ÉRASE UNA VEZ EN... EL RAVAL

Objetivo: una casa para Didi

Martina es una estudiante de 21 años que conoció a Didi, un chico de origen rumano que vive en la calle de su misma edad, en el 2019 en la acampada de protesta en la plaza de la Universitat.

Un año y medio y una pandemia más tarde, la joven sigue luchando por ayudar a encontrar un hogar para su amigo. "Un lugar en el que trabajar y estar tranquilo", sueña Didi.

Didi

Didi / Manu Mitru

Helena López

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Amparo, Didi y Martina desayunan en una terraza del Raval, a pocos metros de la plaza de los Àngels, uno de los escenarios de esta historia. Didi es el primero en llegar a la cita. "A las nueve en punto, Didi, es importante", le había repetido varias veces Martina la noche antes. Esa frase, en infinidad de contextos y versiones, es una de las que más veces ha repetido esta joven desde noviembre del 2019, cuando se conocieron en la acampada de protesta que durante 20 días ocupó la plaza de la Universitat. Didi era, es, un chaval de origen rumano de su misma edad, 20 años recién cumplidos, que vivía en la calle. Al ver movimiento en la plaza se sumó al grupo, instalándose en una de las tiendas de campaña que quedó vacía cuando alguno de los chavales abandonó la protesta.

Durante aquellos 20 días de otoño del 2019, aquellos otros chicos de su misma edad aunque con menos cicatrices y con mochilas infinitamente menos pesadas, también dormían al raso, como él estaba acostumbrado a hacer. Por unas semanas lo hicieron juntos, casi como iguales. Pero la acampada fue desalojada y la mayoría de los chavales recogieron sus trastos y volvieron a sus casas. Didi, en cambio, no tenía a dónde volver. Martina y un grupo de amigas se negaron a que quien ya era su amigo -pese a las dificultades con el idioma- se quedara en la calle y se organizaron, sin saber al principio a qué puertas llamar, para ayudarle.

Hasta aquí, la primera parte de esta historia, que ya explicó este diario en diciembre del 2019.

Un año y medio y una devastadora pandemia más tarde, Martina sigue estando al lado de Didi, empeñada en que el joven, con capacidades especiales, encuentre un lugar en el que vivir más allá de las calles del Raval, en las que pasa las horas.

Martina, Didi y Amparo en la plaza de los Àngels, este miércoles.

Martina, Didi y Amparo en la plaza de los Àngels, este miércoles. / Manu Mitru

Didi acude al desayuno -organizado por su amiga Martina en su tenaz empeño por encontrarle un hogar- vistiendo una chaqueta larga, con capucha, y mirando todo el rato a Martina dándole la razón. A los pocos días de conocerse en la plaza, ella le regaló un abrigo. Era noviembre, hacía frío, y él llevaba una chaqueta muy fina. El encuentro es a las nueve de la mañana porque los miércoles a las once Didi tiene clase de castellano y las clases son sagradas. Ahí entra Amparo, su profesora, una de las personas que se han sumado a este pequeño, discreto y entregado grupo de apoyo informal al joven Didi. Amparo llegó a la vida de Didi a través de Javier, vecino del Raval a quien Didi de vez en cuando llamaba a la puerta para pedirle un vaso de agua o que le ayudara porque le dolían mucho los ojos. Es en su casa donde Amparo les da las clases de castellano. A él y a Mohamed, otro joven al que esta funcionaria de prisiones ayuda a través de su asociación Quatre camins solidari, formado por profesionales como ella, quienes, fuera de su horario laboral, se volcaron en sacar a jóvenes de la calle. "Somos una asociación muy pequeña y basada en la acción directa", se presenta la mujer, educadora y criminóloga, quien insiste en que en el caso de Didi, su red son Martina y Javier, ella solo les echa una mano.

"Alejado de la ciudad"

"Quiero trabajar. Encontrar un lugar en el que poder estar tranquilo y trabajar", explica el joven tímido a quien el peso de los años en la calle se le lee en la mirada. Martina imagina que el lugar en el que su amigo estaría mejor sería una granja, "alejado de la ciudad y de las malas influencias". Él asiente. La joven está también convencida de que Didi necesita apoyo de profesionales de la salud mental y que el campo sería un espacio en el que podría encajar. Todavía no tiene el pasaporte pero han hecho todas las gestiones necesarias y, pese a la infinidad de dificultades que han encontrado, además del covid, en principio le llegará en breve. "Era pedir hora, ir, volver a pedirla porque el día en que nos la daban él no se presentaba... Muy complicado, todo. Pero él es ciudadano europeo, nació en Rumanía, el problema es que no tiene físicamente ninguna documentación", resume Martina, quien subraya que la persona que le acoja tiene que tener mucha paciencia y tiempo para dedicarle. "Didi es noble y muy entregado, se esfuerza mucho con todo lo que hace, pero necesita que le dediquen mucho tiempo. Trabajo, cuidados y atención", añade la joven.

Hasta que Javier le abrió su casa, Didi se duchaba en el gimnasio Sant Pau. Come en la parroquia de Santa Anna y ahora, lo que necesita es encontrar un lugar no solo en el que dormir, sino en el que trabajar y empezar de cero. Por eso Martina llamó a Manu, el fotoperiodista autor de las imágenes que ilustran este reportaje, para pedirle ayuda. Didi y Manu se conocieron en diciembre del 2019 en la plaza de los Àngels, donde este miércoles Manu les vuelve a retratar, con la esperanza de que sus fotografías ayuden a encontrarle un hogar; un futuro. El joven está abierto a propuestas en: didizavachi@gmail.com

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