HISTORIA POPULAR

La memoria de la Colònia Castells en rojo y negro

Una exposición permanente en el encalado muro exterior del último pasaje en pie de la desaparecida barriada de casas bajas de Les Corts recuerda la vida comunitaria en la hoy desaparecida colonia

En 1930 la Colònia Castells acogía ya a 742 vecinos en apenas 142 viviendas, lo que suponía una media de más de cinco personas por casa, en unas casas que medían entre 28 y 35 metros cuadrados 

Colonia Castells

Colonia Castells / JORDI COTRINA

Helena López

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Como todo los núcleos de casas pequeñas en las que conviven varias generaciones en escasos metros, la Colònia Castells era un lugar en el que se hacía mucha vida en la calle. Cuando esa calle, además, es un espacio seguro y amable, como durante mucho tiempo fue el caso, esta se convierte en el espacio perfecto para generar esos lazos invisibles que sustentan las ciudades llamados vida comunitaria. Eso sucedió durante décadas en la hoy desaparecida Colònia Castells, en el barrio de Les Corts, en Barcelona. Una suerte de pueblo a muy pequeña escala cuyos primeros moradores fueron familias trabajadoras llegadas desde Castilla, Murcia, Aragón y Andalucía en los años 20 del siglo pasado.

Pese a que ocupaba una limitada extensión de terreno, en 1930 la Colònia Castells acogía ya a 742 vecinos en apenas 142 viviendas, lo que suponía una media de más de cinco personas por casa, en viviendas de entre 28 y 35 metros cuadrados.

El milagro de la vida

Casi un siglo después de que empezaran a levantarse las primeras construcciones, en 1923, hoy queda solo un pasaje en pie. Deshabitado -como el resto, sus habitantes fueron desalojados-, cerrado con una verja y lleno de casas completamente tapiadas, cuyas desconchadas fachadas están todavía decoradas con plantas milagrosamente verdes; milagrosamente vivas. En un futuro estas dos hileras de casas salvadas in extremis de la piqueta deben ser un "espacio de memoria" de aquella extinguida forma de vida. Por el momento, esa memoria se ha empezado a rescatar en el muro exterior del hoy cadavérico pasaje, en la calle de Equador. Un muro perfectamente encalado, homenaje a los buenos tiempos de la barriada.

Pasaje Piera, el único que queda en pie en la Colònia Castells.

Aspecto interior del pasaje Piera, el único que queda en pie en la Colònia Castells. / SIMONE BOCCACCIO

Sobre ese blanco nuclear, desde hace unas semanas se exhibe la cuidada muestra 'Colònia Castells', comisariada por Laura Molinos Solà, de la Associació Conèixer Història. Una exposición permanente que, en ocho textos y ocho fotografías, hace un recorrido por un tipo de ciudad que fue condenado a desparecer ya en el Plan General Metropolitano de 1976. Una colonia cuyas casas se fueron deteriorando durante las décadas que duró la afectación urbanística que las amenazaba; amenaza que no tomó forma real hasta hace justo 20 años, cuando, en el 2002 se aprobó el plan urbanístico que confirmaba su demolición y que en aquel entonces afectaba a 220 familias. Una demolición y realojo para no pocos traumática y que se alargó durante años.

Las inhumanas jornadas en las fábricas de los padres dejaban el cuidado de los hijos en manos de la comunidad

Más allá de lo físico -inimaginable en la Barcelona de la dictadura inmobiliaria-, la exposición da especial importancia a todo lo inmaterial que rodeaba aquellas construcciones en las que durante años vivieron familias trabajadoras en uno de los distritos más pudientes de la ciudad. Uno de los textos destaca que la precariedad laboral de los padres, que hacían inhumanas jornadas en las fábricas, dejaba de forma casi natural el cuidado de los hijos en manos de la comunidad. Y recuerda nombres concretos, como el de Francisco Jiménez, "hombre que montó una escuela no oficial en la barriada en la que hasta 1935 alfabetizó a 70 criaturas".

Colonia Castells

Vecinos leen los plafones de la exposición permanente sobre la historia de la Colònia Castells. / JORDI COTRINA

Como en el resto de la ciudad, la guerra lo cambió todo. Tras la insurrección militar, el núcleo se convirtió en el centro neurálgico del movimiento anarquista de la zona, según reivindican también los trabajados textos escritos por Molinos y de Nora Miquel (y el rojo y el negro presentes en toda la exposición). En el enclave nacieron Los Aguiluchos de Les Corts, batallón de cien voluntarios que fueron a luchar al frente de Aragón. Formado por vecinos de la colonia como el militante de la CNT Francisco Piqueras o los hermanos López Parra. Participó también de él la hija de Les Corts, aunque no propiamente de la colonia, Conxa Pérez, miliciana a quien recientemente han dedicado una plaza junto al mercado de Sant Antoni, donde regentó un puesto durante media vida.

Fiesta mayor propia

Una de las fotografías más bonitas de las exposición (al aire libre, siempre abierta, como durante tantos años estuvieron las puertas de aquellas pequeñas casas encaladas) pertenece al archivo de la familia Rojas. Data de 1980 y en ella se ve una hilera larga de mesas forradas con papel blanco, en la calle, por supuesto. A su alrededor, decenas de vecinas, la mayoría mujeres, con sus batas de cuadros fresquitas y sentadas en sus sillas. Un 'sus' literal. Es evidente que son sillas que han sacado cada una de su propia casa. Sobre la larga mesa, botellas de cava. Se trata de la imagen de la fiesta mayor de la Colònia, que los vecinos organizaron durante años alrededor de Sant Joan, según recoge el texto que acompaña a la imagen.

“El objetivo de la muestra es poner en valor sobre todo el carácter comunitario de la Colònia Castells, la vida popular de unos vecinos y vecinas que muchas de ellas no se han ido, y todavía reconocen a algún pariente en las fotos expuestas. Los hijos y los nietos son testigos de la vida de sus antepasados”, concluye Joan Ramon Riera, concejal del distrito.

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