LA CONQUISTA BARCELONISTA
Correr es de campeones: la reconstrucción del camino del Barça hacia el título de Liga
El Barça conquista la Liga a lo grande
Balde y Lewandowski silencian el universo perico
Joan Domènech
Periodista
Periodista. Título de Entrenador de fútbol nivel A. Deportista vocacional. Tras retirarme como futbolista, empecé a trabajar en Mundo Deportivo (12 años, 1988-2000). He asistido a cuatro Mundiales y cuatro Eurocopas. Coautor de varios libros. Miembro del colectivo ‘Periodistes Solidaris’ y 'Amics de Johan'.
"Correr es de cobardes", solía decir Carles Rexach para destacar que el dream team de Johan Cruyff usaba el talento y no el físico para ganar. Correr es de campeones ahora en el Barça.
La generación que ha vuelto a conquistar una Liga ha empleado todo el esfuerzo en cerrar una época negra en el club azulgrana y no solo por la ausencia de éxitos deportivos. Tal vez hayan faltado más goles. Pero lo que no ha faltado ha sido implicación, concentración ni ambición en el nuevo campeón. Al contrario. El suministro de actitud ha sido tan elevado que al equipo le han sobrado cuatro jornadas.
El Barça de Xavi ha colocado el punto final a una era lastimosa, salpicado el club por el declive económico y moral de Josep Maria Bartomeu y el aderezo de las controversias generadas por la junta de Joan Laporta. Vuelven, con el viejo cerebro del Pep-Luis Enrique Team, las sonrisas a las caras de millones de culés y las rúas de los campeones.
Los estudios que manejan detallan que el Barça es el equipo que más kilómetros ha corrido de los 20 competidores; el que menos es el Real Madrid y quizá ahí radique la diferencia de puntos. El Barça es el segundo en carreras de media distancia efectuadas por sus jugadores a alta y muy alta intensidad y en esprints.
El dato adquiere relevancia cuando se trata de un equipo cuya media de posesión de balón ha sido del 65%. Es decir, que esos esfuerzos físicos se han concentrado en muy poco espacio de tiempo de juego (35%) y se han producido en acciones defensivas para recuperar el balón, sea en una presión alta, sea en el repliegue para evitar goles. Ahí nace la primera explicación al increíble e histórico récord de Ter Stegen que ha rebajado a niveles nunca vistos el número de goles encajados.
El gran salto de calidad del Barça de Xavi, de una temporada a otra, se ha basado en el rendimiento defensivo. La drástica reducción de los goles encajados se ha traducido en la recolección de dos títulos. Era una pretensión deducible visto el perfil de la mitad de los fichajes del verano pasado. Llegaron cuatro defensas: Koundé, Christensen, Bellerín y Marcos Alonso.
También sabía Xavi que faltaban goles, muchos goles, de ahí que se priorizara el fichaje de un hombre gol. El dinero alcanzó para atraer a Robert Lewandowski. Raphinha ha aportado lo que se esperaba. Dembélé se ha quedado a medias, víctima de otra lesión muscular, y Ansu Fati y Ferran Torres se han secado.
Entre todos han arrimado el hombro, convencidos, o cansados, de escuchar un lema. Un imperativo. “Esto es el Barça y aquí hay que ganar títulos”. Xavi les ha inculcado la necesidad que tenía el club de volver obtener triunfos después de que Laporta activara la segunda edición del círculo virtuoso: invertirlo todo en el equipo para que el equipo levantara al club.
Media plantilla ha cambiado Xavi desde su llegada. Quince jugadores que le saludaron el 9 de noviembre de 2021 no han sobrevivido a la renovación del vestuario. Los peores tragos del entrenador se han vivido de puertas adentro. Sobre todo, en la gestión personal. De puertas afuera, de cara al césped, el mayor problema ha residido en la precariedad de efectivos en dos fases muy concretas. La primera, particularmente.
Llegó en octubre, cuando coincidieron las lesiones de Sergi Roberto, Koundé, Araujo y Memphis en la eliminatoria con el Inter: el doble duelo para pasar con el Bayern a octavos en la Champions. Empate y derrota, con el aderezo de una derrota ante el Madrid en la Liga y otra con el Bayern definitiva.
“Esto es el Barça y aquí hay que ganar títulos”, insistió Xavi, sin perder la templanza ante los jugadores. La preocupación se encerró en el despacho de los técnicos. “Es muy duro cuando te dicen que no sirves o no tienes personalidad. A veces no compensa ser entrenador del Barça”, confesaba el técnico de los malos ratos vividos. Que no siempre tienen que ver con los resultados.
La reacción en la Liga fue fulminante y gracias a cuatro victorias y el sorpasso de las dos últimas jornadas antes del Mundial, con el asalto al liderato, rearmó hasta al último habitante de Sant Joan Despí.
Un mes y medio líder permaneció el Barça mientras se jugaba en Qatar y cinco meses más ha continuado líder el Barça, fortalecido con el formidable triunfo de Pamplona (1-2), con cuatro lesionados más un Memphis que no quería reaparecer para evitar riesgos que le impidieran ir al Mundial, y con Lewandowski expulsado a la media hora (y Piqué, suplente, en el descanso) y 1-0 en el marcador.
Ese fue el primer refuerzo anímico para aspirar al título. El segundo llegó en Arabia Saudí, con el repaso futbolístico al único rival directo, ya que el Atlético estaba desahuciado a 16 puntos de distancia, en el duelo para decidir la Supercopa de España.
“¿Veis? No estamos tan lejos”, gritaba Xavi tratando de convencer a sus muchachos, aún incrédulos por el permanente jabón que refresca al Madrid. El 3-1 se obtuvo con el once de gala y una exhibición de fútbol. “Empezó una nueva era”, anunciaba entusiasmado Ronald Araujo.
El tercer subidón, definitivo por disuasorio, fue el triunfo en el siguiente cara a cara con el Madrid que disparó la diferencia en la tabla hasta los 12 puntos. El vestuario empezó a acariciar la Liga. Sin Pedri, que había firmado cuatro triunfos por 1-0 (ante Celta, Getafe, Girona y Villarreal) ni Dembélé, el delantero que más condiciona al rival. Las sensibles bajas debilitaron al grupo (se habían ido Piqué, Bellerín y Memphis en invierno, sin sustitutos de reemplazo) para el otro frente abierto, la Europa League, pero no erosionaron el ánimo. Salir de Europa preservó las opciones para la Liga, pensaban los técnicos al ver que el equipo pendía de alfileres.
El “plantillón” de septiembre, según la exagerada definición de Xavi, no era tal. Solo la tensión y la exigencia han mantenido altas las revoluciones de un equipo que amenazaba con atrancarse, siempre con el gancho desde principios de temporada. Organización y disciplina quiso imponer Xavi desde 2021 y mantuvo firmes los límites para ganarse el respeto del grupo, erigido en el padre de la familia, el espíritu que ha pretendido inyectar para cuidar la convivencia.
Amigos ya tenía en lo que denomina su casa. Aquella ventaja que suponía el saber “de qué pie calzan” le ha comportado más disgustos que alegrías. El cambio de rol de Xavi, de compañero a entrenador, invitaba a augurar que la relación perdería fraternización si los veteranos veían perder su estatus. Así ha sido. No han tenido privilegios, acaso los han perdido.
Ter Stegen es el único que le ha dado satisfacciones con su irrepetible rendimiento. Una figura clave en el alirón. Dani Alves apareció de improviso para echar un mano en el segundo semestre de aquella campaña y su reaparición en la página de sucesos de la actual por su presunta violación a una chica en una discoteca le dejó en shock. Tan en shock se quedó que rectificó su primera valoración ante la prensa, expuesto como ha estado Xavi, también, a ejercer de portavoz del Barça. Para hablar de sucesos, de sanciones, del Espai Barça, o de lo que fuera.
La complicidad conservada con Sergio Busquets se rompió con Piqué y se ha hecho trizas con Jordi Alba, por más que Xavi repita en público que el lateral es un ejemplo. Piqué no aceptó verse relegado pese a que supo antes del verano que sería suplente.
El presidente de la Kings League le retó a que recuperaría la titularidad o, de lo contrario, se iría. En efecto, fue titular en seis partidos cuando coincidieron las lesiones de Koundé, Araujo y Christensen. Piqué se marchó en noviembre. Expulsado en Pamplona por recriminar a Gil Manzano su pésimo arbitraje, se retiró. NO jugó su último partido. Ya se había despedido días antes, en el Barça-Almería en el Camp Nou.
Con Alba la relación ha sido más dura. El futbolista empezó malhumorado al intuir su oscuro porvenir. Balde ha sido el exponente de que el puesto se gana en los entrenamientos. Empezó la pretemporada como un tiro, a decir de los técnicos, que no descartaban siquiera una cesión para que adquiera minutos y rodaje y les convenció para tener esos minutos y ese rodaje sin marcharse del Barça.
Alba se enfadó al saber que fue ofrecido a otro club el último día de mercado. Tan crispado anduvo que se encaró un par de veces con Joan Laporta cuando coincidió con él en el Camp Nou, también a raíz de las insinuaciones sobre los altísimos contratos de los veteranos y su renuncia rebajarse las nóminas.
Xavi elogió a Alba después de que marcara el gol de la victoria ante Osasuna. "Quiero destacar la implicación, las ganas y el compromiso con los que ha entrado”, dijo el entrenador, siguiendo la línea de sus predecesores (Guardiola, Luis Enrique, a veces Cruyff) de ensalzar siempre en público a los suyos aunque el mensaje interno sea totalmente distinto.
Rematada la conquista de la Liga, el club ha de emprender una nueva remodelación de la plantilla. Xavi es más del Barça que seguramente de sus amigos, y tendrá que tomar drásticas decisiones para la próxima campaña. Paladeará el dulce triunfo de su novena Liga, la primera de entrenador, y seguirá restableciendo el exitoso modelo de juego del Barça, que nunca necesitó correr.
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