneas: el Bar Azul y, muy recientemente, el Bar Asorey. Pena, penita, pena.

La entrada de Bar Bodega Agustín.

La entrada de Bar Bodega Agustín. / Alberto García Moyano

Por eso, para levantar el ánimo y estar a la altura de tan feliz efeméride, vamos con la artillería pesada. La de hoy es una visita a uno de los lugares favoritos de mis adorados Shawn y Sofía, con quien hacer el mal mientras se conocen lugares preciosos es siempre una delicia. Así que, regalándome el disfrute de su compañía, nos acercamos un viernes al Bar Bodega Agustín, un puntal clave situado en el borde noroeste del barrio del Raval barcelonés. A un tiro de piedra de otros ilustres del barrio como el Bar del Toro, Ca l'Estevet o la Bodega Armando.

Bar Bodega Agustín

Ferlandina, 32. Barcelona

Tf: 93.301.03.91

Precio: 12 €

El Agustín es un lugar de segunda generación en un barrio como el Raval. Es decir, no tan 'rara avis' si se examina por separado pero desde luego un valor a proteger si se para uno a analizarlo con calma. Es un local esquinero y más bien pequeño, pero en el que se hace lo posible por tenerte bien acogido seas quien seas. Y lo consiguen, porque propios y extraños acuden recurrentemente hasta llenarlo, sea para desayunar/almorzar o para comer.

La sala de Bar Bodega Agustín.

La sala de Bar Bodega Agustín. / Alberto García Moyano

Tienen un menú que aguanta la inflación con mucha -muchísima- dignidad sin dejar a nadie atrás, cosa que hay que agradecerles siempre y en todo momento. No hay menú escrito, estamos ante un lugar donde te lo cantan y en el que todas las estrofas suenan bien. Son suficientes opciones para tener variedad pero no son demasiadas, de manera que las puedes retener y decidir con cierta seguridad de no olvidarse nada. Tremendamente fiel a este planteamiento, debo decir.

Las judías a la riojana de Bar Bodega Agustín.

Las judías a la riojana de Bar Bodega Agustín. / Alberto García Moyano

De primero, verdura, que nunca sobra y si está bien hecha, como fue el caso de las judías a la riojana que escogí, pues mejor que mejor. No era ninguna tontería tampoco el potaje de garbanzos que también eligieron mis acompañantes. Lo que decía antes: no demasiadas opciones, variadas y ricas. Y difícil es meter la pata con estos parámetros.

El codillo al horno de Bar Bodega Agustín.

El codillo al horno de Bar Bodega Agustín. / Alberto García Moyano

En lo que concierne al segundo plato, digamos que no me dejaron elegirlo pese a que, teóricamente, sí se puede. Se conoce que sentarse un viernes en el Agustín significa disfrutar de uno de sus 'greatest hits': el codillo al horno. Y, como yo no lo había probado aún, a mis tiernos 41 años de edad me bauticé.

Una imagen vale más que mil palabras pero debo decir que este entra en mi particular salón de la fama. Porque en realidad no hace falta casi ni tenedor. Porque tiene la profundidad que le pido a esta carne. Y porque viene acompañado por unas patatas fritas que son las que aspiro a hacer en casa pero nunca consigo. Bendita obligación a la que me sometieron mis acompañantes, no hay nada mejor que estar rodeado de gente que te quiere bien.

El flan de café de Bar Bodega Agustín.

El flan de café de Bar Bodega Agustín. / Alberto García Moyano

Para acabar, el capricho habitual de quien os escribe. Flan. Pero, para no volver a mi habitual monotonía de postres tan de sopetón, el flan era de café, que no abundan mucho y menos tan bien paridos como éste.

Acercarse por el Raval con tan magnífico panorama por delante es una costumbre a cultivar. Y es que no se me ocurre mejor manera que llegar al aniversario que tan bien comido y tan bien acompañado. A por más aniversarios, mientras se pueda.