Comer por menos de 15 €

Menú del día: Bar Casa Miguel, estar en casa y como en casa

Un negocio familiar de Horta de los que debemos congratularnos por conocer y rezar fuerte para que encuentren relevo

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Salchichas del país con patatas y pimientos verdes de Casa Miguel

Salchichas del país con patatas y pimientos verdes de Casa Miguel / Alberto García Moyano

Alberto García Moyano

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Me siento a escribir estas líneas justo cuando acabo de leer las últimas de 'No soc uns dels vostres', libro que recomiendo y que trata, entre otros suculentos temas, sobre Àlex Montiel, admirado cocinero oriundo de Horta. Y es que es en este singular barrio barcelonés donde sucedió la última visita que viene explicada a continuación.

Desde luego, ni hecho a propósito porque, además de por la conexión geográfica, arrancar esta crónica con las buenas sensaciones de haber leído un libro realmente interesante siempre es una buena rampa de salida.

Semanas antes, me había convocado a comer por este barrio Rosa Molinero, autora de múltiples artículos y reportajes magníficos sobre aristas de la gastronomía cotidiana (colabora con 'Cata Mayor', donde ha escrito sobre la marmita eterna y la cocina con piedras), con la que topamos una y mil veces sin reparar en que son esenciales en nuestro devenir diario.

La entrada de Casa Miguel.

La entrada de Casa Miguel. / Alberto García Moyano

Previa vuelta de reconocimiento de la zona (¡qué gustazo lo de Horta un martes al mediodía!), recalamos en Casa Miguel, desconocido aún para ambos, pero que, conforme llegas, te da la tranquilidad de saber que estás ante una casa familiar de las que debemos congratularnos por conocer y rezar fuerte para que encuentren relevo.

Bar Casa Miguel

Pasaje de Vila i Rosell, 12. Barcelona

Precio: 11 €

Casa Miguel tiene una pequeña barra al entrar a la izquierda que resuelve mucho, porque está concurrida y te da una cálida bienvenida al entrar, especialmente cuando, viendo su orgulloso mostrador, te planteas si antes de ir a por el menú del día merece la pena echarle el guante a una de las cosas que lucen. De no haber sido porque el aperitivo fue celebrado en el Celler Antonio (¡qué lugar!), una de ese queso curado y sudadito hubiese caído sí o también.

Sentados ya en el comedor de debajo de la casa, nos avisan que se habían acabado los canelones para escoger entre los primeros. Una pena, porque era la primera opción en mente, pero una alegría, porque encontrar canelones en un menú del día siempre es motivo de celebración.

La sopa de caldo gallina y pollo de Casa Miguel.

La sopa de caldo gallina y pollo de Casa Miguel. / Alberto García Moyano

La segunda opción no era menor, sopa de caldo. De gallina y pollo. Con fideos. El reconstituyente ideal para afrontar una semana no exenta de complicaciones. Contentísimo de la elección, porque uno tiene sus reticencias con la sopa que pueda encontrar en un menú del día (me pasa lo mismo con el gazpacho) y visitas así hacen que se me quite esta tontería que llevo encima.

Con el segundo, pese a las varias posibilidades de elección (mi estimada acompañante se hizo con una carrillera en salsa que nada baladí), tuve un antojo y con él a muerte. Porque han sido y son uno de los aportes proteicos que más han nutrido a generaciones enteras por estos lares.

Me refiero a las archiconocidas salchichas del país. En Casa Miguel las acompañan con su guarnición de patatas y pimientos verdes. Sumadas al caldo previo, me arreglaron la semana, nada podía salir mal a partir de ahí.

El flan casero de Casa Miguel.

El flan casero de Casa Miguel. / Alberto García Moyano

Lamento deciros que, si bien los dos pases previos han salido del habitual combo paella+'galta' (me repito más que el ajo, es un hecho), el remate del menú fue con flan. También casero, eso sí, y flanqueado por no uno ni dos, sino tres montones de nata. Mi niño -¿interior?,- más que contento.

Salimos del lugar con muchos motivos para alegrarse de que se resumirían en dos: volver a pisar Horta siempre le alegra a uno; porque sin haber pisado esa casa en la vida salimos con ganas de volver. Esperemos que sea posible.