PSICOLOGÍA
Me quejo demasiado: así puedes aprender a cambiar el foco
Expresar lo que sentimos no siempre tiene efectos beneficiosos
Ángel Rull
Licenciado en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid, con más de 10 años de experiencia en el ámbito de la Psicología Sanitaria, tanto en clínica con población general, como en hospitales, con patologías más severas. Desde 2017, trabajo diariamente con personas de diferentes edades y con una amplio abanico de problemas de manera online, rompiendo las barreras físicas de la terapia convencional.
Ángel Rull
Cuando tenemos a una persona alrededor que tiende a la queja, sabemos identificarla con facilidad. Son personas que nos roban energía, nos hacen sentir agotados y sentimos frustración a su lado. Sin embargo, creemos que solo somos los que escuchamos los que se sienten mal, cuando la persona que expresa constantemente quejas también sufre estas emociones, incluso en un mayor grado.
Aunque vemos con facilidad cuando alguien se queja, no sabemos mirarlo en nosotros mismos. Creemos que tenemos derecho a quejarnos, que todo está realmente mal alrededor y que, de esta forma, nos sentiremos mejor. Al contrario de lo que esperamos, tendemos a sentirnos peor, agotar a los demás y a entrar en un pesimismo del que no sabremos cómo salir ni encontrar soluciones a nuestros problemas. Un mal hábito que debemos y podemos combatir.
Expresar
Las emociones tienen diversas funciones. Por un lado, nos ayudan a poner en nuestro propio conocimiento que algo nos pasa, aceptarlo o encontrar posibles soluciones. Una comunicación que va de nuestro cuerpo hasta nuestra consciencia. Por otro lado, hay una segunda función, que es la de comunicarnos con los demás. Hace que el grupo sepa lo que nos pasa para, o bien ofrecernos un apoyo, o bien compartirlo con nosotros. La alegría, la tristeza o la rabia regulan lo que sentimos, regulan a los demás y, por supuesto, regulan la relación con el otro.
Esta función tan positiva que es la de compartir con los demás, pierde su efecto cuando se vuelve excesiva y circular. Nos obsesionamos con algo, damos vueltas al mismo tema y no avanzamos. La queja acaba teniendo esta función cuando se repite. Hablar un día sobre lo mal que nos sentimos en nuestro trabajo o con nuestra pareja ofrece un alivio terapéutico y emocional. Sin embargo, quejarnos cada vez que estamos con nuestros amigos sobre los mismos temas, desgata la relación, nos vuelve más pesimistas y nos impide salir de donde estamos.
Superar
Cuando buscamos la parte negativa de quejarse demasiado, no solo tenemos que pensar en el agotamiento que sufren los demás, sino en las consecuencias tan negativas que tiene para nosotros mismos. Si es algo que dirigimos a los otros es porque es un patrón interiorizado que también estaremos repitiendo sin darnos cuenta con nosotros mismos. Es lógico que las cosas no siempre están bien ni como a nosotros nos gustarían, pero el exceso de queja no podrá ayudarnos.
Para combatir este hábito insano, podemos seguir las siguientes pautas:
1. Sal fuera
Cuando queremos salir de la queja, debemos mirar nuestra situación desde un punto de vista externo. Poner nuestros problemas o nuestra vida sobre papel, mirarlo como lo haría alguien ajeno a nuestra vida y relativizar las cosas, nos ayudará a salir desde donde estamos y poder afrontarlo desde otra perspectiva.
2. Cambia el foco
Si nos quejamos de algo, es porque estamos buscando la responsabilidad de nuestras emociones negativas fuera. Si estoy mal con mi pareja, la fuente de mi malestar es la otra persona que me hace sentir a mí mal. Sin embargo, nosotros somos los únicos responsables de cómo nos sentimos. Cada persona se encarga de unas áreas, acciones o conductas de su propia vida. El cómo estén los demás escapa de nuestra responsabilidad. Por tanto, deja de mirar qué te hace mal y busca ver por qué tú te sientes así.
3. Ahora sí
De las 24 horas del día, cuando nos es muy difícil salir de la queja, podemos optar por dedicar unos minutos específicos a esas mismas quejas. Por ejemplo, si el problema es el trabajo, tener 10 minutos enteros para quejarnos sin parar al salir nos puede ayudar a descargar. El resto del día, las quejas estarán prohibidas.
Hablar sobre lo mal que nos sentimos, el daño que nos hacen los problemas o todo aquello que no está como nos gustaría tiene una función inicial de desahogo. Pero con el tiempo y el exceso se vuelve contra nosotros. Buscar la forma de liberarnos de la queja nos hará sentir más emociones positivas que negativas.
* Ángel Rull, psicólogo.
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