Educación en Catalunya

"Salen pocos y están muy buscados": Barcelona acoge el único centro de España que enseña FP de relojería

El ciclo de grado medio se imparte en La Mercè, en la Zona Franca, y forma en un oficio con gran empleabilidad 

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Aula de FP de Relojería en el instituto La Mercè, en Barcelona.

Aula de FP de Relojería en el instituto La Mercè, en Barcelona. / Maite Cruz

Helena López

Helena López

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Tic-tac, tic-tac, tic-tac… es la inconfundible melodía de fondo del taller, que acompaña, casi mece, al alumnado de primero, de edades llamativamente diversas. Son poco más de las cinco [este es uno de esos ciclos formativos que solo se ofrecen por las tardes] y absolutamente todos visten bata blanca. En esta aula de este instituto en medio de la Zona Franca comparten mesa, apuntes, trucos y condición (aquí todos son estudiantes, aprendices) tres generaciones distintas: desde un médico americano jubilado que aprovecha para descubrir más sobre una de sus grandes pasiones, la relojería, hasta jóvenes barceloneses que aún no han cumplido los 20 (o acaban de hacerlo) y están aquí para aprender un oficio con muchas más oportunidades laborales de las que, desde fuera, podría parecer (los más). El instituto La Mercè de Barcelona es el único en toda España que ofrece el Ciclo Formativo de Grado Medio (CFGM) de Mantenimiento y reparación en relojería. 

Aula de primero de FP de relojería en el instituto La Mercè, en Barcelona, este mes de abril.

Aula de primero de FP de relojería en el instituto La Mercè, en Barcelona, este mes de abril. / MAITE CRUZ

La tradición relojera en Barcelona es larga. "Esta escuela lleva 60 años", explica Xavier Tomàs, uno de los dos profesores de este ciclo, el profe de primero, encargado de enseñar "relojería gruesa": relojes de pared y de antesala, para empezar con las piezas más grandes (en segundo saltan a la relojería "pequeña": relojes de pulsera y bolsillo). "El origen es la escuela de Santa Llúcia, creada por los suizos en la plaza de Molina, que con el tiempo se fusionó con la escuela de relojería de La Mercè, que era mucho más pequeña y estaba en la Rambla. En los años 60 se trasladaron aquí, donde seguimos", prosigue Tomàs, quien cuenta con orgullo que en este taller se restauran relojes que tienen más de tres siglos. Auténticas reliquias. Un lugar en el que se dedican a arreglar relojes y donde parece que se detiene el tiempo.

Los elegidos

"Un reloj del siglo XVII o del siglo XVIII no tiene piezas de recambio, por lo que somos nosotros, también, los que fabricamos las piezas, y lo hacemos mediante un proceso de fabricación mecánica", continúa el docente, quien señala que cada curso "salen muy pocos y están buscados".

Estudiante del ciclo formativo de relojería en el instituto La Mercè de Barcelona, este mes de abril.

Estudiante del ciclo formativo de relojería en el instituto La Mercè de Barcelona, este mes de abril. / MAITE CRUZ

Tan pocos como que son un solo grupo en un solo instituto en una sola ciudad de todo el país. De esta forma, acaba –y sale al mercado laboral con el título bajo del brazo– un número reducido de alumnos cada año. "En realidad estos chicos lo que aprenden aquí es, también, micromecánica, con lo que son profesionales buscados, además de por los servicios de mantenimiento de las grandes casas de relojería, que les buscan para formarles después ellos sobre su marca en concreto, para temas de óptica –son estudiantes que están acostumbrados a manejarse con piezas diminutas–, en temas de prótesis dental, y hasta Audi nos pidió profesionales para hacer mediciones de piezas muy pequeñas", relata el docente.

De niño quería ser inventor, siempre tuve curiosidad por los mecanismos

Hermes García

— Estudiante de relojería

En el taller de al lado, el de segundo, Hermes García, un chaval de 23 años con un bigote a lo Velázquez, manipula, concentrado, las minúsculas piezas de un reloj de mujer de los años 40 del siglo pasado ["o quizá anterior, de los 30", precisa Javier Martínez, su tutor]. "De niño quería ser inventor, siempre tuve curiosidad por los mecanismos", se presenta el joven, quien descubrió este mundo –ahora, rotundamente el suyo– por el relojero de su pueblo, La Seu d'Urgell (Alt Urgell).

"Tras acabar mis estudios musicales, un día charlaba con el relojero de mi pueblo y le dije que no sabía qué hacer el año siguiente, que quizá hacía algo de mecánica, y me dijo que por qué no probaba con la relojería, que me gustaría: ese mismo verano empecé a desmontar un par de relojes y me encantó", relata, flojito, para no romper el ambiente de absoluta concentración del taller, donde sus compañeros manipulan todo tipo de relojes con los dedos enfundados en una suerte de guantes de dedo y una lupa pegada al ojo, casi como románticos guardianes de la magia del tiempo en un mundo acelerado en el que todo el mundo mira la hora (casi compulsivamente) en su teléfono móvil.

Por las mañanas, Hermes está haciendo las prácticas en Belmonte, "una de las relojerías con más prestigio de Barcelona", subraya con emoción el joven, quien apunta a que se lo pasa "super bien" y es lo que se ve haciendo hasta que se jubile. Su profesor está convencido de que así será. "Es muy bueno; mucho", considera Martínez, quien trabaja con una cámara que proyecta sus milimétricas maniobras con el destornillador en una pantalla que los chicos miran concentrados. Él es el encargado de enseñarles relojería antigua –la ‘vintage’, que la llaman–, y la moderna, "la que se encontrarán en la calle", y habla de ambas con la misma pasión.

Pese a su larguísima historia, este ciclo formativo es bastante desconocido. "La gente cuando viene a las puertas abiertas se sorprende mucho al entrar aquí", destaca Tomàs, quien asegura que más de uno acudió a las puertas abiertas para hacer fabricación mecánica y acabó en relojería, y lamenta -mitad en broma, mitad en serio- los malos vicios con los que llegan los alumnos más jóvenes, "porque miran videos que no tendrían que mirar, pero aquí en seguida se reeducan y entienden cómo funcionan las cosas". "Aprenden un protocolo con base suiza y eso nos ayuda; muchos vienen con muchísimo interés", zanja orgulloso.

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