Camp de la Creu

Adiós a Cal Bonete, memoria obrera de Les Corts: “De los bares antiguos, soy la última”

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Carmen Monfort, tras la barra de Cal Bonete, en el Camp de la Creu

Carmen Monfort, tras la barra de Cal Bonete, en el Camp de la Creu / EPC

Meritxell M. Pauné

Meritxell M. Pauné

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Barcelona tiene 73 barrios ‘oficiales’: ninguno de ellos es el Camp de la Creu. La pequeña área alrededor de la plaza del Carme fue una barriada obrera con nombre propio, de la que hoy quedan muy pocas trazas tras décadas de desindustrialización y el plan urbanístico que redibuja esta zona de les Corts, conocido por haber derribado la vecina Colonia Castells. Si este junio la piqueta se llevaba una casa centenaria, este noviembre baja la persiana justo a su lado el popular bar Cal Bonete.

“De los bares antiguos, soy la última de esta zona”, reconoce Carmen Monfort, atareada tras la barra de este peculiar local de la calle Morales, muy concurrido a mediodía por su menú asequible. Su madre y ella levantaron la persiana per primera vez el 14 de noviembre de 1973. El próximo martes 14 celebrará los 50 años con cava y globos. Y solo tres días después, el 17, ofrecerá un vermut a los asiduos y cerrará la puerta por última vez. “Me jubilo, que ya tengo 68 años y quiero cuidar de mi marido, que está delicado de salud”, explica.

“El bar está exactamente igual que el primer día, gracias a Dios nunca nos ha faltado el trabajo… Me da mucha pena, pero lo llevo sola desde hace 17 años y no llego a todo”, reconoce. Detrás del bar hay la vivienda en la que vive el matrimonio de lunes a viernes, para evitarse el desplazamiento diario que antes hacían hasta su casa en Sant Andreu. No traspasa el negocio, sino que directamente pondrán a la venta los 98 m2 de local y piso: “Si quien venga quiere seguir con el bar, adelante. Y si quiere sacarse la cédula y que sea solo vivienda, pues que lo haga”.

La Plataforma Salvem el Camp de la Creu - Colònia Castells lamenta que el retraso en la urbanización de la plaza del Carme lastra la dinamización económica de la zona: "Podría ser un foco de atracción, pero tres de las cuatro esquinas son solares". Así, afean que el consistorio lleve años de retraso en la construcción de los bloques para realojados de la Colònia Castells, en los que está previsto un bajo comercial.

El abuelo visionario

En realidad, estos bajos habían sido un garaje antes que un bar: el abuelo vivía en el piso de arriba y aparcaba en los bajos el camión con el que repartían cervezas Damm por la zona alta de Barcelona en los años 40. “Mi abuelo era muy analfabeto pero muy visionario, siempre les decía a mis padres que tenían que abrir una granja aquí porque estaba rodeado de fábricas y almacenes con muchos trabajadores”, rememora Monfort.

Un amigo, jefe de obras, les envió a unos paletas y construyeron la cocina y el comedor que aún dan de comer a la clientela. El nombre Cal Bonete viene del apellido de la bisabuela y es como muchos vecinos de les Corts llamaban a la familia, conocida porque habían sido carboneros en la calle Taquígraf Garriga.

Fábricas y almacenes de otra época

El abuelo tenía razón, por lo visto. “¡Tuvimos que hacer hasta tres turnos de almuerzo! Justo delante había 200 chicas que hacían camisas, más arriba estaba el almacén de la marca Turbo de fajas y bañadores, una fábrica de estands feriales, Montajes eléctricos Salvador…”, enumera. Un paisaje que no tiene nada que ver con el actual. Tampoco en cuanto a la competencia, puesto que otros locales antiguos de la zona como la Bodega R. Ruiz de la calle del Montnegre o Les Gabarres, en Entença con Gelabert, ya no están. Queda a su lado la bodega Brugal, que ejerce más de restaurante que de bar.

Los comensales de hoy de Cal Bonete son más bien oficinistas o dependientes de comercio que bajan de la Illa Diagonal o Francesc Macià en busca de un primer plato, un segundo y un postre por 12 euros. Sin embargo, la fidelidad de algunos viejos clientes es inquebrantable: “Una secretaria de las oficinas de Roca ha venido a comer a mi casa durante 26 años, cada día!”. Algunos incondicionales que han dejado de acudir porque se han jubilado van una vez al año a comer y saludar a la dueña.  “Si quieres tener trabajo tienes que ofrecer calidad y buen precio, si te relajas la gente lo nota y se va”, receta seria Monfort. "Y ni una pelea en medio siglo!", remacha.

Por este comedor han pasado también algunas caras conocidas, desde el exalcalde Jordi Hereu hasta Sandro Rosell cuando presidía el Barça, pasando por la periodista Julia Otero o el cocinero Isma Prados. Mención aparte para el pastelero Oriol Balagué, que tiene su establecimiento muy cerca y es amigo de la casa: “Traía turrones y desayunábamos juntos por Navidad unos cuantos del barrio”, rememora con cariño la restauradora. Los hermanos Torres, que tiene su famoso local a poca distancia, no se han dejado caer por Cal Bonete por ahora.

Comensales actuales y antiguos asiduos compartirán un último ágape el viernes 17 de noviembre: “Ya estoy avisando a los clientes de toda la vida, haremos juntos el vermut y luego bajaré la persiana”.

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