Videorreportaje
"No entiendo por qué lo cierran": así viven los excursionistas los últimos días del restaurante de la Mola
PLAN B | El restaurante de La Mola podría renacer en la piscina de Sabadell o una masía de Sant Feliu
CONTEXTO | La Mola carecerá de restaurante durante al menos dos años mientras se debate su futuro
CRÍTICAS | Ecologistas insisten en el "daño medioambiental" en la Mola
Clàudia Mas
Periodista especializada en el Vallès. Aprendí en el diario digital iSabadell y he trabajado en medios de prensa de información local como el Diari de Sabadell y de Bellaterra, así como en redacciones de escala catalana, como VilaWeb. Me he acercado a la política sabadellense codirigiendo el documental 'Els Residus del Mercuri'.
“No lo entiendo”. “Estoy muy cabreado”. “No tiene sentido darle la culpa de la masificación al bar”. Son solo tres de las respuestas recabadas entre visitantes de La Mola, la famosa montaña del Vallès Occidental, pocos días antes del adiós definitivo del famoso restaurante de su cima este 22 de enero. EL PERIÓDICO ha realizado a pie el ascenso más habitual, por el Camí dels Monjos, y ha conversado con los excursionistas sobre el cierre y los dos años que, como mínimo, quedará la cima sin restauración en aras de la salud del medio natural.
Es el punto más alto del Parc Natural de Sant Llorenç del Munt i de l’Obach, entre las comarcas del Vallès Occidental y el Bages, a 1.104 metros de altitud. Pertenece al municipio de Matadepera, pero históricamente La Mola ha sido un símbolo de Terrassa por su cercanía. A lo largo del año se calcula que esta ruta la realizan unas 300.000 personas, según datos facilitados de la Diputación de Barcelona.
La Diputación, de quien depende la concesión del restaurante, basa su decisión en el desgaste acelerado del paisaje que causa el gran volumen de excursionistas. Estudia si el establecimiento se puede adaptar a la Carta Europea de Turismo Sostenible y ya ha avanzado que hará reformas en el monasterio que alberga el local.
“Seguiremos subiendo”
El cierre ha generado un fuerte debate ciudadano en el Vallès y más allá de la comarca. “Venimos desde Sants y subimos para despedirnos con un buen almuerzo, con el típico porrón de vino y carne a la brasa”, asegura Xavi Pujol (68 años) acompañado de un grupo de 12 personas. Por su parte, Ernest Sort (66 años), vecino de Matadepera, asegura que es un cliente muy habitual: “Subo como mínimo dos veces por semana y siempre desayuno en el restaurante, es un aliciente al llegar a la cima”. Aunque no siga abierto, asegura que seguirá haciendo la misma ruta.
En la misma línea se expresa Carlota Dame (19 años) de Sabadell quien baja a un ritmo bastante frenético: “No soy clienta del restaurante, pero no entiendo por qué lo cierran. No molesta a nadie”. Pone de ejemplo los equipamientos turísticos en la montaña de Montserrat o la Vall de Núria, que “también son muy visitadas y conocidas, como lo es la Mola, y no por esto las regulan”. A su lado camina Ruth Franc (22 anys), que ve “bastante mal” la decisión tomada: “Ya hemos firmado en contra”. Considera un plus la vertiente “lúdica” del ascenso, que anima a dedicarle toda la mañana.
También se planta Mariona Alguer (40 años): “¿Qué pasa con los muchos refugios que hay en el Pirineo? Sin ir más lejos, el de Colomers: tampoco se llega en coche y sigue abierto”. Así, asegura que a día de hoy “existen muchos sistemas para no polucionar la montaña, como por ejemplo, para vaciar la fosa séptica de forma sostenible”. Carles Bosch (36 años) augura que La Mola seguirá siendo La Meca del montañismo del Vallès: “Seguiremos subiendo, tanto los clientes del restaurante como los que no los son”.
Joan Terrades (30 años, seudónimo) reconoce que la montaña sufre una cierta “masificación”, pero vaticina que el cierre no la reducirá: “Se equivocan bastante si piensan que dejará de subir tanta gente”. Es más, le devuelve la pelota a la Diputación: “Es su culpa, porque lleva años de promoción de la Mola, con multitud de carteles”. “No tiene mucho sentido ahora darle la culpa al restaurante”, lamenta. Si ha quedado anticuado el local o el abastecimiento, propone modernizarlo con placas solares y acumuladores eléctricos. También avisa que los comensales “no son los que generan el mayor impacto negativo” y señala la basura en el camino, como papel de plata de bocadillos.
En la misma línea se expresa Josep (67 anys), sobre los argumentos ecológicos del cierre: “Es absurdo cerrarlo para que no venga tanta gente, muy poca de la que sube realmente entra en el bar”. Reivindica que “tiene gracia que a 1.100 metros puedas comerte una butifarra con alubias, unas costillas y un porroncito”. “Somos cuatro los que íbamos y ahora nos lo revientan, estoy muy cabreado”, se queja.
La controversia tendrá más episodios los próximos días. La Diputació presentará su hoja de ruta para la Mola este jueves, mientras que restaurante y simpatizantes han convocado una protesta en la cima el sábado.
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