Tres semanas para las municipales
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Toni Sust
Periodista
Hubo en tiempo en el que la CUP tenía en su mano decidir si prosperaban o no los presupuestos de la ciudad de Barcelona. Un periodo en el que los anticapitalistas eran decisivos para que Ada Colau pudiera aprobar iniciativas. No es que tuvieran la sartén entera por el mango, pero sí una parte. Fue en el primer mandato de Colau como alcaldesa, de 2015 a 2019, durante el que, de hecho, no logró aprobar ni una sola vez las cuentas por votación.
La CUP si permitió que sacara adelante modificaciones presupuestarias puntuales. Pero no dudaba en obligar a retrasar una votación si consideraba que no tenía sentido pactar. La sartén por el mango, como mínimo en parte.
Ambiente apagado
Es una situación harto distinta a la que vive hoy la candidatura anticapitalista, encabezada por la diputada en el Parlament Basha Changue, escasamente conocida. El ambiente no es especialmente de victoria, y la atención mediática que recibe la cabeza de lista, escasa, en gran parte porque si no estás en el ayuntamiento no logras mucho seguimiento. También es cierto que igual al final los resultados podrían convertir el funeral en una fiesta. Que de entrar, la CUP podría ser aritméticamente decisiva para pactos durante el mandato. Pero por ahora la sensación que impera no es la de que eso vaya a suceder.
Sostienen integrantes de la CUP que si ahora se celebrasen las elecciones municipales su lista lograría más del 5% de los votos, el porcentaje mínimo necesario para conseguir representación en el Ayuntamiento de Barcelona. Pero ese optimismo moderado, muy moderado, convive con el hecho de que los ojos 'cuperos' están más puestos en los resultados que tengan en otras plazas, como Girona o Tarragona.
Ocho años atrás
Qué ambiente tan distinto al de hace ocho años, cuando los anticapitalistas hicieron sudar al gobierno de Barcelona en Comú para llegar a algunos acuerdos. No renunciaron a su activismo más visual: caló mucho la imagen del concejal Josep Garganté tirando billetes falsos de 500 euros en medio de un pleno municipal para rechazar un debate sobre los Juegos Olímpicos de Invierno que por ahora Barcelona no celebrará. Pero también abordaron debates serios. Una posición combinada de protesta y reivindicación de la voz de pueblo.
En esa última faceta, la CUP ejercía otra función notable que incomodaba visiblemente a Barcelona en Comú y a la por aquel entonces recién elegida como primera alcaldesa de la historia de la ciudad: los tres ediles eran su voz de la conciencia, su Pepito Grillo. Si Colau se recortaba el sueldo a 2000 y pico euros, ellos lo hacían a 1.600. Si Colau defendía la participación ciudadana, ellos lo hacían mucho más. Si ella era antisistema, ellos eran los dinamiteros del sistema.
La candidatura que no fue
No sorprende que los dos partidos no llegaran a un acuerdo para presentarse juntos cuando se reunieron para debatirlo antes de las elecciones de 2015 presentaban juntos. Fueron por separado y la CUP logró en aquellas elecciones 51.945 votos, el 7,42% de los sufragios, que le dieron tres concejales. María José Lecha. Maria Rovira y Josep Garganté fueron los elegidos para iniciar una aventura municipalista en la capital catalana que no tuvo una segunda parte.
En 2019, con Anna Saliente como cabeza de lista, se quedaron en 29.318 votos, el 3,9 %. No entraron. Dicen miembros de la organización que dos motivos llevaron a ello. Uno, que el efecto ‘procés’ se había diluido y que eso fue decisivo: “La CUP no es un partido. Es un movimiento revolucionario. Como más movimiento en la calle, mejor le va”, dice uno de sus integrantes.
El segundo motivo: Jordi Graupera. Pero dejemos para el final al filósofo, tertuliano y tuitero, el que fuera hace cuatro años alcaldable de Barcelona és Capital-Primàries, que tantos sueños destruyó como candidato a alcalde de la ciudad, sin lograr el suyo propio.
Contra el esclavismo
Changue, dicen, es una pésima mitinera pero una activista sólida. Lo que es bueno para el largo plazo y malo para una campaña electoral. Durante la precampaña, se ha significado esencialmente por haber denunciado que no se ha dado la reparación que considera imprescindible a las víctimas del tráfico de esclavos obra de catalanes, que tanta penuria supuso para los primeros como negocio para los segundos.
Entonces, la charca que es a menudo Twitter la llenó de insultos, cuando no amenazas. Por ahora, ese frente es el único que ha llevado a Changue tener una cierta atención mediática.
Graupera, Valls y Colau
Dicen que Valents, Ciutadans y Vox podrían verse perjudicados por la fragmentación del voto constitucionalista. Esa competencia puede lastrar a los tres grupos, y también al PP, pero con menos riesgo de dejarle fuera del consistorio.
De suceder, si al final todos caen por su propia competencia, el efecto sería algo similar al de Graupera en 2019 entre las candidaturas independentistas. Entonces, el filósofo logró 28.253 votos, el 3,7 %. Se quedó fuera del ayuntamiento por no llegar al 5%, y resultó decisivo para que la CUP tampoco entrara. Para completar la jugada, los votos que le arrebató a ERC fueron clave, según lamentan los republicanos cuando se les saca el tema, para que Ernest Maragall no fuera alcalde.
Un balance, el de hace cuatro años, que supone una paradoja difícil de superar: los candidatos del independentismo y el constitucionalismo que se presentaron para que Colau no siguiera al frente de la ciudad, léase Graupera y Manuel Valls, acabaron consiguiendo que repitiera.
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