Comer por menos de 15 €

Menú del día: Bar Morrysom, desde Cuenca con amor

Este todoterreno lleva dominando su esquina en el Eixample Dret desde 1974

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El arroz marinero de Bar Morrysom

El arroz marinero de Bar Morrysom / Alberto García Moyano

Alberto García Moyano

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Creo que rondaría el año 2009 cuando, inducido por alguno de los causantes de que me enganchase a esto de ir pisando bares, entré por primera vez al Morrysom. Es decir que, para ese entonces, ya llevaban 35 años abiertos (y yo llegaba unos cuantos tarde). Y es que, este imponente todoterreno, lleva desde 1974 dominando su esquina, en el Eixample Dret barcelonés.

La mención a este tipo de vehículos no es ni mucho menos peyorativa sino más bien al contrario. De hecho, en estas líneas acostumbro a hablar de lugares que cubren dos de los tres turnos de comida y, sin embargo, el Morrysom lo abarca todo: se puede venir a desayunar, a comer, a cenar y, para más -en realidad menos- inri, a rellenar los huecos entre horas.

La entrada de Bar Morrysom.

La entrada de Bar Morrysom. / Alberto García Moyano

Lo que sorprende (bueno, en realidad no) es que todas esas franjas las cubren con muchísima solvencia; tanta que da igual cuándo vayas, aquí nunca falta de nada y te cobijan bien cobijado.

Bar Morrysom

Girona, 162. Barcelona

Tf: 93.458.40.17

Precio: 12 €

Este lugar, regentado por un matrimonio conquense, te permite disfrutar de zarajos, morteruelo, ajoarriero u otras especialidades que lucen con orgullo (y con razón), motivo suficiente para venir. Pero es que, además de ir pidiendo raciones acompañado de cómplices de juergas varias, un día de 2013 (sí, tarde otra vez), gracias a Edu, regente del Celler Cal Marino y estimado amigo, conocí su menú del día, que frecuenté algunas veces más.

Inexplicablemente, no he vuelto mucho de menú desde entonces, así que últimamente me he acercado en varias ocasiones y en solitario para redimirme secretamente de mis pecados. Y de verdad que hay para darme con la zapatilla. Ahora mismo va el porqué.

La barra de Bar Morrysom.

La barra de Bar Morrysom. / Alberto García Moyano

El salón donde se disfruta del menú del Morrysom en toda su gloria es, en mi opinión, el del piso de arriba. Es subir las escaleras y sentirte a gusto. Me recuerda enormemente a un salón similar del que dispone el Iñakiren Taberna de Bilbao, pero de este otro templo espero poder hablar en otra ocasión.

Allí sentado, las opciones: cuatro o cinco opciones de primero y otras cuatro o cinco de segundo. Hay carne, hay pescado, hay verdura y, entre todo ello, puede suceder que haya alguna de sus especialidades conquenses.

Debo decir que la visita que tengo debidamente documentada (cosas de la tecnología y de no cargar el maldito teléfono cuando toca) fue en jueves, así que lo que vais a ver en foto es su legendario arroz marinero (que honra a la importante demanda que tiene tanto de propios como de extraños), pero si tenéis la posibilidad de empujaros su ajoarriero, no lo dudéis tampoco. Solamente evitad tener alguna reunión y/o contacto con algún vampiro, que no os responsabilicen de más bajas en ese colectivo.

La carrillera de Bar Morrysom.

La carrillera de Bar Morrysom. / Alberto García Moyano

El segundo es también juego seguro: puede ser merluza a la plancha (que realmente tenía buena pinta), un clásico como el pollo al horno, otro como el solomillo de cerdo empanado (por el que tengo especial predilección, debo decir) o el que aparece en foto acompañando a estas líneas: la carrillera.

Tostada por fuera y tierna, muy tierna, por dentro. Con su propio jugo. En la liga y estilo del Gelida. Contento de saber que este estilo cunde, porque tengo especial predilección por él.

El flan de Bar Morrysom

El flan de Bar Morrysom / Alberto García Moyano

Y, para acabar con el 'pack' completo de platos comunes que traigo hoy, el postre volvió a ser flan porque, de hecho, lo echaba de menos (las cosas de ser yonqui del flan). De huevo, un magnífico broche para una comida en un sitio del que no quieres salir aunque te toque volver a la condenada rutina.

Hacer lo que hace el Morrysom ni es fácil ni es común (por desgracia). Por eso debe ser que a todas horas hay gente pasándoselo bien; y porque te tratan de muerte; y porque un local que, durante la crisis salvaje de 2008, se preocupó de los más afectados por ella, se merece estar donde y como está.

Por mi parte, aquí mi modesto homenaje en forma de 25ª crónica del comer de menú.